Crear hábitos de lectura: un desafío para el hogar
Edición Impresa | 6 de Octubre de 2024 | 05:29

En Argentina, los datos recientes indican que los hábitos de lectura de los jóvenes están fuertemente ligados al contexto escolar. Según la Encuesta Nacional de Consumos Culturales, el 77% de los adolescentes de 13 a 17 años afirmaron haber leído al menos un libro en el último año, mayormente impulsados por las exigencias académicas. Sin embargo, al salir del ámbito escolar, este hábito tiende a disminuir significativamente. Menos de la mitad de continúan leyendo por puro placer, lo que sugiere que, para muchos, la escuela es la única oportunidad de contacto con la lectura.
¿Qué hacer para incentivar el contacto con los libros en los hijos?
La lectura es crucial en el desarrollo de los niños, no solo por su relación con el rendimiento escolar, sino también porque proporciona cultura general, desarrolla el ser analítico y contribuye a la formación de la personalidad, además de ser una fuente de entretenimiento. A la hora de fomentar la afición por la lectura, la familia desempeña un papel fundamental.
Los psicólogos advierten que una infancia pasiva frente a pantallas puede llevar a una adolescencia y adultez en la que los individuos son manipulables, carecen de criterios analíticos y les cuesta comprensión de la realidad. Los beneficios de la lectura son numerosos: crea un lenguaje propio, ayuda a entender el mundo y proporcionan herramientas de expresión y comunicación. Además es esencial para el crecimiento cognitivo y emocional.
Es frecuente que los adolescentes se distancien de los libros, pero si se ha establecido una base sólida desde la infancia, es probable que retomen el hábito más adelante. Para los niños más pequeños, es mejor no presionar, pero sí ofrecerles libros atractivos y mostrarles que leer es una actividad placentera en la familia.
Las pantallas han creado la cultura de los 5 minutos. Todo debe ser inmediato, relampagueante y así deben resolverse las cosas. Los psicólogos afirman que los menores de 35 años sufren las consecuencias de la ansiedad crónica en mayor grado que las generaciones anteriores. Leer ayuda a elaborar, tomarse tiempo y darse el espacio para pensar antes de tomar decisiones. Es decir, no sólo el aporte cultural, lo escrito se convierte en un entrenamiento para usar todos los sentidos tratando de imaginar los escenarios en que se desarrolla cada historia.
ESCUCHAR HISTORIAS
Formar un lector implica cultivar primero un buen oyente. Al oír relatos, los niños desarrollan su imaginación y su capacidad de atención, habilidades esenciales para la lectura y para la vida.
Escuchar historias y cuentos durante la infancia es una experiencia enriquecedora que sienta las bases para el amor por la lectura. La disposición de un niño a enfrentarse a un libro está profundamente influenciada por las vivencias compartidas en su primer contacto con la narración. Cuando los adultos no solo cuentan, sino que leen cuentos en voz alta, crean un ambiente de fascinación y curiosidad. En ese sentido la familia tiene un rol tan o más importante que la escuela.
Cada historia le permite vislumbrar un mundo de aventuras y personajes. Al escuchar estas narraciones, los chicos no solo disfrutan del momento, sino que también aprenden que, tras las tapas de un libro, se esconden relatos cautivadores.
La lectura comienza en la infancia, en la magia de las historias compartidas. Al crear un entorno donde las palabras cobran vida, significan, se están abriendo las puertas a un futuro donde los libros ya no son ajenos.
CONTAR HISTORIAS
Las vacaciones de verano suelen extenderse por más de dos meses, un tiempo en el que muchos niños se alejan de los libros, asociándolos únicamente con la rutina escolar. Para evitar que esos días de ociosidad peligrosa se deslicen entre pantallas, se puede incentivar a los hijos a que compartan historias, fomentando su imaginación y creatividad.
