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Júlia Barata: "Me interesa la libertad de no tener viñetas"

Dueña de una personalísima obra historietística, la artista y arquitecta portuguesa que vivió en Argentina presenta en el Festival de Cine de General Pico su primer cortometraje, "Tindergraf". A continuación, una charla sobre historietas, animación y cine

Júlia Barata: "Me interesa la libertad de no tener viñetas"
Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

6 de Agosto de 2023 | 01:34

Júlia Barata tiene uno de los trazos más identificables de la historieta actual: una línea desobediente, punk, dibuja personajes que se dibujan y se desdibujan, se enmarañan y se desenmarañan, en páginas sin límites, sin viñetas que los contengan. Ese mismo, ese horizonte sin límites, busca llevar al cine con el cortometraje “Tindergraf”, primera incursión en el cine para la arquitecta y novelista gráfica portuguesa, presentado ahora en en el Festival de Cine de General Pico que se lleva a cabo hasta el miércoles.

Su título funciona como una buena introducción a lo que se ve en pantalla: “Tindgergraf” fusiona el Cinegraf, ese dispositivo similar a la linterna mágica, de uso doméstico, con, bueno, el Tinder, al relatar a través de una película para Cinegraf breves historias sobre mujeres teniendo citas con hombres en Buenos Aires, ciudad en la que Barata vivió. Como siempre en su obra historietística, las relaciones personales en este siglo XXI, las dudas, las neurosis, los afectos, la ternura, el sexo, están en el primer plano de estas experiencias contemporáneas en tiempos de apps, narradas bajo la influencia, afirma, no tanto de otros maestros de la historieta, sino del cine. “Yo imagino a la historieta como si fuera cine”, afirma, tanto en términos visuales, la posición de la cámara, la narración en cuadros, como temáticos: “Crecí viendo mucho cine, mis padres tenían todo del neorrealismo italiano, vi mucho Fellini, mucho Vittorio De Sica, mucha representación de lo cotidiano y del absurdo de lo cotidiano. Y yo creo que eso en algún punto me quedó”.

Ahora es su primera vez como cineasta, pero el proyecto, confiesa, no nació de un deseo de hacer cine, sino “de forma muy espontánea. Un amigo, que es el músico de la película, Pablo Bronzini, me mostró su Cinegraf. Y yo flashé con el aparato. Venía trabajando con un tipo de historieta que no contenía viñetas y pensé que era perfecto para mí: como las películas originales también vienen con sus viñetas, sus cuadros, pensé que podía usar la técnica de la no viñeta para hacer una narración continua y proyectarla”, relata, en diálogo con EL DIA.

A partir de ahí, cuenta, empezó la experimentación. “Con Pablo mpezamos a hacer algunas sesiones ahí en su casa: yo compré un papel vegetal, lo corté en las tiritas del tamaño del Cinegraf, empecé a dibujar, y lo proyectábamos ahí. Él tocaba el piano mientras veíamos los dibujos, cualquier dibujo, eran plantas y cosas así”, recuerda. 

Barata estaba trabajando en su obra dibujada con los vínculos y “las aplicaciones de levante, una manera de vincularse tan cruda y rápida”, y encontró en el Cinegraf un vehículo interesante para transmitir esas ideas, un encuentro de mundos: “Al transmitir el Cinegraf una sensación tan añeja, en oposición a lo moderno de estas relaciones eficientes de las aplicaciones, me pareció súper interesante usarlo con esas historietas como base”. 

El mecanismo le permitió además introducir el audio a la historieta: “Yo nunca lo pensé como cine, yo lo pensé como una historieta que daba un paso al audiovisual. Y lo que el aparato me permitía era justamente no tener ninguna estructura: mientras que el cine uno necesita un equipo, un montón de plata, esto me permitía hacerlo a cero costes. Solamente con mi esfuerzo, que no era esfuerzo, era un placer y muy simple de ejecutar”, explica la artista portuguesa.

Barata cuenta que “me obsesioné” con el dispositivo. Pasó días y días dibujando metros de película, “iba pegando las cintas con cinta scotch e iba dibujando y dibujando, y a veces si había alguna falla las cortaba y volvía a pegar con cinta scotch, todo muy precario”, se ríe. La técnica se fue depurando, sin embargo, y al poco tiempo ya realizaba presentaciones, junto a Bronzini musicalizando. 

