Dos platenses se suman al cada vez más amplio club de los centenarios

Carmen Palermo y Héctor Ainciburu fueron el centro de los festejos en reuniones con amigos, familiares y allegados

Edición Impresa

Una ama de casa que conoce como pocos Meridiano V y un doctor en química con amplia trayectoria profesional, docente y en la dirigencia profesional contaron una y otra vez este fin de semana su secreto de la longevidad como para poder soplar las velitas del cumpleaños número 100.

A la cada vez más extensa lista de vecinos centenarios, se suman Carmen Angélica Palermo y Héctor Ainciburu. La mujer nació el 17 de abril de 1923. Creció, formó su familia y vio pasar casi un siglo en tres casas situadas en no más de 50 metros sobre la calle 17, en el tramo de 68 a 69, primero y de 69 a 70 después. Ayer, el barrio seguía con fuerte presencia en la reunión con familiares y allegados.

Hija del inmigrante italiano Miguel Angel Palermo y la descendiente de alemanes Zulema Ziller. En ese barrio creció junto a un hermano y se casó con Adolfo García. Fruto de ese matrimonio llegaron Alicia, quien se formó como psicóloga y Carlos, reconocido gran maestro de ajedrez.

Durante toda la vida adulta se dedicó a su familia, con labores como ama de casa, interesada también en la realidad puertas afuera. Mucho de eso, cuentan en la familia, conserva: le gusta leer el diario todos los días y charlar sobre la realidad nacional.

De eso hubo bastante ayer, en la reunión con amigos y parientes. En un breve discurso, expuso algo de su secreto: cultivar la buena relación con las personas. En su familia también se le adjudica “una rutina ordenada, un gran código genético y una dieta anticolesterol”, que excluía de su cocina la grasa animal y las frituras.

Una día antes hizo lo propio Héctor Ainciburu. Doctor en Química, con una prolongada trayectoria docente en la facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la UNLP, en la producción de antibióticos en un laboratorio que creó junto a dos colegas y un paso de casi cuatro décadas por el Centro de Bioquímicos, el vecino cumplió el último el sábado unos espléndidos 100 años.

Lo festejó en la noche del viernes en la sede la entidad de profesionales -su “segundo hogar”- y el sábado con un asado junto a familiares y amigos.

Héctor nació en Mar del Plata y se instaló en La Plata para estudiar en la Universidad. Ingresó en Ciencias Químicas (hoy facultad de Exactas) en 1941. No había terminado de cursar los estudios y era ayudante alumno en una cátedra. Ya graduado, se incorporó a la asignatura de Química de Agronomía, donde desarrolló toda su carrera docente, hasta los años 90.

Inquieto, con mucha pasión por la profesión , junto a dos socios fundó el Laboratorio “Gonnet”, en 66 y 28. “Elaboramos durante varios años productos químicos; y en lo que más nos especializamos fue en un antibiótico de uso externo”, contó con orgullo.

Su agenda no terminaba ahí. “Le dediqué 37 años al Centro de Bioquímicos y los amigos que cultivé en todos esos años, junto con mi familia, han sido el eje de mi vida”, dijo no sin emocionarse un poco. En la institución de la avenida 44 entre 4 y 5 se desempeñó de manera ininterrumpida como Secretario Técnico.

Además, se casó, tuvo dos hijos y un nieto, quienes celebraron junto a él este fin de semana. “Festejé con mi hijo Guillermo, que es arquitecto; mi hija María Cecilia, que vive en Italia, enseña en una universidad de Madrid y vino especialmente para estar conmigo en este cumpleaños; y mi nieto Martín”, dijo.

Así como señaló las cuestiones que lo han hecho más feliz en la vida, Héctor no dejó de mencionar algunos momentos difíciles. “El peor golpe lo tuve cuando perdí a Noemí, mi esposa; eso fue hace diez años y fue lo más duro que me pasó”, recordó.

A Noemí Robinson la había conocido cuando los dos eran estudiantes; ella en Humanidades, donde siguió el profesorado de Ciencias Naturales. Se casaron en 1955.

Héctor no sólo pertenece a ese privilegiado grupo de vecinos que cumplen 100 años, sino que además lo hace con un excelente estado de salud y una vitalidad envidiable. ¿Su secreto? “Más que cuidarme yo, fui muy cuidado; primero por mis padres, y después por mi señora. Por eso llegué hasta acá así de bien”, sostuvo.

Junto a dos socios Ainciburu fundó un laboratorio que funcionó en 66 y 28

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE