Advertencia sobre los daños auditivos que sufren, sobre todo, los menores de edad
Edición Impresa | 23 de Abril de 2024 | 02:46

Hace muchos años que distintas entidades médicas y numerosos especialistas vienen formulando advertencias sobre los efectos nocivos del ruido en la vida de las personas y de la pérdida auditiva que se registra, sobre todo en las personas más jóvenes sometidas no sólo al incremento de ruidos en las ciudades sino al uso desmedido de dispositivos electrónicos, que están llevando a que hoy se observen dificultades de audición en menores de edad.
Tal como se detalló ayer en este diario, desde el constante zumbido del tráfico hasta el bullicio urbano, la población se encuentra continuamente expuesta a entornos sonoros desfavorables que sobrepasan los límites seguros para su capacidad auditiva. Según un estudio de la OMS, más de 1.000 millones de jóvenes corren riesgo de perder la audición, debido a la exposición a sonidos fuertes.
Por su parte, un estudio realizado por el Colegio de Fonoaudiólogos de La Plata puso en evidencia que aunque el 93 por ciento de los estudiantes sabe que el sonido a alto volumen puede ser perjudicial, el 72 por ciento reconoce que se expone a él con regularidad.
Los altos volúmenes provenientes de dispositivos electrónicos como teléfonos móviles, reproductores de música y auriculares triplicaron en la última década el ruido recreacional al que se exponen los más jóvenes. Pero los especialistas también apuntan al ruido urbano, provocado por la concentración de tránsito y de vehículos que no cumplen con las normativas vigentes, lo que obliga a las autoridades a un urgente control.
Una fonoaudióloga platense dijo a este diario que la exposición prolongada a altos niveles elevados de ruido “puede ocasionarnos estrés, fatiga y trastornos del sueño, lo que afecta negativamente nuestra calidad de vida. Por eso resulta esencial prestar atención a estas señales y tomar medidas preventivas para preservar nuestra salud auditiva”.
Se conoce que la sordera, entendida como la falta de capacidad para escuchar sonidos, puede producirse por factores hereditarios, congénitos y también por los adquiridos desde el momento del nacimiento, es decir, a lo largo de la vida y obedeciendo ello a numerosos factores causales.
En cuanto a las causas consideradas sociales, tal como se ha señalado reiteradamente en esta columna, con el tema de los ruidos molestos reina el caos, el libre albedrío; son pocos los que cumplen con las normas o existe una suerte de anomia autorizada tácitamente, pero todo sigue igual y aún empeora día a día. En la Ciudad las motos con escape libre y los autos con enormes parlantes para emitir música a todo volumen encuentran zona liberada.
Existen conclusiones comprobadas, que debieran servir para que se impulsen, sin pérdida de tiempo, acciones encaminadas a evitar todo foco de contaminación sonora, sin perjuicio de hacerlo también contra los diversos factores médicos que pudieran estar incidiendo. A todas luces se está ante un problema crítico que requiere no sólo una reacción institucional -eficaz y ejecutiva-, sino también una actitud colectiva más solidaria, susceptible de acompañar los programas que deban ponerse en práctica.
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