Defensa personal: platenses que le ponen el cuerpo a la inseguridad y al miedo

Practican distintas artes marciales o boxeo para sentirse más fuertes o enfrentar al delito, la violencia y el bullying. Muchas son mujeres. Testimonios de instructores y alumnas

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Alejandra Castillo

alecastillo95@hotmail.com

Apenas pasan de las 7 de la tarde y es noche cerrada en ese sector de Ringuelet donde funciona un lugar al que Ulises Palomeque (53) llama dojo, “un espacio que significa la búsqueda del camino y de nosotros mismos”. Quienes llegan saben que tienen que quitarse los zapatos, hacer una reverencia y entrar en calor, mientras suena pop de los ’80.

En minutos más, Palomeque y sus alumnos se trenzarán en el piso en la práctica del Jiu Jitsu brasileño, un arte marcial “orientado a la defensa y a la supervivencia en situaciones de combate real”, cuenta este especialista que se dedica a la seguridad desde hace 30 años.

Entre sus alumnos hay un hombre de 53 años, un pibe de 13 y una chica de 20, Melina Tiso, que mide y pesa la mitad de Palomeque, aunque luchen de igual a igual. ¿Qué buscan? “Ayudó mucho en mi confianza y en mi seguridad”, reconoce Melina.

También es tarde noche en el Club de la calle 11 y suenan fuerte los “hitazos” de zumba, pero basta recorrer unos cuantos metros para encontrarse con un panorama totalmente distinto. Un profesor de kung fu junto a un puñado de alumnos, concentrados en la práctica de Yip Man Foshan Ving Tsun y Essential Jun Fan Jeet Kung Do, creado por el legendario Bruce Lee.

“El problema es que la gente viene con la pretensión de saber defenderse cuando lo necesita, pero no están dispuestos a entrenar de esa manera”, reconoce Neldo Sacomani, que arrancó a estudiar judo a los 10 años, viajó durante más de 20 a China y hoy, a los 67, sigue practicando y enseñando artes marciales. Dice que, con disciplina, lo primero que se consigue es estado físico, luego, resistencia y “en el camino, técnicas utilizables”. O mejor, que sirvan para neutralizar la “picardía de la calle”, más que para la exhibición o la foto.

Alejandra Demarchi (30), una de sus alumnas, se sumó a practicar estas disciplinas hace ocho años, impulsada por la inquietud que le generaba no estar preparada para enfrentarse a un riesgo potencial: “Quería tener por lo menos una herramienta a mano; si se puede usar o no es otra cuestión”. Sin embargo, reconoce que el aprendizaje más importante que ganó fue el de conocer su propio cuerpo, “entender los límites, las distancias y mi fuerza”.

Marcelo Daneri (53) practicó Kung Fu y Taekwondo desde chico, pero hace 15 años que es profesor de boxeo en el club Gimnasia y en un complejo deportivo de San Carlos. En este último espacio enfoca la técnica a la defensa personal, que es lo que buscan muchas personas que se sienten inseguras en la calle u otros ámbitos; otras que padecen cuadros de ansiedad y, en particular, jóvenes de entre 15 y 25 años que sufren situaciones de acoso, bullying o violencia callejera.

Así fue como conoció a Marcelo Rubén Silva, cuyo hijo, ahora de 21 años, atravesó hace siete por una fuerte depresión a causa de bullying escolar. “No quería salir ni a la puerta. No quería hacer un mandado, no quería juntarse con chicos, ni salir a pasear”, pero con la práctica de boxeo su vida cambió “rotundamente. Marcelo me entregó otro hijo. En un año y siete meses obtuvo la licencia de boxeador y una medalla de oro”, refiere Silva, mientras observa la práctica de su hijo menor, de 15 años.

Cuando se vuelve cotidiano que alguien tire de un gatillo por un celular medio pelo que vale más que un sueldo mínimo; o que a un pibe lo maten a patadas a la salida de un boliche, es esperable que se dispare la búsqueda de herramientas de defensa: algunos se blindan con alarmas; otros, van por el gas pimienta o un arma y no son pocos los que buscan protegerse con su propio cuerpo.

