“Soy una tumba”: la ternura y el horror de una infancia en el margen

Hay unos años, entre la infancia y la adolescencia, que oscilan entre lo maravilloso y lo terrible. De esa contradicción, de esa tensión está hecha “Soy una tumba”, la nueva novela de Facundo Báñez, que presenta esta noche en 59 entre 6 y 7: están los amigos, los descubrimientos, las primeras veces, pero también están las traiciones. Hay aventuras y travesuras pero también amarguras, consecuencias, desgracias y muerte.

Bañez escribe estos años de su muchachito terrible (bueno, terrible en su propensión al exceso de preguntas, a cierta ansiedad y algún pequeño crimen, terrible quizás por cierta falta de afecto) con precisión, es decir: de manera aguda. Narra el muchacho, es de él la voz que cuenta su historia, pero sin esa pátina naif que recubre tantas veces las historias y las voces de la infancia. Narra con el horror y el asombro de un tiempo de cambios, acelerados por una infancia interrumpida: a los siete años, se va de su casa, un hogar roto, un entorno abandonado, a vivir con su abuela.

A ella, como hacen los mejores homenajes, la recuerda con ternura, pero también con pavor: un personaje más grande que la vida, eficaz puteadora y quizás verdadera protagonista del relato, sueña con quitarle la barbarie a su nieto, civilizarlo a través de la religión (la cristiana) y el idioma italiano, mientras lo introduce en la creencia pagana del Círculo de la Fortuna, que, descubre nuestro antihéroe, parece que efectivamente cumple todo lo que le piden. Incluso muertes.

En medio de ese clima, de cariño, tal vez, de verdadera preocupación, pero enrarecido por el miedo, los rituales, las contradicciones, pasan los años escolares del protagonista, y también pasa un país, elecciones, plebiscitos, crisis. La confusión que preside la infancia también tiene que ver con esa confusión ante las palabras con las que los adultos pretenden explicar el mundo de los adultos, ese mundo que pasa sin que nadie pueda hacer nada, pero que los adultos pretenden comprender y controlar: el Círculo falla una vez (aunque la abuela dice que falló ella) y es justo en las elecciones que determinaron la década del 90 en Argentina.

Báñez, autor también de “Sueño macho” y “Zorro viejo, la leyenda de Osvaldo Zubeldía”, captura esa confusión de los chicos ante ese mundo más grande en la voz de un protagonista que escucha a su abuela, la única guía que le queda en el mundo antes de quedar a la deriva, pero sin entenderla demasiado.

Es por eso que la historia de “Soy una tumba” resuena en cualquier lector: mucho más allá de los guiños de época, lo que captura Báñez en la voz de su protagonista es el torbellino de una infancia con sus signos particulares pero la confusión, la sensación de soledad, la ternura y el miedo universales. No es verdadera por ser una historia propia, además, no es la historia del propio Báñez, no es una evocación de su infancia, y Maximiliano Costagliola valora en la contratapa del libro esta decisión: contar historias de otros, acercarse a la voz de otros, “en un panorama donde abundan la egolatría, la candidez y lo naif a la hora de sentarse a escribir novelas de ficción autobiográfica”.

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Costagliola presentará esta noche, desde las 20, “Soy una tumba”, editado por La Docta Ignorancia, junto al actor Diego Cremonesi y el autor.