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Séptimo Día |ENTRE LA FICCIÓN Y EL PERIODISMO

Tras las huellas de Juan Vucetich

La segunda novela de Hugo Alconada Mon: La cacería de Hierro. Trata sobre el primer homicidio esclarecido por el sistema de las impresiones digitales

Tras las huellas de Juan Vucetich

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

22 de Septiembre de 2024 | 05:56
Edición impresa

Hugo Alconada Mon (1974) se encuentra a medio camino entre el periodismo y la novela. Y así va en su derrotero profesional, como una suerte de tupac-amaru entre ambas tareas que lo tironean, cada una para su lado. Pero en las dos lo acompaña y seguramente consuela una numerosa legión de lectores.

Acaba de publicar su segunda novela –La cacería de Hierro (Planeta, 2024)- que ya es un éxito de ventas. Se trata de la primera vez en que la dactiloscopia, es decir el estudio de las impresiones digitales para identificar las personas a través del sistema creado por Juan Vucetich, sirvió para esclarecer un homicidio en la historia.

Se trató del horrible asesinato de dos chicos, Ponciano, de cinco años y Felisa de tres- que murieron degollados en un campo cercano a Necochea a fines del siglo XIX. Los detectives y policías de La Plata fueron a ese lugar y asesorados por Vucetich desde nuestra ciudad lograron salvar a un primer acusado y adjudicar la autoría a otra persona.

Hierro es Valentín Hierro, un personaje de ficción que representa al primer detective científico que tuvo una provincia como la de Buenos Aires, que a lo largo de su historia –y sobre todo en los últimos años- se mostró dubitativa y errática a la hora de investigar crímenes.

Nadie olvida, sobre todo en nuestros pagos, a la bella profesora de inglés secuestrada y asesinada con alevosía en la pasada década del 80 en La Plata. Una semana después de su desaparición, la Policía bonaerense pudo convocar al único detective existente en la Repartición, entonces se encontraba investigando otro homicidio en el Gran Buenos Aires. Llegó, averiguó lo que había y su dictamen fue lapidario: “se perdió un tiempo precioso en las 72 horas posteriores al crimen, de modo que esta muerte va a quedar impune” , dijo.

Y así fue nomás, los acusados salieron todos en libertad y el crimen quedó impune, como suele suceder. Sin embargo, un siglo antes el detective Hierro, discípulo del riguroso Vucetich que lo formó, logró desentrañar un episodio que fue real. Los otros policías que secundan a Hierro en la cacería son reales: el comisario Eduardo Alvarez, el jefe de la Policía bonaerense que se llegó hasta Necochea, Guillermo Nunes, y el comisario de Necochea, de apellido Blanco.

Todo pareciera indicar que La cacería de Hierro se trata de un libro de ficción, pero ocurre que el yo del periodista no lo suelta a Alconada Mon. Entonces busca una salida intermedia y a veces piensa que lo que redacta como autor literario pertenece al género de la novela histórica. Sobre esa combinación se acaba de dar una prueba: hay policías de ficción (Hierro y otro, Rassio, creados por el autor del libro), y otros que existieron, que fueron personas reales, como los nombrados arriba.

Ocurre que para escribir este libro recién editado y que ya es best-sellers al igual que el primero, La ciudad de las ranas (Planeta 2022), Alconada Mon recorrió y consultó en siete museos policiales e investigó en archivos judiciales de la Nación y la Provincia- visitó decenas de bibliotecas –entre otras la de la Universidad de La Plata, la Central bonaerense, la de la Legislatura y el Archivo Histórico de la Provincia-, consultó los archivos de EL DIA y La Nación, se conectó con museólogos de Zagreb, con bibliotecarios de Iowa, Michigan, Nueva York y Los Angeles, habló con policías en actividad y retirados, con familiares de Juan Vucetich –protagonista principal de la obra- y es claro eso lo cubrió de información.

Hace pocos días reconoció ante el entrevistador Luciano Sálice en un reportaje publicado por Infobae que esa dicotomía periodista-novelista existe en él: “Mis amigos me han dicho que cuando yo escribo en el diario se me arma una línea acá —se señala la frente, frunce el ceño y simula mirar el monitor de una computadora—; así me pongo. Y yo te hablo de la novela y me sonrío. Esto es oxígeno”.

En su condición de periodista de investigación publicó varios artículos y libros que dieron que hablar, entre otros sobre la máquina de hacer billetes en el caso Boudou-Ciccone y en su ensayo titulado La raíz de todos los males,

El sistema de impresiones digitales creado por Juan Vucetich fue pionero / Web

VUCETICH, LA LEYENDA

Vucetich pertenece a la galería de próceres platenses e integra desde 1942, por decisión de la Universidad, el grupo de los “Cinco Sabios”, En la entrevista realizada ahora por EL DIA a Alconada Mon se le preguntó si Vucetich tuvo el reconocimiento universal que, en principio, merecería un sistema que se convirtió en tan valioso, como el ADN.

