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El ascenso de la artista platense surgida de “La voz” no se detiene. Ahora, tras realizar shows internacionales, colaboraciones con grandes figuras, tras su nominación al Gardel, la cantante vuelve a la Ciudad para mostrar “Altar”, su primer disco
Luz Gaggi, en su paso por la redacción de EL DIA / Demian Alday
En los desolados tiempos de la pandemia, en tiempos de todos contra todos, como diría Fito, en tiempos de músicas pasadas por el tamiz homogeneizador de la industria, una voz irrumpió desde la pantalla: hace tres años, en “La voz argentina”, apareció el canto de Luz Gaggi, con la potencia del viejo rock, del blues, del gospel, pero con maneras de expresar y cantar del pop moderno y la música urbana del siglo XXI. Una voz única, inclasificable.
Los platenses supimos rápido que Gaggi era del barrio. Ahora, la artista platense, que quedó segunda en aquella competencia, volverá a su ciudad, el viernes, para mostrar su primer disco, “Altar”, en la sala de 58 entre 10 y 11. “Estar acá es como estar en el patio de mi casa, es lindo, va a estar mi familia, mis amigos, y seguro me reencuentro con gente que no veo hace mucho”, dice, en diálogo con EL DIA, y avisa que en el escenario cantará los temas de “Altar” pero también “algunas sorpresas más”.
A tres años de “La Voz”, la carrera de luz se expandió
Gaggi se presenta en la Ciudad de regreso de su segundo viaje en dos años Estados Unidos, donde, relata, “fui a llevar mi raíz para allá, a mostrarle a los yanquis lo que es La Negra Sosa, Soda Stereo”.
También, agrega, “fui a perderme un poco. A inspirarme de las calles: fui a conectarme, a sacar cosas honestas de mí y plantearlos en la música”. Allí grabó varios temas de “Altar”, y también de canciones que todavía no vieron la luz. “Altar” lo grabó con los experimentados Josh Cumbee y Claudia Brant, apenas una muestra de lo que ella misma define como un ascenso meteórico, vertiginoso, desde los días de “La voz”.
Desde entonces, ha estado nominada a un Premio Gardel, ha grabado con David Lebón (con quien homenajeó a Charly en los Gardel, con una descorazonante versión de “Desarma y sangra”), con Diego Torres, ha compuesto con Claudia Brant. Ahora le piden fotos por donde va.
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“De repente, tenés una gran tribu que te banca, que te abre puertas muy copadas, llegás a gente muy copada. Se están cocinando muchas cosas, es una cocina constante. Me están pasando cosas muy locas”, se ríe. Pero “lo vivo tranquila”, dice. “Se ve como algo muy intenso, las cosas están pasando muy rápido, pero trato de tomarmelo con calma, midiendo cada paso”.
“Las cosas están pasando muy rápido, pero trato de tomarmelo con calma, midiendo cada paso”
- Hablás de una cocina constante, de vértigo. ¿Cómo llevás ese aspecto de la industria que te lleva todo el tiempo a estar cocinando, una colaboración, una gira, produciendo temas, publicando en redes? Debe ser desgastante desde lo creativo.
- Sí, como lo describís. En esta movida, hay que tratar de estar bien mentalmente y emocionalmente. Como cualquiera tengo mis altibajos, a veces se me chisporrotea un poco el cerebro… Pero trato de tomarlo con calma. Tengo un punto a favor: tengo una rueda compuesta de mis amigos, que son mi cable a tierra, mi familia, que me banca fuerte. Parece un cliché, pero al estar expuesto a muchas emociones, a tantas cosas de las que hay que estar pendiente, sirve mucho: es gratificante tener un lugar para volver, una casa.
“Es una rueda: los artistas de ahora no podemos negar que somos hijos de ese rock de antes, de esa música, como los del rock fueron hijos del tango”
- ¿Y cuando se chisporrotea el cerebro, qué hacés?
- Me retiro dos horitas, porque encima no te podés retirar, no sé, dos días, eso son vacaciones, no hay chance. Dejo el celu, la carrera te pide estar todo el tiempo con el celular, no te podés ir un día de las redes. Uno adquiere ese ritmo, pero cuando me trabo, busco tomarme un cafecito con mamá, estar con mi viejo. Esa es mi forma de sobrevivir.
- ¿Y cuánto afecta ese ritmo a lo creativo, a la parte musical?
- El vértigo afecta, afecta porque tu cerebro entra en un espacio de estrés, y no funciona. Pero también puede ser inspiración de canciones. De todo se saca algo. Y el arte, por suerte, es algo que salva.
