Echar, el verbo de la semana

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Alejandro Castañeda

afcastab@gmail.com

Echar fue el verbo de la semana. Es mucho más cruento y concluyente que “despedir”. La lista de echados ha sido muy generosa en el asomar de un verano que los meteorólogos anticipan como súper caliente. Entre la política y los famosos, arreciaron los adioses. Echaron sin miramientos a la canciller Diana Mondino, a quien nunca la dejaron subir al avión presidencial, un detalle que define el verdadero rango en el escalafón del poder. Compartir cielo con el mandamás de turno te pone en las nubes. Ese avión, como la sonrisa del Papa, es un calificador incomparable. Los que lo ocupan, arañan el cielo. Mondino fue despedida sin mayores explicaciones, acusándola de haber traicionado al catecismo mileista. Si no te invitan al avión, siempre serás ministro de cabotaje.

A De Paul también lo echó Tini, que parece haber encontrado en los brazos de una cantante, el amor y la pasión que el incansable volante campeón no le inspiraba. Tini decidió bajar todas las fotos y recuerdos de un affaire que desestabilizó en su momento el alma y la cabeza de un jugador clave en plena gesta mundialista. No fue el único campeón separado. Esta semana se supo que Enzo Fernández, otro mundialista, había decidido echar a su esposa y seguramente ya firmó con una nueva masajista. Su decisión fue una sorpresa, al menos así lo ha expresado ella. Los futbolistas se han acostumbrado tanto a buscar un hueco para filtrarse, que el cambio de puesto y de camiseta es parte de su horizonte más apetecido. El triunfo a veces genera estos desplazamientos. Mac Allister, otro campeón, dejó a su novia en pleno precalentamiento para irse a vivir con la íntima amiga de la ex, una noticia doblemente dolorosa para la antigua. Las botineras más experimentadas saben que hay que hacer lo imposible para que su hombre triunfe, aunque no tanto para que empiece a escuchar las ofertas de esos representantes que siempre los convencen a cambiar de equipo.

Pampita echó a su marido, en una tormentosa gesta que incluyó mudanzas a la vista y cura de arrepentimiento para ese esposo engañador, que ligó doble tarjeta roja en una semana: Pampita lo echó de su casa y Jorge Macri de su gabinete. A García Moritán no le quedó otra que irse a los pagos de Pancho Ramírez a buscar alguna tropilla aliviadora que lo ponga lejos de la partida de recuerdos que lo perseguían a todo galope. Mientras Pampita, con esa sospechosa prontitud que acreditan las famosas para inaugurar su olvido, ya encontró un suplente que le permite articular planes amorosos y poder mostrarle a su público una pena presentable. La soledad siempre es sospechosa, especialmente en determinados círculos. El neurobiólogo Antoine Bechara, dice que estar solo después de una separación o tapar todo con una nueva pareja no evita que el cerebro siga enviando recuerdos. Mondino, De Paul, Pampita y las ex de Enzo y Mac Allister, al final son ejemplos de un aparato que exalta la pasión contrariada y que tal vez no busquen venganza sino una compensación por tanto sentimiento invertido en vano.

Milei también echó del panteón histórico a Raúl Alfonsín, en un ataque de revisionismo desbocado que promete auditar a todos los próceres. Su tendencia a la descalificación gruesa esta vez fue muy lejos. Bajo la picota de su estilo insultante, calificó como golpista al expresidente, un hombre que ha ganado inmejorable lugar como demócrata honrado, indiscutido y respetable. Los radicales están tan desunidos, que quizá aparezca algún mini bloque complaciente con Milei para poder ganar algún asado heroico en Olivos.

Hay que reconocerle al Presidente que su método es tan expeditivo y con tan pocas filtraciones, que ni los periodistas más cercanos alcanzan a vislumbrar los que andarán ahora por el pasillo de la muerte. Cada funcionario cuando sale de casa debe saber que tiene que patear un penal decisivo por jornada y seguramente observará detenidamente hasta los gestos de los granaderos para adivinar si a esa hora sigue siendo o ha dejado de ser.

Sin duda cualquier ruptura es como un futuro que se tuerce, un proyecto que se empantana o una historia trunca en la que solo quedan los destellos de un pasado feliz que sólo podrá servir para integrarlo a la fantasía del recuerdo.

Al final, todos seremos echados.

Si no te invitan al avión presidencial, siempre serás ministro de cabotaje

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