 

La obra se remonta a la primera vez que la dactiloscopia esclareció un homicidio

 

“De manera paulatina tuvo, sí, ese reconocimiento. Al principio afrontó serios cuestionamientos, tanto locales como internacionales. El médico de la Policía de la ciudad de Buenos Aires, Agustín Drago, lo destrató como “un simple meritorio”, por carecer de formación académica. Y el francés Alphonse Bertillon, que impulsaba otro sistema, se negó a recibirlo cuando Vucetich viajó a París, porque la naciente dactiloscopia amenazaba con opacar su método, como ocurrió. Porque Vucetich, comprendiendo la importancia de su sistema, dio la vuelta al mundo, literalmente, explicando sus bondades. Resultó un proceso lento, pero que llevó a que los porteños adoptaran su sistema en 1905, que también se extendió a Brasil. Y en 1913 emprendió un viaje que lo llevó a China –donde fue condecorado-, Estados Unidos, Cuba, España, Francia, donde logró imponer la dactiloscopia gracias al apoyo de la Escuela de Lyon”, dijo el escritor.

¿ Qué vio en Vucetich para elegirlo como vértebra de esta novela. ¿Por qué motivos lo eligió?

“Por el impacto de su descubrimiento en nuestras vidas cotidianas, comenzando por la faceta criminal. Cuando accedí a los datos iniciales sobre aquel doble crimen ocurrido en 1892, en las afueras del pueblito de Necochea, y que terminó siendo el primer caso que se resolvió gracias a las huellas dactilares, sentí que había allí una historia para contar. Por el caso en sí, pero también por sus consecuencias, que llegan hasta nuestros días. Y la historia de Vucetich en sí es increíble: un inmigrante del imperio austrohúngaro que llegó con lo puesto al Río de la Plata, que primero intentó en Uruguay, pero le fue mal, luego recaló en Buenos Aires y por último en La Plata, donde forjó su leyenda siendo autodidacta, gracias a sus capacidades y esfuerzos, aprendiendo de sus errores y de la experiencia… ¡Imaginate que coleccionaba orejas humanas para evaluar si permitían identificar a las personas como las huellas dactilares!”

Además de un teórico policial, ¿Vucetich fue una suerte de detective, de investigador policial?

“No en sentido estricto. Vucetich entró a la Policía de la provincia de Buenos Aires porque sabía leer y escribir, y comenzó a trabajar en el área de estadística. Pero tenía una cabeza matemática superlativa y múltiples intereses, que lo llevaron a involucrarse en los intentos por desarrollar un método para identificar a las personas. Recordemos el contexto: la Argentina se estaba abriendo al mundo y cientos de miles de inmigrantes llegaron al país durante aquellos años. ¿Cómo saber quién era quién? ¿Cómo saber si quien decía ser Pedro López no era, en realidad, Juan Costa y venía escapando de cuatro homicidios en Madrid, por ejemplo? En ese contexto, el método para sistematizar las huellas dactilares que desarrolló Vucetich fue revolucionario y tuvo un impacto que más allá de la criminalística: le dio certeza identitaria a la humanidad, de un modo que llega hasta nuestros días. Hoy, para entrar o salir del país, para abrir nuestro teléfono celular o para inscribir a nuestros hijos, se requiere las huellas dactilares.

Pero si Vucetich no cumplió la función de investigador, ¿como se resolvió aquel doble crimen de Necochea?

-“Pues, como suele ocurrir, en aquel momento se alinearon los planetas. En aquellos tiempos en que muchos padres se trataban de usted con sus hijos, Vucetich era amigo al punto del tuteo de Eduardo Alvarez, el primer detective en la historia de la Policía de la provincia de Buenos Aires. El cargo formal de Álvarez era “comisario de Pesquisas”. Gran nombre, ¿no? Fue Álvarez el encargado de viajar a Necochea, interrogar a los testigos, analizar la escena criminal, indagar a los sospechosos y recoger las huellas dactilares que llevaron a la resolución del caso y, al mismo tiempo, marcar el inicio de un hito que desde La Plata dio la vuelta al mundo”.

El platense, en plena producción del libro / Web

EL ESCENARIO

La Plata y también la naciente Necochea, recién fundadas, aparecen como el decorado auxiliar de la obra. En un café platense el lector puede encontrar al empresario Tettamanti y a Almafuerte tomando un café. De Necochea dice que –ya por entonces- había dos ciudades que competían, la agraria y la portuaria. Las fichas dactiloscópicas de ambas ciudades siguen siendo las mismas.

La cacería de Hierro
HUGO ALCONADA MON
Editorial: Plaza & Janes
Páginas: 240
Precio: $ 27.600

 

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