“Las distracciones de Dagoberto”: un universo complejo y fascinante

La llegada de “Las distracciones de Dagoberto” al Malba no es simplemente la incorporación de una obra más al vasto acervo del museo, sino que representa un diálogo entre el arte y la historia, entre la imaginación desbordante y la realidad que nos circunda. Leonora Carrington, la genia surrealista cuya pincelada ha deslumbrado al mundo entero, vuelve a la palestra de la mano de Eduardo Costantini, quien no escatimó en esfuerzos para que esta obra monumental de 1945 se convierta en parte de la colección permanente del Malba. Tal como describió La Nación, al entrar en la sala especialmente diseñada para ella, el espectador se enfrenta a un paisaje onírico, plagado de figuras que, aunque a simple vista puedan parecer distantes o incluso bizarras, nos invitan a un viaje hacia las profundidades de la mente humana. Este es un mundo en el que lo divino y lo terrenal se funden, donde la flora y la fauna cobran vida en una danza mística que evoca rituales antiguos y secretos ocultos en el tiempo.

Carrington, como se ha dicho tantas veces, fue una mujer adelantada a su tiempo. Nacida en Inglaterra, pero transformada por su paso por México, su obra destila una mezcla única de mitología celta, historias populares irlandesas y el vibrante colorido de la cosmología mexicana. Su vida, marcada por el amor, la guerra y la locura, se refleja en cada trazo, en cada detalle de sus pinturas. “Las distracciones de Dagoberto” no es la excepción. Pintada en un período de su vida en el que las cicatrices emocionales estaban aún frescas, esta obra maestra encapsula no solo la habilidad técnica de Carrington, sino también su capacidad para plasmar en el lienzo un universo complejo y fascinante. Es un collage de escenas que, como bien describió el catálogo de Sotheby’s, conjuga los cuatro elementos de la naturaleza en paisajes que van desde volcanes extintos hasta lagos de fuego, pasando por criaturas híbridas que parecen sacadas de un sueño febril.

Cada espectador tiene la libertad de proyectar sus propios sueños y pesadillas

La sala del Malba dedicada a Carrington no es simplemente un espacio expositivo. Es un santuario, un lugar en el que convergen diferentes corrientes del surrealismo, representadas no solo por la obra de Leonora, sino también por las pinturas de su amiga y compañera en el arte, Remedios Varo. Juntas, estas mujeres construyeron un imaginario que trasciende las fronteras de lo meramente visual para adentrarse en lo filosófico y lo espiritual. No es casual que las figuras de Carrington y Varo sean hoy leídas desde el prisma del feminismo, la ecología y la fluidez de género. Ellas supieron capturar, en sus lienzos, un universo en el que lo femenino es poderoso y sagrado, en el que las criaturas místicas nos recuerdan que el cuidado del planeta es una tarea que va más allá de lo humano.

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Pero más allá de la interpretación contemporánea, la obra de Carrington sigue siendo un misterio. Como bien señaló Carlos Martín, uno de los curadores de la muestra “Leonora Carrington. Revelación”, la artista no quería dar significados específicos a sus pinturas. Su objetivo no era ofrecer respuestas, sino abrir puertas a la imaginación. Cada espectador tiene la libertad de proyectar sus propios sueños y pesadillas en las escenas que se despliegan ante sus ojos. “Las distracciones de Dagoberto” es, en ese sentido, una invitación a perderse, a dejarse llevar por el ritmo hipnótico de las pinceladas de Carrington y a descubrir, en cada rincón del cuadro, una nueva historia, un nuevo enigma.

Leonora Carrington / Web