Ocurrencias: homenajes a Inodoro y Mafalda, dos hijos de la tinta y el talento

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Alejandro Castañeda

afcastab@gmail.com

En estos días hubo sendos reconocimientos a los dos mejores humoristas gráficos del país: Quino y Fontanarrosa. De distintos alcances, por supuesto, tanto ellos como esas criaturas suyas que fueron creciendo en diarios y revistas. Universalista la nena, que en noviembre, sesenta años atrás, hacía su aparición en la revista Primera Plana. Y costumbrista y ocurrente Fontanarrosa, que la semana pasada hubiera cumplido 80 y que dio cátedra desde la real academia del café El Cairo.

Mafalda la inolvidable creación del mendocino es una ciudadana del mundo, la embajadora argentina más repartida y disfrutada, una nena honda, rigurosa, perspicaz y algo decepcionada. Ella educó, divirtió, nos hizo reír y pensar y fue acompañando su modo la actualidad de ese mundo al que alguna vez le pidió que pare, “porque me quiero bajar”.

Y Fontanarrosa, con un ingenio simple y tribunero, sin querer internarse en profundidades ni pretender opinar y dar lecciones de nada, nos dejó un legado que está hecho de imaginativos juegos de palabras y que ha encontrado entre la gente simple y sus personajes pintorescos los mejores difusores de su pluma inspirada.

Taciturno uno, callejero el otro, yo entrevisté a los dos: a Quino en Madrid, en octubre de 1976, después de una firma de libros. Y en el 2003 a Fontanarrosa en Pinamar. Se fue Quino y ahora es Mafalda la que está en Madrid y seguramente para siempre. La nena implacable y graciosa ha cumplido 60 años pero seguirá siendo curiosa, respondona y filosa. Desde noviembre tiene una escultura allí, delante de la Casa del Lector del centro cultural Matadero, en la capital de España. Sentada en un banco de madera municipal, e imaginada con un vestido rojo por el artista argentino Pablo Irrgang, la escultura de 80 centímetros de alto y 20 kilos sigue recibiendo caricias y selfies. “Mafalda ha suscitado simpatías transversales sin importar las tendencias políticas. Siempre ha tenido una mirada crítica en el otro, pero haciéndose cargo de toda la bondad y miseria de los seres humanos”, dijo su sobrino, quien inspiró el personaje de Guille, el hermanito de Mafalda. Lo indudable es que la universalidad de sus ocurrencias no la dejará envejecer.

Mafalda ya tiene su estatua en Matadero Madrid.

Y al celebrarse esta semana el ochenta aniversario de su natalicio, los amigos de Fontanarrosa le organizaron una verdadera fiesta de nostalgia y humor en El Cairo, el bar y café que el “Negro” inmortalizó y que fue un fogón de amigos entrañables que no querían cambiar el mundo sino acomodarlo a un paladar hecho de fútbol, actualidad y chistes, uno de esos lugares que te van abrigando con su murmullo cotidiano y sus caras amigas. El acto recordatorio no fue nada académico y tuvo como gran capitán nada menos que al incomparable Joan Manuel Serrat, un artista alejado ya de giras y escenarios, pero que viajó desde Barcelona sólo para estar en El Cairo, charlando con Eduardo Sacheri y dialogando con los recuerdos del papá de Inodoro.

Nada más justo y oportuno que acudir a Mafalda y Pereyra, dos seres imaginarios, para tratar de ponerle sonrisas y palabras sentidas a una actualidad sobrada de guarangadas y con esos bares donde cada vez se charla menos porque el teléfono es el concurrente más acaparador.

Yo pude entrevistar en octubre del 76 a Quino, en Madrid. Y en el 2003 a Fontanarrosa en Pinamar. Por supuesto, fue más sabrosa la charla con el rosarino. Quino se presentaba como un hombre exitoso y desganado, que no iba a colaborar para poder redondear una nota interesante. No era una pose ni estaba cansado. “Soy siempre así”, dijo, casi como pidiendo disculpas. Me pareció un hombre que iba a menos, parco, corto, un autor exquisito que había invertido toda su simpatía en Mafalda.

Con Fontanarrosa conversé al final de una charla que había brindado en un centro cultural de Pinamar. Al final, tras los aplausos, me presenté. Le dije “quiero conversar con vos y trabajo para el diario EL DIA de La Plata”. Sus primeras palabras fueron una definición adelantada de sus intereses. Mientras me daba la mano, me preguntó: “¿Pincha o Tripero?”. Y a partir de allí, todo fluyó naturalmente.

Hemos seleccionado diez frases de Inodoro y otras diez de Mafalda para poder empezar diciembre, mes de apurones, balances y desbordes, con una sonrisa y una chispeante y merecida evocación a estos humoristas supremos y a esos dos hijos de tinta que nunca se borronearon.

 

 

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