¿Madrugadores o nocheros?

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La eterna disputa entre madrugadores y noctámbulos ha sido objeto de debate tanto en la ciencia como en la cultura popular. ¿Es mejor levantarse con el amanecer y aprovechar las primeras horas del día, o desplegar la creatividad y la productividad bajo el silencio de la noche? La respuesta, como ocurre con muchas cuestiones relacionadas con los hábitos humanos, no es absoluta y depende, en gran medida, de los ritmos biológicos individuales y de cómo cada persona estructura su descanso.

Los madrugadores suelen disfrutar de la luz natural durante más horas, lo que favorece la producción de serotonina y ayuda a regular el estado de ánimo. “Las primeras horas del día permiten una mayor claridad mental y un rendimiento más óptimo en tareas cognitivas complejas”, señalan expertos en cronobiología. Además, madrugar está vinculado con una mayor disciplina en la rutina diaria y un descanso más reparador.

Por otro lado, los noctámbulos tienden a desarrollar picos de creatividad y concentración cuando el mundo exterior se silencia. Sin embargo, su desafío principal es adaptarse a una sociedad que, en su mayoría, está configurada para funcionar durante el día. Esto puede generar problemas de sincronización con los ritmos circadianos, provocando fatiga acumulada y trastornos del sueño si no se respetan las horas necesarias de descanso.

En definitiva, no se trata tanto de si es mejor madrugar o vivir de noche, sino de respetar la cantidad y calidad del sueño en relación con el reloj biológico propio. “Lo más importante es mantener una rutina constante, sin importar si el día comienza al amanecer o si la productividad ocurre bajo las estrellas”, concluyen los especialistas.

 

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