De La Plata a la TV: Marcelo Moretti Salvo, la increíble historia del ingeniero de los millones

“La vida me dio un regalo”, dijo Marcelo Moretti Salvo (42) el día de su debut en “Los 8 escalones del millón”, el programa que conduce Guido Kaczka y en el que sigue en carrera tras haber ganado hasta anoche ocho millones y medio de pesos. Y ese “regalo”, lo sabe bien el ingeniero citibelense, no tiene que ver con lo material, sino con el hecho de seguir en carrera: “la vida me dio otra oportunidad”, le admitió a EL DIA.

Es que la vida de este “re ingeniero” -como lo llamó Guido, sorprendido por su triple título en ingeniería en Construcción, Vías de Comunicación y Civil- no ha sido fácil en los últimos tiempos. “En cuatro años tuve un ACV, una intervención cardíaca y me extrajeron un tumor cerebral”, detalló.

Es por eso que, según dejó en claro, viene mostrando en la pantalla de El Trece mucha efusividad en sus hasta ahora tres festejos (ganó el martes, el miércoles y anoche, y hoy volverá a participar): “Más allá del dinero, que nos viene bien, lo más importante de esto fue la recuperación de nuestra confianza, de nuestro sentimiento, de nuestras ganas de disfrutar la vida”.

Si vamos por lo más cercano podríamos contar que el 29 de mayo del año pasado, Marcelo (que nació en Uruguay pero que de chico se fue a vivir a Lobería, provincia de Buenos Aires, y que desde los 18 vive en La Plata), entró al quirófano del Fleni, en donde le extrajeron un tumor de tres centímetros. “Afortunadamente, tocado por una varita mágica, la operación fue un éxito. Se confirmó que era un tumor benigno, tengo que hacer control anual por cinco años”, confesó Marcelo que cerraba, con esa operación, cuatro años de incertidumbre, angustia y dolor.

La pesadilla había comenzado el 18 de diciembre de 2019 cuando, en el día de cumpleaños de su hijo Lauti, se quedó mudo. No podía hablar, temblaba, estaba en shock. Lo llevaron de urgencia al San Roque de Gonnet, donde le diagnosticaron “crisis de estrés” y lo mandaron a la casa. Sin embargo, no conforme con esa devolución, fue a su neurólogo y una resonancia confirmó que lo que había tenido había sido un ACV isquémico que le dejó como secuela una sensibilidad superficial de la parte izquierda de su cuerpo.

En ese momento, Marcelo tenía 37 años, siempre había sido sano y no tenía antecedentes médicos; entonces, indagando en las causas que podrían haber provocado ese diagnóstico, descubrieron (batería de estudios mediante), los dos factores que, combinados, lo causaron: un trombofilia congénita y una afección cardíaca.

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La recomendación médica para evitar un segundo episodio fue una intervención cardíaca vía cateterismo que llegó a tres meses del ACV. “Obviamente, no tenía muchas ganas de tenerla, me durmieron, pero salió todo perfecto, y al otro día estaba en mi casa caminando sin problema”, dijo y contó, entre risas ahora, que “lo más dañino de esa operación” fue la forma en la que una enfermera le sacó una venda de una pierna: “me dejó una cicatriz de piel infinitamente más grande que la cicatriz que me dejó toda la operación”.

La recuperación de su estado de salud (le recomendaron fonoaudiología, terapia ocupacional y kinesiología) estuvo atravesada por varios factores de estrés, entre ellos, la presión de la empresa en la que trabajaba para que se reincorporara a la oficina; la llegada de la pandemia (que demoró siete meses el inicio de rehabilitación); un problema de salud de su padre que revolucionó a la familia; una estafa inmobiliaria demoledora; problemas laborales y económicos; y hasta un hecho de inseguridad marcaron los siguientes años de Marcelo y de su círculo cercano. Ahora sí la “crisis de estrés” aparecía y su cuerpo volvería a pasarle factura.

Porque, antes de su ACV, le habían detectado un tumor benigno en el cerebro que durante mucho tiempo no creció y, por eso, no había requerido ninguna atención más allá del control periódico. “Hasta que, en coincidencia con lo de mi viejo y lo de la estafa, y todos los otros problemas, las resonancias empezaron a dar que el meningioma crecía, crecía, crecía y mi neurólogo me dijo ‘te recomiendo hacer una consulta con un neurocirujano’. Yo sabía que si vas a hacer una consulta con un neurocirujano, no vas a ver qué opina, le vas a poner fecha a la operación”.

La fecha fue el ya mencionado 29 de mayo del año pasado, en el Fleni, y la previa fue “muy dolorosa y angustiante”. Sabía que el médico que lo operaba era una eminencia pero, aún así, el miedo lo invadía. Pensaba en sus hijos, en su mujer, en su familia. Y hasta llegó a dejar cartas escritas para los nenes por si no volvía; cartas que felizmente luego rompió entre el alivio y la felicidad.

“Por eso en el programa dije que para mí era un regalo estar ahí, una bendición, porque fue un proceso muy doloroso. La decisión de decirle al médico ‘operame’ fue prácticamente una semana de angustia, de llanto, de decir ‘no me quiero morir’, y de pensar en todas las variables, en todas las dudas que uno se hace, y sobre todo cuando sos ingeniero y te creés que controlás todo”, admitió, entre risas.

En cuatro años, sufrió un ACV, lo operaron del corazón y de un tumor cerebral

Fueron cuatro años duros los de Moretti Salvo pero de pronto ”el viento empezó a soplar un poquito de cola, y cada vez más fuerte. En las vacaciones ya pasaron cosas alentadoras y esto de ‘Los 8 escalones’ fue la frutilla del postre”, admitió Marcelo.

“Porque más allá de lo económico, fue importante para poder demostrarme que estoy sano, que mi cerebro está bien, que pude exponerme a una situación tensa como estar en la tele, que pude exponerme a una situación exigente desde lo intelectual y tener bastante éxito. Y también porque sirvió para que mucha gente se entere de lo que pasó y que se acerque, que entienda qué fue lo que nos pasó porque algunos no entendían”, agregó el ingeniero de los millones, al que desde el martes le explota el teléfono de mensajes y llamadas.

Marcelo contó que usarán parte del dinero para irse de viaje y ya eligieron destino: las Cataratas del Iguazú los espera. Aunque habrá algo especial para los más chiquitos que “obviamente” ya pidieron regalo: Mica una Barbie de peluche y Lauti una Ferrari a control remoto que muy pronto tendrán.