Por qué Milei debe cuidar la relación con la oposición dialoguista, no sumar ofendidos y definir el vínculo con Macri

Mariano Pérez de Eulate

Después de meses de trabajo legislativo que derivaron en la aprobación de una menguada Ley Bases, pero crucial para Javier Milei, asoma para él como algo imperioso cuidar la relación con la llamada oposición dialoguista, cuya colaboración fue determinante para mostrar ese éxito parlamentario.

El propio Presidente presentó ese hito en el Congreso como una suerte de bisagra a partir del cual se plantea una segunda parte de su primer año de gestión, en la que tendrá muchas de las herramientas que pidió para gestionar la enorme crisis heredada y la recuperación. Pero seguirá necesitando al Parlamento, un ámbito en el que tiene notables minorías. En la agenda de lo que se viene luego del receso invernal sobresalen dos cuestiones importantes para su administración.

Una es el presupuesto nacional para 2025, que será el primero de su gestión. Debería enviarse en septiembre y, descontando que el peronismo/kirchnerismo probablemente se pare en la vereda de las objeciones, los aliados legislativos aparecen como imprescindibles para lograr su aprobación. Hay que recordar que este año Milei gobernó con un cálculo de recursos y gastos de 2023, prorrogado, pero votado a fines de 2022.

La reforma electoral

La otra iniciativa que los libertarios trabajan con ahínco, casi una obsesión, es una reforma electoral que pretenden que esté aprobada antes de los comicios de medio término de 2025. Es decir, debería salir en la segunda mitad de este año. Tiene tres ejes: la Boleta Única de Papel para reemplazar la sábana; la Ficha Limpia para que no puedan candidatearse condenados por la Justicia y un cambio -se verá si eliminarlas o hacerlas optativas- en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO).

No será fácil porque ya se siente la resistencia de la oposición tradicional, en especial el justicialismo. Por algo el ítem “reforma política” fue excluido del los diez puntos del Acta de Mayo, firmada en las vísperas del 9 de julio pasado en Tucumán. Es un objetivo ambicioso. La Constitución Nacional exige para los cambios electorales un consenso amplio: la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara. Esto es 129 votos en Diputados y 37 en el Senado. Eso hizo que, por ejemplo en enero último, se cayera la aprobación definitiva de la Boleta Única de Papel en la Cámara Alta, que contaba con media sanción de la Baja.

Presupuesto, cambios en el sistema electoral y el propio Pacto de Mayo integran el catálogo de iniciativas de un escenario ideal para que el Presidente cierre el año y pueda ofrendarle a la sociedad un relato/discurso de cierta renovación respecto de lo que había, complementario del avance en desregulaciones, cambios impositivos y reforma del Estado que supuso la obtención de la Ley Bases y el paquete fiscal de parte de un Congreso pintado de colores opositores.

Lo dicho: para todo eso, Milei sólo puede reclinarse en la oposición dialoguista o facilitadora. Básicamente el PRO, sectores radicales (entre ellos, la influencia de los gobernadores), algunos partidos provinciales y el variopinto bloque Hacemos Coalición Federal (HCF), donde conviven peronistas no kirchneristas, progresistas, ex macristas.

Malestar por los modos despectivos del Presidente

Son sectores en donde no caen nada bien los modos despectivos del Presidente para referirse a la clase política en general y al Poder Legislativo en particular. Sobre todo teniendo en cuenta que, objetivamente, el Gobierno obtuvo buena parte de lo que solicitó en negociaciones con la denostada “casta”. Por cierto, es probable que ese concepto, útil en la campaña y en los inicios de gestión para reformar el vínculo con la gente -gran sostén en medio del ajuste-, de a poco deje de escucharse en la boca de Milei.

Se anota como un posible gesto para recomponer el desgastado vínculo con el PRO una definición de Milei en un reportaje televisivo del jueves último, en el que aseguró que Mauricio Macri es “parte de la solución” para la Argentina. Fue un gesto luego del difundido malestar del ex mandatario por el rol que el oficialismo le asignó en el acto de Tucumán, a donde llegó luego de interrumpir una estadía en Europa y por la insistencia sobre todo del jefe de Gabinete, Guillermo Francos. Pasó casi inadvertida su figura.

Con un bloque legislativo en Diputados que responde a su liderazgo, Macri podría marcarle límites al Gobierno. Pretende ser escuchado por el Presidente, explican en su entorno. Pero encuentra dos diques de contención contra su figura: la hermanísima Karina Milei y el estratega Santiago Caputo. Ambos son refractarios a una presencia con peso propio, como Mauricio, que pueda opacar el rol de Milei como líder de lo que los libertarios denominan “nueva derecha”.

El rol de Luis Caputo

Pero el Presidente tiene un soldado que sí puede mejorar la sintonía con Macri. Es Luis Caputo, el ministro de Economía. “Toto” será el responsable de que el Gobierno cumpla o no el fallo de la Corte Suprema de Justicia que ordena actualizarle a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el coeficiente de coparticipación de impuestos que le recortó el gobierno anterior. Este fue un reclamo al Presidente que hizo público Macri luego de la aprobación de Bases, en lo que se interpretó como un pedido de contraprestación por la ayuda parlamentaria de los amarillos en ese trámite.

El próximo viernes está pautada una reunión entre Caputo y el primo Jorge Macri, alcalde porteño, suerte de delegado de Mauricio allí, para tratar este tema. Dicen que habría un principio de solución.

Fuentes libertarias preocupadas por los que viene también ponen un ojo en lo que vaya a pasar con el bloque parlamentario de Hacemos Coalición Federal, cuya eventual colaboración con la Rosada también aparece como crucial. Entre los diputados de esa bancada se han abierto ciertas internas, pero además hay ofendidos por la verba hiriente del Presidente. Por ejemplo, Ricardo López Murphy -que abraza las ideas liberales desde que Milei era un niño- a quien el jefe de Estado definió como un “fracasado”, entre otros motes.

Hay que aclarar que el economista de origen radical, aún con matices, apoyó sin dudar la Ley Bases y el paquete fiscal. También que, con respeto, ha marcado inconsistencias del programa económico. Algo que para Milei, un hombre que ve un enemigo en cada crítico, es intolerable.

Esta semana, el bloque HCF -reúne más de 15 almas- fue noticia en el Congreso justamente por un desaire que le hizo el oficialismo libertario. Fue porque Martín Menem, titular de Diputados, intentó dejar afuera al representante de esa bancada en la Comisión Bicameral de Fiscalización de los Organismos y Actividades de Inteligencia, lugar estratégico que se integra con 7 miembros de cada cámara. Hacemos, en alianza con otros bloques, podía exhibir representación de más de 30 legisladores para reclamar el lugar.

Al final, la movida de LLA no se pudo concretar y la definición se pateó para más adelante. Pero claramente quedó una herida, la sensación de desagradecimiento por las tareas prestadas en el tratamiento de Bases. Y cierto clima de amenaza latente de no facilitar los próximos debates parlamentarios o acaso administrar con cuenta gotas las colaboraciones.

De hecho, ya hubo un botón de muestra: el proyecto aprobado en Diputados para cambiar la fórmula de movilidad jubilatoria se aprobó por un acuerdo transversal entre los dialoguistas molestos y los peronistas kirchneristas que podría replicarse en el Senado cuando allí se debata, forzando el anunciado veto presidencial. “Degenerados fiscales”, los llamó Milei. No hizo distinción de colores partidarios.

Javier Milei
Mauricio Macri

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