Los árboles, desafiados por un clima cada vez más hostil
Edición Impresa | 26 de Diciembre de 2023 | 04:19

La caída de más de 800 árboles y el desgaje de otros miles, como consecuencia de la implacable tormenta que asoló la Región días atrás, volvió a poner de manifiesto la necesidad de implementar estrategias que preserven el principal activo ambiental con que cuentan los platenses ante un clima que entrega con frecuencia cada vez mayor eventos súbitos y despiadados. Las lluvias torrenciales y ráfagas superiores a ochenta kilómetros por hora, que eran excepcionales, empezaron a volverse usuales, y tanto las organizaciones de defensa del medio ambiente como los profesionales de incumbencia forestal coinciden en que es menester “darles una mano”, con adecuados criterios técnicos, a ejemplares que han demostrado una notable resiliencia ante la adversidad de cualquier origen y signo, pero no son indestructibles.
Con todo, a grandes rasgos, las pautas para revertir la degradación son dos y se pueden resumir con extrema sencillez: cuidar lo que hay, y sumar donde falta. Una planificación adecuada, además, requeriría un paso previo a los dos citados: censar detalladamente el arbolado urbano.
En concreto, lo que piden las ONGs es que las autoridades locales pongan manos a la obra con una serie de medidas de corto plazo, que incluyen, entre otras, relevamientos, plantaciones -con énfasis en especies autóctonas-, reposiciones y podas, pero muy selectivas y como último recurso ante determinadas situaciones.
CUIDAR LO QUE ESTÁ
Quienes observan con detenimiento el arbolado local y cómo se lo trata, detectan múltiples y evidentes razones que contribuyen a la caída y la rotura de ejemplares. Defectos en las plantaciones, falta de riego en los primeros años, podas desastrosas, control de plagas inexistente y tratamientos fitosanitarios otro tanto, agresiones de vecinos y comerciantes, cortes de raíces atolondrados, todo pone a prueba una admirable resiliencia que, claro, no es ilimitada.
“En la última tormenta, los árboles enfrentaron vientos extraordinarios; quizás técnicamente no se tratara de un tornado, pero sí ráfagas muy, muy fuertes, y posiblemente cayeron ejemplares o parte de ellos que estaban sanos” advierte la ingeniera forestal Corina Graciano: “de todos modos, hay que tener claro que las podas siempre aumentan esos riesgos, sobre todo cuando no se respeta el eje de estabilidad; por ejemplo, cuando se poda todo un lado, porque por ahí pasan cables, y queda todo el peso del otro lado, haciendo palanca con el peso de la copa”.
“Lo mismo pasa cuando se quitan ramas” amplía la investigadora del Conicet en el Instituto de Fisiología Vegetal (INFIVE-Conicet/UNLP): “las demás quedan expuestas al viento sin la amortiguación que les brindaban las cortadas, por lo que el viento les llega directo y hay más riesgo de que se quiebren”.
“Después de estos eventos muy severos se suele relevar el terreno para saber cuántos de los ejemplares caídos estaban sanos y era imposible prever que se desplomaran; las caídas que se consideran eventualmente evitables, tras esas recorridas, son las de aquellos árboles que se detecte que estaban enfermos” explica Graciano.
“En cualquier caso, hay que prepararse para que estos eventos sean mas frecuentes, y pensar el arbolado urbano con una lógica que minimice estos riesgos” concluye la profesional: “más espacio para el desarrollo de las raíces, podas idóneas, entre otras cosas, todo eso hay que empezar a tenerlo en cuenta en profundidad”.
Sumar lo que falta
En el plano normativo, tanto la Provincia como el municipio tienen a su disposición marcos detallados y específicos que regulan las políticas dirigidas al arbolado público, con criterios ambientales irreprochables.
Entre otros ítems, la ley bonaerense les exige a los municipios censar periódicamente cantidades, especies y condición de los árboles presentes en veredas, ramblas y espacios verdes. Las normas locales establecen la obligatoriedad de plantarlos, y definen a los frentistas como sus custodios, imponiendo castigos para quienes los dañen o poden sin permiso, así como para quienes omitan tenerlos, no escojan las especies adecuadas, o tapen las “cazuelas” cuadradas que deben tener las veredas con una superficie específica de 120 centímetros por lado, que pueden ampliarse a 150 ya existe allí un árbol frondoso.
No son las únicas precisiones: cuando no haya arbolado preexistente, las cazuelas deben situarse, como mínimo, a razón de dos por frente de parcela, con una separación entre ellas del orden de los cinco metros. Tienen que estar a 20 centímetros del cordón, y sus bordes “no deben sobrepasar el nivel de la vereda”. Así lo dicta el Código de Edificación, que establece que “antes de la emisión del Certificado Final de Obra”, un inspector de la dirección de Obras Particulares municipal “verificará la plantación de las especies en las cazuelas de vereda”.
conocer el paño
De acuerdo con el censo forestal más reciente -que data de hace unos quince años, por lo que todas sus conclusiones deben ser interpretadas como optimistas cotejadas con la actualidad- al menos uno de cada tres frentes del casco urbano local carece de árboles. Según aquellos datos, los casi 62 mil ejemplares distribuidos en las veredas del ejido fundacional correspondían a poco más de 43 mil lotes.
En nuestra región, el Foro en Defensa del Árbol reclama y promueve políticas públicas tendientes a conservar y acrecentar el patrimonio forestal. Integrado por representantes de ONGs ambientalistas, profesionales de diferentes disciplinas y vecinos preocupados por la calidad de vida presente y futura, entre otras cosas propone la realización de un censo de todos los ejemplares existentes, con diagnóstico de su estado sanitario y los posibles pasos a seguir. “Árboles grandes aportan grandes beneficios, y árboles pequeños, beneficios pequeños” sintetiza Andrea Suárez Córica. La ambientalista, naturalista y artista visual, creadora del Proyecto Arbórea, destaca que “los frondosos y añosos, con una gran copa, son los que permiten respirar a las ciudades, y no sólo eso; moderan el impacto de los vientos y las lluvias, amortiguan la contaminación sonora y las temperaturas extremas, embellecen los barrios y configuran su identidad, y la de la ciudad toda. Y sobre todo, proporcionan bienestar”.
“La poda no es un proceso natural, por lo tanto puede considerarse como una agresión”, subrayan los documentos referidos al tema de la dirección de Bosques y Forestación dependiente del ministerio de Asuntos Agrarios bonaerense. Allí se hace hincapié en que “la poda extrema no es un buen recurso y la mayoría obedece a postulados sin verificación”, y se aclara que “un árbol que no sufra coacciones especiales en su expansión aérea o subterránea, y que no presente señales de debilidad o de ataques parasitarios, no necesita ni debe ser podado”.
Los expertos provinciales resumen que “la poda es una agresión al árbol”; que “es preciso evitarla siempre que sea posible”; y que en caso de proceder, debe “limitarse a la formación y al mantenimiento, eligiendo más bien operaciones ligeras, y limitando la extensión de las heridas”. Aconsejan “suprimir las podas extremas”, y “conocer las técnicas apropiadas” para abordar cada especie.
“Hay que empezar a pensar el arbolado urbano con una lógica que minimice estos riesgos”
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