Antoni Gaudí: el genio modernista que erigió monumentos emblemáticos
Edición Impresa | 9 de Junio de 2024 | 05:57

El 10 de junio de 1926, un tranvía atropelló mortalmente a Antoni Gaudí, considerado uno de los grandes genios de la arquitectura moderna, y mañana se cumplirán 98 años de su adiós. Su legado abarca monumentos emblemáticos, especialmente en Barcelona, como La Pedrera, la Casa Batlló y la Sagrada Familia, uno de los edificios más visitados del mundo.
“Tengo esa calidad de sentir, de ver el espacio porque soy hijo de calderero. El calderero es un hombre que de una superficie hace un volumen; ve el espacio antes de empezar a trabajar”. Con esta frase, Gaudí describía su capacidad única para percibir y moldear el espacio, una habilidad que lo convertiría en un visionario del modernismo catalán.
Antoni Gaudí nació entre 1852 y 1853, aunque el lugar exacto de su nacimiento es incierto, entre Reus o Riudoms. Su familia tenía raíces en el sur de Francia, y su ascendencia incluye a Joan Gaudí, un vendedor ambulante que se estableció en Cataluña en el siglo XVII. Hijo de caldereros, Gaudí tuvo una infancia marcada por una delicada salud que lo obligó a pasar largos periodos de reposo en la casa familiar en Riudoms, donde la Naturaleza se convirtió en su gran maestra. Para combatir su reumatismo, Gaudí adoptó el vegetarianismo y las teorías higienistas del sacerdote y médico alemán Sebastian Kneipp.
Gaudí estudió con Francesc Berenguer, padre de uno de sus futuros colaboradores más cercanos, y luego ingresó en los Escolapios, destacando en dibujo. En 1868 se trasladó a Barcelona, donde completó el bachillerato y en 1874 ingresó en la Escuela de Arquitectura. Alternó sus estudios con colaboraciones con arquitectos renombrados como Josep Fontserè y Joan Martorell, su principal mentor. El director de la escuela, Elies Rogent, expresó en su graduación: “Hemos dado el título a un loco o a un genio, el tiempo lo dirá”.
La carrera de Gaudí despegó con su primer encargo, la Casa Vicens (1883-1888). En la Exposición Universal de París de 1878, Gaudí impresionó al industrial Eusebi Güell con una vitrina de diseño modernista, iniciando una fructífera colaboración que incluyó proyectos como los pabellones Güell, el Palacio Güell, las bodegas Güell, la cripta de la Colonia Güell y el Parque Güell. También trabajó para el marqués de Comillas en la villa El Capricho en Cantabria.
En 1903, Gaudí fue contactado por Josep Batlló para remodelar un edificio que se convertiría en la Casa Batlló, una obra maestra de creatividad y técnica arquitectónica.
Entre 1906 y 1910, Gaudí construyó la Casa Milà, conocida como La Pedrera, encargada por Pedro Milá y Camps y Roser Segimon. Este edificio, caracterizado por sus formas orgánicas y su inspiración en la Naturaleza, es un ejemplo de su etapa naturalista.
El 3 de noviembre de 1883, Gaudí aceptó hacerse cargo de las obras de la Sagrada Familia, transformando completamente el proyecto inicial. En 1915, esta obra se convirtió en su principal foco, especialmente tras una serie de desgracias personales que lo llevaron a refugiarse en su trabajo. “Mis grandes amigos están muertos; no tengo familia, ni clientes, ni fortuna, ni nada. Así puedo entregarme totalmente al templo”, confesó Gaudí. Dedicado en cuerpo y alma a la “catedral de los pobres”, llegó a pedir limosna para financiar la construcción.
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