“El Rapto”: la tragedia del que sobrevive a lo siniestro
Edición Impresa | 6 de Noviembre de 2023 | 05:00

En 2017, Martín Sivak publicó “El salto de papá”, relato donde contaba la historia de su padre, Jorge, quien saltó al vacío en 1990 poco más de un lustro de que el secuestro y muerte de su hermano, Osvaldo, en tiempos de democracia naciente y permanencia de ciertos elementos del aparato de terror estatal, lo forzaran a tomar la empresa familiar y ésta quedara sepultada en problemas financieros.
“Una tragedia”, según la define Daniela Goggi, directora de la adaptación del libro, “El Rapto”, que se puede ver en cines locales y, en simultáneo, en Paramount+, aunque con nombres cambiados: a la familia no le gustó la forma en que Sivak, por entonces un chico de 15 años, retrató la interna familiar de aquellos desoladores momentos que vivió la familia en los primeros años de la democracia, y al enterarse de la adaptación fílmica incluso interpuso recursos legales para evitar la concreción del proyecto.
Pero la película, protagonizada por Rodrigo de la Serna, junto a Julieta Zylberberg, Lautaro Perez Hillal, Lola Loyacono, Andrea Garrote, Germán Palacios y Jorge Marrale, vio la luz, y aunque los hechos recordados por Sivak no hayan ocurrido exactamente así, y los nombres sean otros, la historia permanece muy familiar a toda una generación de argentinos.
Porque, dice Rodrigo de la Serna, “es una tragedia generacional. Julio Levy sintetiza a una generación de sobrevivientes de la dictadura que cargan encima el complejo de culpa del sobreviviente y las complejidades de ese momento histórico, esa inercia que traía la violencia institucional. Eso de la noche a la mañana no cambia, ese estado de represión, esa sensación de un enemigo invisible que acecha”.
De hecho, Goggi cuenta que partió en su adaptación de una pregunta: “¿Qué le pasa a los sobrevivientes de lo siniestro?” “La sociedad, colectivamente, tenía ese problema, estaba muy golpeada por situaciones políticas, económicas, por la violencia. Esa es la generación de nuestros padres”, agrega De la Serna.
Una generación golpeada pero además, dice el actor, que encarna a Julio Levy, que toma las riendas del negocio familiar tras el secuestro extorsivo y muerte de su hermano, que no podía exteriorizar y sanar esos golpes. La película refleja esa manera de ser de los hombres de aquellos tiempos: es un thriller donde se dice poco, casi nada, donde lo importante burbujea a punto de estallar, pero siempre bajo la superficie.
“Lo que no se dice es lo más importante, lo que está por abajo, esa situación no declarada del personaje, ese estado de ansiedad del personaje”, dice la directora al respecto. “Por eso es más lo que no se dice que lo que se dice: esta generación, sobre todo de hombres, con esos mandatos, no comunican las emociones. No pueden decir que no, no pueden negarse”, agrega De la Serna.
Por eso, el deseo “íntimo” de su personaje “era decir que no” a manejar la empresa, “pero se tenía que hacer cargo, era hombre”.
“Es una tragedia generacional que sintetiza una generación de sobrevivientes que cargan con la culpa del sobreviviente”
Rodrigo de la Serna
“Rodrigo lo trabaja desde el actor”, cuenta Goggi: De la Serna realiza todo un trabajo físico para ponerse en personaje, pero lo más interesante está en su cuerpo, en la manera en que pone en escena ese estado de ansiedad permanente sin decir, sin hablar.
UN THRILLER
En ese sentido, la película tenía una incógnita: “¿Como contar todo lo que había que contar, el momento histórico, la transición, esos personajes, pero encontrarle la forma cinematográfica?”, dice la cineasta de “Abzurdah”, “El hilo rojo” y la miniserie “María Marta: el crimen del country”. Es decir, ¿cómo contar un contexto complejo como el de una democracia naciente, todavía en pañales, los resabios de un aparato represor todavía funcionando, la democracia débil, sin ponerlo en palabras, sin exponerlo desde el guión? ¿Cómo contar lo que le ocurría a las personas, en ese marco de ansiedad generalizada?
Sin embargo, no partir de un guión expositivo, híper explicativo, también es una ventaja, permite que “El Rapto” ingrese de lleno en el terreno del thriller, acompañando a un protagonista crecientemente abrumado por el secuestro de su hermano y los problemas financieros, sin necesidad de frenar a explicar las cosas.
El espectador que desconozca aquel momento histórico quizás se pierda algunas cuestiones, pero no el estado de ánimo generalizado. Para el resto está Google, para enterarse de una zona de la democracia que empieza a ser explorada por el cine, como fue el caso de “Argentina, 1985” o “Iosi”.
Un tiempo que a Goggi le interesaba retratar. “Éramos chicos en la transición entre la dictadura y la democracia”, relata. Desde el presente, agrega, “nos interesaba trabajar esa transición, y el costo que tuvo esa transición. La revisión es necesaria, por lo débiles que son los sistemas democráticos, siempre en peligro: termina siendo un relato contemporáneo”.
“Nos contrataron para la campaña”, se ríe, incluso, sobre los discursos que han resonado en esta campaña presidencial en torno a ciertas ideas que parecían acordadas desde aquel 1983. Para Goggi, es algo que ocurre hoy en todo el mundo: “Los acontecimientos históricos uno no los maneja, pero sí creo que es un clima de época, a nivel internacional: hay un cambio en el mundo, político, ante el cual a lo mejor uno revisa el pasado para pensar el presente”.
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