Elijo creer

La vieja regla: donde unos ven medio vaso vacío, otros eligen ver el medio vaso lleno. Es la sensación que quedó luego del triunfo 19-10 de Los Pumas el viernes contra Samoa. Los que ven el medio vaso vacío podrán decir que era una victoria previsible, contra un rival inferior.

Y que, aún así, Los Pumas no jugaron bien y terminaron sufriendo más de la cuenta. Los del medio vaso lleno podrán recordar que Samoa le había ganado dos veces a Argentina en Mundiales (1991 y ’95) y que Los Pumas quedaron bajo enorme presión después de su pobre debut contra Inglaterra (no por la derrota 27-10, sino ante todo porque el equipo pareció resignado, pese a jugar con uno más casi todo el partido). Ante una derrota así, hay quienes dicen que lo mejor es volver a competir cuanto antes, para demostrar que se puede jugar mejor. No sucedió eso, sino todo lo contrario. Los Pumas (con fecha libre en la segunda jornada) debieron esperar trece días. Demasiado.

Las diferencias entre uno y otro deporte son enormes, pero la presión que siente el deportista de alto rendimiento no. Lo digo porque el partido contra Samoa me hizo recordar a la Argentina de Leo Messi contra México en el Mundial de Qatar.

Aquel también fue un partido decisivo tras la derrota inesperada en el debut contra Arabia Saudita. Recuerdo un primer tiempo pobrísimo del equipo de Scaloni, todos nerviosos, cuerpos que pesaban toneladas, mentes bloqueadas, hasta que el zapatazo de Messi desde afuera del área destrabó todo. No me refiero a que Los Pumas, como le sucedió a la selección en Qatar, podrán iniciar ahora un nuevo camino al título. Allí es donde ambos Mundiales son bien diferentes. Pero sí quiero decir que había que ganar sí o sí contra Samoa. Los Pumas lo hicieron. Pero su batalla mental todavía está en veremos.

Hubo muy buena obtención de pelota de los forwards (Samoa no es Inglaterra, claro), pero muy mala ejecución luego. Porque lució muy lento el 9 (el medio scrum Gonzalo Bertranou) y eso acaso perjudicó más de la cuenta al 10 (el medio apertura Santiago Carreras, que además pateó mal). Eso complicó ante una Samoa que terminó siendo más débil de lo previsto, porque regaló penales y nunca supo aprovechar las pérdidas inesperadas de Argentina.

Por eso la batalla mental sigue en veremos. Porque se ganó un partido de mucha tensión. Pero no se jugó bien. Lo saben los propios jugadores.

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“Elijo creer”, suele ser una frase de estos tiempos. Pero no es un capricho. Elijo creer porque Chile (más débil) podrá ser un adversario el sábado próximo que permita ir ganando en confianza. Porque Japón al fin de semana siguiente (domingo) es rival de respeto máximo, pero no es la selección temible de antes.

Y porque en hipotéticos octavos de final los posibles rivales (acaso Australia o Fiji) tampoco están entre los grandes favoritos al título. Pero elijo creer porque ante todo porque Los Pumas todavía están lejos de su techo. Es decir, hay grandes chances de mejora. Los Mundiales (de rugby, fútbol, del deporte que sea) suelen ofrecer esa chance de crecer partido a partido. Pero para que eso suceda es necesario seguir en competencia. Eso es lo que sucedió el viernes. Y no es menor.