La Ciudad debe prestarle un total respeto a los distintos monumentos

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Buena ocasión la de ayer -al haber sido 20 de junio- para tomar conocimiento de que se avanzó y se proyectan nuevas mejoras en el Monumento a la Bandera ubicado en la plaza Belgrano de nuestra ciudad. Los reiterados ataques vandálicos que sufrió en los últimos años demandaban esas tareas de recuperación de un lugar destinado a rendir homenaje a uno de los principales próceres de la Argentina, como lo es Manuel Belgrano.

Según se informó, desde la dirección de Ornamentos de la Comuna local se facilitaron el personal, los andamios, las herramientas y las pinturas para que un artista plástico platense -el mismo que había ilustrado el monumento años atrás- pudiera realizar las reparaciones que presentaba un mural y, entre otras obras, las fisuras en la estructura del edificio.

Si bien no se trata de establecer una escala de supuesta mayor importancia de las estatuas y distintas figuras ornamentales de la Ciudad –ya que son todas las que merecen encontrarse en perfectas condiciones- existen indudablemente algunas que, por su valor histórico o emblemático, por sus especiales valores científicos y culturales merecen una atención concentrada por parte de las autoridades y que, sin embargo, no la reciben.

En una situación que no era de ahora y que, con diversos matices se remonta a muchos años atrás, sucesivas administraciones permitieron que el Monumento a la Bandera, justicieramente emplazado a principios de la década del 80, hubiera sido ganado por el vandalismo, el olvido y la desaprensión. También es cierto que se realizaron algunas tareas de restauración, aún cuando la degradación que sufrió el lugar no dejó de afectarlo.

En sus primeros años allí tuvo su sede el Instituto Belgraniano que creó un pequeño museo. Sin embargo, la falta de vigilancia permitió que ingresaran desconocidos al ámbito diseñado al pie del mástil y muchos de los objetos que allí llegaron a exponerse fueron robados, perdiéndose definitivamente el dominio institucional del lugar a manos de los vándalos que virtualmente lo destruyeron. El lugar llevó a ser utilizado como depósito de los carritos de los barrenderos.

A grandes rasgos podría señalarse que, pese a su relativa corta vida en relación a otras ciudades, La Plata acuña en la vía pública una riqueza ornamental importante, surgida del aporte de las sucesivas generaciones. Sin embargo, la experiencia acumulada a lo largo de años demuestra que, lamentablemente, no siempre se cumplió con preservar debidamente ese patrimonio.

El compromiso de conservar los monumentos y ornamentos públicos, que apuntan a reflejar lo mejor de la historia, del conocimiento y de la cultura del país, debería encontrarse fundamentado en principios sólidos de respeto a la mejor identidad del país. Y en este caso, desde luego que corresponde mencionar el enorme y desinteresado legado que le dejó Belgrano a las sucesivas generaciones.

 

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