Secuestro y muerte
| 17 de Julio de 2024 | 04:00

David Kraiselburd fue secuestrado en la mañana del 25 de junio de 1974 por un grupo de desconocidos, que lo interceptaron a pocos metros de su domicilio cuando se dirigía a pie a sus oficinas en el diario.
Había salido alrededor de las 9 de su casa, ubicada en la diagonal 77 entre 1 y 2, para dirigirse a EL DIA como hacía habitualmente. En dichas circunstancias, fue sorprendido por los individuos, entre los que se encontraba una mujer, que lo encararon a mano armada, impidiéndole cualquier posibilidad de eludir esa situación.
Algunos testigos señalaron que fue violentamente obligado a ascender a una camioneta que esperaba estacionada en la esquina de la diagonal 77 y calle 2. Allí quedaron tirados, en la vereda, documentos personales que guardaba en una carpeta que llevaba bajo el brazo.
David pasó 22 días secuestrado en una casa en Gonnet, en 501 entre 14 y 15, que de afuera parecía abandonada. La dueña de la vivienda, que distaba a 50 metros de la subcomisaría de la zona, llamó a la Policía por algunas actitudes sospechosas de los inquilinos. Al llegar, los secuestradores efectuaron disparos contra la policía, cuyos efectivos respondieron entre balazos y hasta granadas de gas lacrimógeno.
Ricardo Balbín arribando al sepelio de David
Tras un tiroteo de varios minutos, que cortó la tranquilidad del barrio, los efectivos ingresaron a la vivienda, encontrando solo a un joven herido.
En la última de las habitaciones, dentro de una carpa de campaña armada, sobre una cama, yacía el cuerpo sin vida de David Kraiselburd. Sus captores lo habían ejecutado de varios balazos antes de emprender la huida.
El sepelio de David Kraiselburd se realizó al día siguiente, en la casa de diagonal 77, a donde fueron a despedirlo destacadas figuras de diferentes ámbitos, entre ellos, el referente del radicalismo, Ricardo Balbín; el gobernador Victorio Calabró; el arzobispo Monseñor Plaza; el fundador del Partido Comunista Rodolfo José Ghioldi y, entre otros, el presidente de ADEPA, Juan Valmaggia.
Por expreso pedido de “Toña”, su mujer, no se permitieron ofrendas florales, y tampoco discursos ni otras formas de homenaje. Ella creía que no había palabras que pudieran definir lo que en vida había sido David y prefirió despedirlo en silencio, el gran aliado de su marido.
El gobernador Victorio Calabró llegando al velatorio de Kraiselburd
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