Una tragedia anunciada: el femicida de Berisso tenía una denuncia

Separado de su expareja y, con una orden de restricción de contacto vigente, igual se le acercó con un discurso de arrepentimiento. Eso le permitió dormir las últimas dos noches en la casa, hasta que la mató a cuchillazos

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Minutos antes de las siete de la mañana de ayer, dos policías del Comando de Patrulla de Berisso, que recorrían la jurisdicción de la comisaría segunda, recibieron vía radial el aviso de alerta por una tentativa de suicidio en una vivienda de la calle 28 entre 159 y 160, del barrio Villa Roca. Sin embargo, al llegar al lugar, los agentes, un subteniente y una oficial, se toparon con una situación mucho más grave. En medio de un tumulto de gente que se agolpaba frente a la finca, yacían dos cuerpos en un charco de sangre. Se trataba de Andrea Liliana Alegre (49) y de su ex pareja, Carlos Santiago Prado (48). La mujer estaba muerta y el hombre, con un profundo corte en la garganta, aún mostraba signos vitales.

Con el shock de la situación y, un creciente número de personas, se organizó un cordón de seguridad y se requirió la urgente presencia de una ambulancia, que levantó a Prado y lo derivó al hospital Mario Larraín de esa ciudad. Su estado es muy delicado.

En tanto, constatado el fallecimiento de Alegre, que lucía varios puntazos en el tórax y en la espalda, todos de la cintura para arriba, la aparición de los peritos, camuflados en sus trajes especiales para no contaminar la escena, impregnó al ambiente de un dramatismo aún mayor.

Se supo que una joven de 22 años, hija de ambos, se convirtió en testigo involuntaria de la tragedia y fue quien confirmó la hipótesis que ahora se conoce del caso: “un homicidio agravado -femicidio- seguido de un suicidio tentado”.

De acuerdo a fuentes judiciales, la chica declaró que se encontraba en el inmueble descansando, cuando una serie de gritos la despertaron. Y, al levantarse, se topó con su padre apuñalando una y otra vez a su madre con una cuchilla grande de cocina, luego secuestrada para pruebas de laboratorio.

“Dejame, dejame”, habría suplicado Alegre, pero cegado por la violencia, Prado se convirtió en una máquina de apuñalar.

Sin dudas, se trata de la crónica de una muerte anunciada, ya que el hombre, desde el 29 de diciembre pasado, contaba con una denuncia por violencia de género y un pedido de exclusión del hogar.

Ayer a la tarde, en una nota concedida a EL DIA, Jorge (28), uno de los hijos de la víctima, que tenía un botón antipánico para preservarse de cualquier ataque, expuso que “la orden de restricción perimetral, para no acercarse a menos de 500 metros de acá, se mantenía vigente sobre mi papá”.

Por qué no se cumplió la medida, que tal vez hubiera salvado a Alegre, es lo que llama la atención. Pero Jorge ensayó una explicación y se lamentó: “Pese a que hace un par de semanas la había amenazado con matarla y, lo mismo a mis hermanas, el lunes vino a hablar bien con ella y, como lo notó distinto, le permitió que se quedara a dormir”.

Al parecer, en esas 48 horas que precedieron al horrendo desenlace de la relación, “todo era amor y paz. Él se la pasó llorando, inclusive, mostrándose arrepentido de las cosas que hizo y que los llevaron a esa situación”.

Sin embargo, una nueva discusión, por cuestiones aún no dilucidadas, precipitó el final muchas veces temido por sus familiares.

“ELLA SENTÍA AMOR Y COMPASIÓN”

Cuando se le preguntó a Jorge por qué su madre había accedido a recibir en su casa a quien venía de amedrentarla de semejante manera, aclaró que “ella sentía amor y compasión por él”.

Profundizó al respecto: “Estuvieron juntos 28 años y, si bien mamá tomó hace tres meses la decisión de desalojarlo de acá, fue porque papá la hacía sufrir mucho por sus celos enfermizos e injustificados”.

Aunque, según contó Jorge, igualmente “mamá se solía conmover cuando papá le contaba que desde que se separaron, dormía en las plazas. O cuando en otras ocasiones, le comentó que no soportaba la separación y que había tenido supuestamente dos intentos de suicidio. Se habría querido ahorcar, pero se cortaron las sogas”.

De todas maneras, sentenció: “Mamá no quería saber nada de recomponer la relación, como él se lo venía pidiendo”.

“Hasta le llegó a decir que si mamá no aceptaba que estuvieran nuevamente juntos, se iba a ir a Entre Ríos, donde tiene familiares al igual que en Rosario”, reveló después.

Del femicida, que ahora lucha por su vida, tras la gravísima lesión que se autoinfligió, al punto de dejar a la vista la tráquea, puntualizó que “hacía laburos de albañil”.

De su madre, dio a conocer que “trabajaba en una cooperativa municipal de Berisso y vivía sola, aunque mi hermana, que los acompañaba cuando pasó todo, se quedaba con ella de lunes a viernes por cuestiones laborales”.

Con lágrimas en sus ojos, recordó que “vivía para su trabajo y su familia. Es terrible que haya terminado así. Muy injusto”.

En el hecho interviene la fiscal penal de La Plata, Betina Lacki.

“Papá la hizo sufrir mucho con celos enfermizos y sin motivos. Igual pedía que volviera con él”

“Mi hermana se despertó por los gritos de mamá, que le decía ‘dejame, dejame’”

 

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