“Uso autotune, me parece divertido, no tengo una guerra. Pero es cierto el autotune, y todos los sonidos midi, generan una cuestión de música fast food”
- El arte es algo que salva. Para vos, en lo personal, ahora y antes, ¿hasta qué punto la música ha sido un salvavidas?
- Parece raro, pero para mí la música es para mí un lugar seguro, un lugar de calma, de silencio en el mundo. Hay una paz en sentarse a escuchar música: no necesita ser perfecto, simplemente es escuchar y disfrutar. Es algo que me ha salvado la vida, literalmente (Gaggi sufrió de chica epifisiólisis femoral superior y estuvo en silla de ruedas), sentarme a admirar, a solamente sentir, a escuchar, a estar ahí, calmo. Es como cuando te metés a una pileta y nadás por abajo: no escuchás nada, solo vibraciones. Para mi el arte es paz. Después, todo el negocio que lo rodea es otro circo, pero el arte en sí, la raíz, es algo intocable y hermoso.
- ¿Pensás que el poder que tiene tu voz tiene que ver con esa conexión profunda que tenés con la música?
- Bueno, gracias… (risas) Puede ser. Quiero hacerle honor a lo sagrado del arte, creo que tiene conexión con mi forma de expresarme, me gusta poder ser canal de eso.
Lo primero que atrapa, que mangetiza, de la voz de Gaggi, es su potencia y expresividad. En “Altar” se volvió evidente otra característica: Luz es un camaleón, capaz de transmitir emoción a través de casi cualquier género.
En su nuevo disco, se aleja de los covers de baladas del pop y el rock clásicos, y se acerca al pop urbano de nuestros tiempos. Un riesgo, para una artista que se hizo conocida ante el gran público por sus versiones de “One and Only”, “Billie Jean” o “Chandellier” (aunque también de “El farsante” de Ozuna).
Con impronta propia, la platense se fue abriendo paso en la música
De todos modos, su acercamiento al género urbano es muy personal, y no pierde un ápice de su capacidad de conmover. Allí aparece algo de autotune, eso sí: la herramienta para afinar la voz de manera digital, que permite también distorsionarla, jugar digitalmente con la entonación. Algo que para los puristas podría resultar un sacrilegio, el retoque digital de una voz tan personal.
“En mi grupo es algo que se habla mucho. Hace poco salió un documental en Netflix, ‘La noche del pop’, sobre la grabación de ‘We are the world’. Y ahí, todo el mundo tenía que cantar bien. Sí o sí. No había nada que te regule, te corrija. Ahora es muy loco. El autotune yo la considero una herramienta, yo lo uso, lo digo feliz, me encanta, me parece super divertido. A veces lo uso, a veces no, porque me gusta también lo crudo, pero no tengo una guerra con el autotune”, dice, al respecto, Gaggi.
“El vértigo de la industria afecta porque tu cerebro entra en un espacio de estrés, y no funciona. Pero también puede ser inspiración de canciones. De todo se saca algo”
Aunque agrega: “Pero también hay un trasfondo: el autotune, y todos los sonidos midi, la inteligencia artificial ahora, generan una cuestión de música fast food, música que está ya, que hoy grabás y ya puede ser trend en Tik Tok. Lo que está ocurriendo con la tecnología genera mucha rapidez, que supera hasta a lo humano”.
- Al respecto, las generaciones más grandes son nostálgicas, dicen que se está perdiendo lo artesanal en el arte, eso de tocar los instrumentos, de jugar con esos instrumentos, de modificarlos… ¿Cómo ves esa perspectiva?
- Bueno, yo tengo 21 años, pero tengo muy arraigada la música de antes, por mis viejos. Supongo que es como todo: hay una transformación en el arte, un cambio, pero si vas mucho para la derecha de repente estás de vuelta en la izquierda… Así que supongo que quizás vuelve a su punto de raíz, y de repente en diez años nos encontramos con los sonidos artesanales, rústicos, otra vez. Es una rueda. Hoy en día estamos en un momento de transformación de la música, de transformación de las formas, hay una deformación en la forma de decir las palabras, y el oído de la gente se transforma. Es parte de un proceso social. Pero los artistas de ahora no podemos negar que somos hijos de ese rock de antes, de esa música, como los del rock fueron hijos del tango, y así sucesivamente.
A tres años de “La Voz”, la carrera de luz se expandió
Con impronta propia, la platense se fue abriendo paso en la música
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