“ME SENTÍA VULNERABLE”

“En los últimos años hay más personas preocupadas por la inseguridad y muchas eligen el Jiu Jitsu porque es efectivo. No vas a ver a ningún luchador de MMA (artes marciales mixtas) que no lo practique, porque el combate, en un gran porcentaje, termina en el piso”, explica Palomeque; “podés ser muy buen golpeador de puños y patadas, pero si el otro sabe qué hacer en el piso, se termina la lucha”.

Agrega Palomeque que las mujeres buscan este arte marcial porque “es el único que les permite defenderse de la agresión de un hombre, por lógica y biomecánica”. Lo justifica así: “En una situación de estrés, una mujer tiene que ser profesional y muy buena para sacar de combate a un hombre por la fuerza. Si no puede, el hombre resuelve el sometimiento en el piso, y el único arte marcial que la prepara para eso es éste”, por la aplicación de luxaciones, estrangulaciones, inmovilizaciones y derribos; sin necesidad de usar golpes.

Además, apunta, esta técnica trabaja “sobre el temperamento”, alejando a quien lo practica de su zona de confort, para que, llegado el caso, no entre en pánico y pueda luchar “con la cabeza. Cuando te desesperás respirás mal, entra menos oxígeno, el cerebro piensa de otra manera y es ahí cuando el agresor obtiene ventaja”. ¿Cómo se evita eso? Por el hábito: quienes practicamos Jiu Jitsu, asegura Ulises, “estamos acostumbrados a que se nos tiren encima, a luchar todo el tiempo, y a que nos quieran estrangular. La diferencia es que acá (en el dojo) podés pedir que paren y volver a empezar”.

Más allá de estas ventajas que enumera el especialista, pocas mujeres lo practican. “Esta disciplina requiere de mucho contacto físico y, en general, no les gusta entrenar con hombres, pero tienen que hacerlo con alguien que realmente represente un peligro para ellas, porque en la realidad un agresor no le va a preguntar si le molesta que tenga olor o pase arriba suyo”, compara Palomeque. Eso sí, aclara, aquellas que lo practican son “especiales y pueden derrotar a un hombre sin importar el peso ni el tamaño”.

Melina, que estudia Psicología, reconoce que antes de entrenar Jiu Jitsu se sentía vulnerable. Y aunque sigue siendo precavida, considera mucho mejor saber artes marciales y “no usarlas a que se presente una situación de peligro y no saber qué hacer”.

“LO MÁS ACERTADO ES SALIR CORRIENDO”

Sacomani está convencido de que en las artes marciales, como en casi todo, la clave está en la disciplina, con una fortaleza y carácter que maduran y crecen en el ejercicio del cuerpo y la mente.

“Un idiota también tira patadas”, dispara, “la diferencia está en quién lo sabe hacer y aprovechar el momento; es una combinación de golpes y ajedrez”.

Sin embargo, práctica y teoría se complican en la calle, si lo que entra en juego es un arma blanca o una de fuego. “Nunca tendrás la de ganar -admite Sacomani-; no importa lo ágil, buena y rápida que seas. Puede haber un loco que no te quiere disparar y está tan nervioso que te dispara”, frente a lo cual, las artes marciales te ayudan a “no exudar miedo para que el antagonista no se ponga más nervioso de lo que está”. Después, de nuevo, es como un juego de ajedrez, en el que se impone “evaluar distintas cosas”, aunque “lo más acertado e inteligente siempre es salir corriendo, porque el guerrero que no cae en batalla sirve para otra”, cierra Neldo.

En la misma línea opina Palomeque: “Si el agresor tiene un arma, primero está tu vida. Si voy caminando por la calle, para una moto y un tipo me pone una pistola en la cabeza y me pide el celular, se lo doy, le doy mi billetera y sigo, porque lo que quiero es volver a mi casa. Distinto es que alguien me apoye un arma en la cintura, me abrace y me diga ‘hacé de cuenta que soy tu novia’ y me lleve a un baldío o una obra’. En ese caso hay que evaluar los riesgos y pensar mucho para tomar una decisión; cualquiera que se tome, va a tener consecuencias. No es apretar un botón mágico en el cuerpo del otro y desactivarlo. La realidad es mucho más cruda”.