En este proceso, es crucial invitar al niño a convertirse en relator. Cuando toma la iniciativa de contar sus historias favoritas, se establece un intercambio rico en creatividad. De ser oyentes pasivos, nos transformamos en partícipes activos de su entusiasmo. Esta dinámica no solo refuerza su confianza, sino que también fomenta la creatividad. Se comienza a imaginar nuevas tramas, personajes y escenarios, lo que impulsa a contar historias propias. De esta manera, la lectura se convierte en una actividad activa y no solo en un pasatiempo pasivo.
Algunos padres han optado por incentivar el contacto de los hijos con los libros, inclusive con premios y hasta con dinero. Esto último es objetado, pero no faltan quienes creen que “después de hacerle regalos por la lectura de cada uno de los 3 libros que le había comprado me pidió el cuarto”. Otros han puesto en práctica desde los dos años de edad de los chicos, que algunos libros al tocar ciertos lugares de cada página se producen sonidos. No es un artilugio nuevo y se pueden conseguir muchos de segunda mano en distintas ferias. Es decir, las imágenes, los dibujos, el sonido, el dar vuelta cada página significa acción. Es decir, el libro no es algo inerte. Después al crecer irán teniendo la sensación de que la lectura les da, les concede, los entretiene. A cierta edad el niño merece tiempo para aburrirse, sentarse tranquilo mirando el vacío, sin obligación de pensar ni de tomar decisiones o estar siempre en acción.
“Existen muchas estrategias, tantas como lectores hay”, cuenta Héctor, su papá. “Personalmente, le pido a mi hija que lea un libro para luego que me lo relate con sus propias palabras. Pero, esto no surge de la noche a la mañana”.
HACERLOS PROTAGONISTAS
Incorporar a los hijos como protagonistas en las historias que se les cuentan es una buena estrategia para despertar la curiosidad y fomentar el amor por la lectura. Al hacerlo, no solo se capta su atención, sino que también se les muestra que las palabras pueden convertirse en una aventura personal y significativa.
Imaginando a un niño que escucha una historia en la que es el valiente héroe que enfrenta dragones o descubre tesoros escondidos, se crea una conexión emocional con la narrativa. Al verse reflejado en la historia, se genera una motivación intrínseca para explorar más sobre el tema. Esto puede llevar a buscar la historia original o a sumergirse en libros relacionados.
Además, al introducir elementos familiares en las narraciones, como amigos o lugares conocidos, se crea un entorno seguro y estimulante. Este tipo de cuentos no solo entretienen, sino que también refuerzan el vínculo entre padres e hijos, generando momentos de conexión que se transforman en recuerdos inolvidables.
Así, al contar historias donde los niños son los protagonistas, se alimenta la curiosidad por la lectura y se les anima a convertirse en narradores de sus propias vida.
Es clave fomentar el hábito de leer por placer / Web
CREANDO ESPACIOS
Incentivar la lectura en los hijos requiere crear un ambiente propicio que fomente el interés por los libros desde una edad temprana. Cabe agregar que, al incluir la lectura de trabajos científicos en la rutina familiar, se pueden repartir libros en la mesa, generando un espacio compartido donde todos participan. Este tipo de actividades no solo promueve la lectura, sino que también transforma la experiencia en un momento de conexión en el hogar.
Es fundamental que la lectura no se asocie con la soledad o el aislamiento, sino que también se pueda convertir en una actividad social y placentera. Al crear un ambiente donde padres e hijos pueden disfrutar de los libros juntos, se establece la idea de que no solo hay lectores solitarios. En ese sentido, se debe tener en cuenta que espontáneamente muchos jóvenes prefieren estudiar con un compañero, mientras que otros para concentrarse prefieren la soledad.
Se puede complementar esta práctica con visitas a bibliotecas o librerías, donde se invite a los niños a elegir sus propios libros. Este enfoque no solo estimula su interés, sino que también les permite sentirse protagonistas en su experiencia lectora. Así, se fomenta una experiencia enriquecedora y compartida que puede cultivar el hábito de la lectura a lo largo de sus vidas, convirtiendo los libros en compañeros de aventuras y descubrimientos.
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