Todavía no había voces: la película era como una historieta proyectada con música, no tenía globos de texto. Hasta que en una proyección en Lisboa aparecieron amigos, que hacían las voces, y surgió la idea de hacer un objeto digital que se pudiera reproducir. 

Encerrada en su casa por la pandemia, Barata tenía tiempo en sus manos y decidió crear esa película digital en base a esas presentaciones ella sola: “Proyecté la película en una pared, la filmé con una cámara prestada, y eso se lo pasé a Pablo: hizo la música, los sonidos, y después vía Zoom se sumaron amigos actores para las voces, todo sin un mango”. El resultado es “Tindergraf”, el cortometraje, el resultado de “esfuerzo y amor y muchas charlas, y mucho rato de dibujo”.

- La primera vez que leí tu historieta “Gravidez” me magnetizó, tu trazo, tu forma de contar y dibujar tan diferente. Cierto vértigo y ampliación del sentido que produce esa ausencia de viñetas, la emoción que puede transmitir un trazo que se enmaraña o se desdibuja, mucho de eso me pareció verlo en “Tindergraf”. Me gustaría saber si es un estilo que nace de decisiones conscientes o de dejar fluir el puño.

- Creo que es un mix de ambos: en el proceso de hacer “Gravidez”, que surgió como muy espontáneo, casi necesario para el momento que estaba viviendo, la mayoría de los dibujos ya no tenían viñetas: eso salía así, yo no venía de las historietas, soy arquitecta, aunque siempre dibujé, siempre hice cosas. En “Gravidez”, entonces, los muñecos traspasaban la viñeta, era como casi innecesaria: los personajes jugaban con el marco, como si estuvieran vivos allá del marco, y entonces esos solitarios cuadros que tenían viñeta quedaban medio absurdos: ahí empecé a tomar conciencia que yo funcionaba mejor de esa manera. Y me divierte más. Eso lo fui elaborando más, y ahí es donde capaz se vuelve más consciente, es como un punto sin retorno: a veces he hecho alguna cosita con viñeta y después pienso, “ya no puedo”, quedé acoplada al no viñeta… pero para mí no es una prisión, es un lugar de mucha libertad y si en algún momento se vuelve aprisionante, haré otra cosa, pondré viñetas, pondré viñetas triangulares, no sé, lo que surja. Es algo que me da bastante libertad de dibujo, de hecho. Y me interesa esa libertad: en la historieta y en el cine, sin marcos, eso podría no tener fin. En las películas el rollo no termina nunca, tiene el límite superior e inferior, pero ya los otros quedan eliminados, podría seguir infinitamente, y eso me parece súper interesante. 

- También pensaba esta cuestión del estilo en relación a las estéticas preponderantes en el cine, y en el cine de animación en particular hoy, y cómo eso dialoga con “Tindergraf”. ¿Hay algo poderoso en ver en la pantalla trazos tan diferentes a los de otras películas dibujadas pensando que ciertas estéticas van también de la mano de ciertas ideas y temas? 

- No estoy de acuerdo. No me parece para nada que haya solo una voz visible en el cine de animación. Yo vi muchísimo cine de animación de lo más diverso durante toda mi vida, siempre busqué mucho por el lado de lo independiente y me inspiró mucho, me dio mucho. Por algo también yo sigo siendo un poco independiente: todo lo comercial me cuesta, a veces me gustaría hacer más, pero todo encargo me cuesta, lo independiente me sale más fácil, lo raro. Y vi mucha animación rara, no creo que haya un lenguaje mainstream, aunque también mis referencias no son las del cine de pochoclo: esas animaciones las vi, pero también vi muchas otras cosas, dibujos con lápiz y muchísimo stop motion, incluso desde plastilina. Las cosas más rudimentarias a mí me sirven más de inspiración que el cine comercial, o así me sirvió en el pasado, son mil imágenes que me quedan y me parecen brillantes. Sí coincido que a veces ciertas estéticas van de la mano de ciertas ideas y temas, y así como la estética puede ser más comercial también por ahí lo es el guión, con ideas, con una moral que es más fácil de digerir, que no va por un lado demasiado oscuro. Yo prefiero, y trabajo, en una zona más indie donde lo que consumo y lo que produzco toca a veces cosas que no son bonitas o alegres, y a veces zonas más sutiles, el mensaje no es tan claro, trabaja más con la duda, la contradicción. Y eso quizás no es tanto el tipo de abordaje que puede tener una animación de Hollywood, que también consumo porque tengo un hijo chico… pero incluso los chicos buscan otras cosas y reconocen cuando una cosa es moralista, o los hace pensar y es más estimulante. Y de esas también hay en el circuito comercial, no digo del circuito comercial no tenga no contenga producciones súper estimulantes e inteligentes, solo que en ese circuito termina habiendo algunas ideas preconcebidas que se siguen repitiendo de manera normativa.