Daneri tampoco recomienda intentar una defensa frente a un agresor que antepone un arma, sobre todo cuando a diario trascienden ataques furibundos contra jubilados o niños por botines irrisorios, pero sí considera que la debilidad aumenta las chances de convertirse en un blanco. “Yo soy grandote, peso casi 100 kilos y, en general, no me molestan”, cuenta.

“Uno de los problemas de la inseguridad es que uno mismo se ve en inferioridad de condiciones con respecto a otro. Y cuando sabés defenderte, cambian la postura física, la forma de mirar o de hablar. La persona se da cuenta de que hay un sistema de defensa que sé emplear”, indica el entrenador de boxeo.

En este punto entra en juego la búsqueda que víctimas de bullying hacen en esta práctica: “Estar fuerte y saber defenderte de un ataque físico te hace también defenderte en cualquier aspecto de la vida; te hace sentir seguro. Por eso prácticamente no van a escuchar nunca que un boxeador se ande peleando en la calle, a diferencia de grupitos que practican otros deportes. El 99,9% son personas tranquilas y seguras de sí mismas, que se defienden de cualquier cosa sin necesidad de un golpe”. Pone como ejemplo las historias de tres alumnos que tuvo años atrás, una nena de 9 y dos varones de 13 y 14, que sufrían bullying en la escuela y “cambiaron totalmente, sin pegar. Simplemente se plantaron distinto”, asegura.

Palomeque también tiene entre sus alumnos a víctimas de bullying y Sacomani entrenó a personas con discapacidad. La búsqueda de cada una de ellas seguramente fue personal y distinto, aunque el proceso termina siendo parecido, según afirman los especialistas.

“Un practicante de artes marciales es capaz de hacer daño rápida y sencillamente”, reconoce Neldo, por lo que recomienda “tener conciencia de lo que se hace. Si la agresión (que se recibe) es desmedida, está bien, pero si te insultan o te empujan, no pasa nada. Yo tuve bastante de eso y me fui caminando tranquilo”.

En relación con esto, destaca Alejandra que “los límites también se aprenden en el trabajo de la mente, para no atacar sin pensar ante la mínima agresión o discusión, porque termina en cualquier desastre. Siempre hay que evaluar qué conviene; pero lo importante es que en ese momento no te freezes”.

“PEGAR TE DA VENTAJA”

Cada uno de los entrenadores encuentra ventajas específicas en su disciplina.

“Un estudio indica que en el 60% de las peleas de los últimos 10 años en Latinoamérica son 5 contra 1. Te patean la cabeza en el piso, te meten los dedos en los ojos, tienen puntas o navajas. Por eso es necesario prepararse para escenarios que no contemplan las artes marciales tradicionales, por donde yo pasé; ahí no hay reglas”, argumenta Palomeque. “Las hice. Y un solo arte marcial no te va a servir para defenderte en la calle, donde no hay reglas”.

“Wing Chun significa canto a la primavera eterna; las técnicas siempre van a variar y nunca son iguales, aunque se aprenda un patrón. Las circunstancias siempre las da el que te ataca”, describe, por su lado, Sacomani, antes de que Alejandra apunte que, por eso mismo, “se adapta a cualquier tipo de cuerpos y no lucha contra la fuerza. Implica utilizar la herramienta correctamente, la distancia en los ángulos y la fuerza del otro”.

Para Daneri, en tanto, “pegar te da ventaja, sobre todo con las manos, que es nuestra habilidad máxima”, por lo cual está seguro de que “el boxeo profesional supera cualquier arte marcial, en fuerza y potencia física”.

Como sea, todos coinciden en que se requieren al menos seis meses de tres clases semanales para adquirir las herramientas básicas de cada una. Y la cuota mensual, en todos los casos, no llega ni a la mitad de la de un gimnasio promedio en La Plata.

 

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