Belgrano y el despertar de la conciencia

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Por Juan J. Terry *

En este nuevo aniversario del tránsito a la gloria del primer estadista argentino, creador de nuestra Bandera, y triunfador de las batallas de Tucumán y Salta, el general Manuel Belgrano, la fecha nos retrotrae a nuestros días sumergidos en una crisis que sacude hasta los cimientos la nacionalidad, que además del aspecto económico, incluye la destrucción de valores morales y cívicos.

Aquel también primer economista argentino, que había promovido la independencia y la libertad de este pueblo, con una trayectoria deslumbrante- no fue reconocida en su momento, brego- fue el primero en hacerlo por el fomento de la educación pública y gratuita, la educación de la mujer, la responsabilidad y la honradez en el manejo de la cosa pública, el fomento de la industria, el comercio, la exportación, construcción de puertos y caminos, y otras medidas concernientes al progreso y desarrollo.

Hoy la Argentina parece estar anestesiada donde casi todo es burocracia estatal, con una de las áreas administrativas más grande del mundo, que impiden de momento adoptar las medidas de transformación que se necesitan con urgencia para salir de esta anomia.

Ya enfermo, al término de la batalla de Salta, el 20 de enero de 1813, el prócer dirigió la batalla desde el frente y se abocó de inmediato a la traducción de la “despedida de Washington al pueblo de los Estados Unidos” porque abrigaba la esperanza que esa lectura sería útil a sus conciudadanos, al inculcarles el sentimiento de amor a la patria y el deseo de verla libre y pujante.

Belgrano consideraba al estadounidense como el modelo del héroe de su época, y ese texto había tocado sus fibras más recónditas, pues allí narraba también Washington sus experiencias y observaciones coincidentes con las suyas.

Muchos se han preguntado cuan difícil habrá sido para nuestro héroe encontrar espacio y predisposición en su espíritu para acometer esta tarea, con el exiguo tiempo libre que le dejaban sus obligaciones militares y lo hizo casi sin dejar las armas en aquel encuentro en que su bandera recibió el primer bautismo de fuego y de sangre.

Ya parece que nadie repara en los sacrificios de quienes formaron esta Nación, para la que lucharon con desinterés personal y entrega total. Belgrano murió en la pobreza más profunda agraviado y olvidado; recibió el silencio como homenaje. Su trayectoria debe alumbrar a las nuevas generaciones para superar la desesperanza de la Argentina actual plagada de sentimientos contradictorios.

Hay que despertar la conciencia pública como decía Sarmiento, en el homenaje a Belgrano, para honrar el patriotismo, la negación en la desgracia, la perseverancia en el propósito y la lealtad a los buenos principios, dando un cuadro de unión superadora de antagonismos fracasados. Y también recordar a Ricardo Rojas cuando sostenía “que demoledores nos sobran y lo que hace falta es ser arquitectos de una nueva morada para que la democracia argentina no se vea envuelta en la sombras del caos o de la tragedia”, palabras que hoy recobran una vigencia insoslayable. Falta la decisión de ponerlas en práctica para lo cual el ejemplo belgraniano basta y sobra para asumir responsabilidades.

* Presidente del Instituto Belgraniano de la Provincia de Buenos Aires.

 

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