- Hablando de tu trabajo como artista independiente, en tus inicios te autoeditaste como historietista, y siempre pensé eso como un gesto un poco punk, del hazlo-tu-mismo, que tiene su tradición en la historieta, desde ya. ¿Cómo dialogó ese espíritu con la forma de producir el corto? El cine suele ser un trabajo más difícil de hacer-uno-mismo.

-  Hace años, me había autoeditado por primera vez en Barcelona: una narrativa gráfica que creo que no califica como historieta, que a partir de un álbum de fotos reconstruía la historia de esos personajes, de esas fotografías. Quedó un librito como de treinta y pocas páginas, y eso lo autoedité, lo empecé a distribuir… y fue todo un fiasco. Yo viajaba, entonces dejaba los libros, nunca iba a buscarlos, ni cobraba la plata, fue todo un delirio, pero igual seguía haciendo autoediciones. Cuando fui a Buenos Aires, también había hecho algunos fanzines, y ahí edité los primeros de historieta, y otros que no eran bien de historieta, eran como unos acordeones de dibujos, historias del tren. Y los empecé a editar, a ir a las ferias, y ahí empecé a conocer gente, a mezclarme con un mundo que encontré muy afín a mí, bastante hasta más afín del mundo de la arquitectura y de la obra, donde yo me movía más: ahí encontré muchas amistades, mucha inspiración, también mucho acompañamiento en lo que yo estaba haciendo. Fue hermoso eso en Buenos Aires, y hermosas las puertas que también me abrió la autoedición, porque así empecé a hacer circular también mi laburo, y ahí me empezaron a llamar para algunas cositas. Todo surgió de la autoedición: creo en el sistema de la autoedición, creo en la independencia de la autoedición, creo en el no tener que esperar por un aval, o el reconocimiento de una editora, es un circuito que valoro muchísimo, y creo que está repleto de talento, y calidad y diversidad, probablemente mucho más que el mercado editorial. El mundo fanzinero es maravilloso, y es muy vasto también lo que se puede hacer, son voces muy libres, y eso me encanta.  Este corto también en un punto es medio fanzinero, porque fue todo hazlo-tú-mismo, sí… Es una peli fanzinera capaz en un punto.

- Y hablando de estas voces completamente libres y diferentes que surgen de la autoedición, siempre me sorprendió tu trazo viniendo de una arquitecta, que, imaginaba yo, tendría líneas más rectas y claras… Me gustaría conocer un poco ese camino, cómo la arquitecta se convirtió en historietista, o si fue al revés en todo caso, y cómo pensás que conviven.

- Por un lado van muy de la mano, y por otro son casi antagónicas: yo siempre dibujé desde muy chiquita, y la arquitectura puede ser que tenga una cosa mucho más reglada y organizada, pero también todo lo que es la expresión del pensamiento, la construcción de la idea, se hace con trazo libre. O sea, uno tiene que dibujar: pensando cómo hago esa ventana, la dibujo cinco veces, tengo que poder transmitir el ambiente, las relaciones formales con el entorno, a través del dibujo a mano alzada. El dibujo técnico va después. Entonces, creo que en la arquitectura está presente ese dibujo más libre. En mí cohabitan muy tranquilos los dos tranquilos, la arquitectura y la historieta, aunque no sé si “tranquila” es la palabra en mi… pero cohabitan, y se complementan también.

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