Un romance de íntima belleza entre un profesor y su alumna

La obra que la hizo conocida fue La Vegetariana, su primera novela traducida al inglés en 2016, y ahora, hace pocos meses, publicó La clase de griego (Penguin Random, House, Grupo Editorial 2024). La surcoreana Han Kang (54) recibió en octubre pasado el Premio Nobel de Literatura 2024 “por su intensa prosa poética que confronta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana”. Todo lo de esta mujer resulta como exótico, entre otros motivos por el asombroso éxito que tiene en nuestro país y en el mundo La clase de griego.

Desde el sentimiento, la novela enlaza con lentitud la relación entre una alumna que apenas puede escuchar y que no puede hablar con un profesor de griego, que se va quedando ciego. Allí empiezan a valer las profundidades y abismos del lenguaje y la angustiosa intimidad que nace entre alumna y profesor. Ellos son dos náufragos retratados con maestría, el profesor de griego también convive con el miedo de saber que su vista empeora y que llegará a la ceguera total.

El primer párrafo de la obra ya sorprende y advierte que la importancia no sólo está en la trama, sino en el análisis meticuloso del idioma. Así empieza el libro: “Borges le pidió a María Kodama que grabara en su lápida la frase “El tomó su espada y colocó el metal desnudo entre los dos”.

Añade Kang –que no dejará de citar a Borges a lo largo de la novela– que “Kodama, la hermosa y joven mujer de ascendencia japonesa que fuera su secretaria, se casó con Borges cuanto éste tenía ochenta y siete años y compartió los últimos tres meses de la vida del escritor”. Y explica el sentido que ella le otorga a ese filo acerado, la espada desnuda que la cita coloca “entre los dos”. “¿Qué otra cosa pudo ser ese filo acerado, sino la ceguera que aquejó a Borges en sus últimos años y lo aisló del mundo”, se pregunta.

Acá estamos, entonces, en plena globalidad a partir de una clase de griego y, a la vez, en plena época contemporánea y al mismo tiempo en la Grecia de Sócrates, Platón y Aristóteles. La ficción y los sueños son complejos. En los primeros tiempos de su juventud -termina Hang ese tramo- todavía la espada no lo había separado del mundo al profesor de griego. Borges y Platón nos llenarán de filosofía y de sueños.

LAS PALABRAS Y EL MUNDO

“En junio vamos a leer a Platón”, anuncia el profesor que ante los alumnos emite estos antecedentes de la cultura: “Tras romper el silencio, el hombre se comunicó al principio a través de sonidos indivisibles, como “ahhh” o “uhhh”. Luego se crearon las primeras palabras y con el transcurso del tiempo la lengua se fue haciendo más elaborada”. De las formas sencillas se llegó la cota máxima de la lengua. El testigo de este auge y del inicio de la decadencia del idioma griego es Platón”.

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El profesor explica: el griego que manejaba Platón era como una fruta madura y plena a punto de caer del árbol, a lo largo de las generaciones siguientes el griego clásico declinó rápidamente y junto con la lengua también decayeron los estados griegos”.

Los alumnos de estas clases de griego en las universidades del mundo –sean de Corea, Rusia o España- reciben, así, mensajes que llegan y suenan como destellos mágicos. Aquellos platenses que tuvieron la fortuna de recibir una clase de griego, allá por la década del 60, por parte del profesor Atilio Gamerro, pueden dar testimonio.

Desentrañar la etimología de una sola palabra –por ejemplo, la de “cosmos”- era como engarzar un diamante o descubrir planetas nuevos. Se andaba por el siglo XX pero en el aula luminosa ya donde Gamerro dictaba su embriagante clase se encontraban allí presentes los máximos poetas y filósofos griegos.

El libro enseña que el idioma griego creció en importancia, llegó a su cota máxima con Platón pero que también allí inició su decadencia. Y la decadencia de esa lengua se vio correspondida por la del Estado griego.

“El griego que manejaba Platón –se dice en la novela- era como una fruta madura y plena a punto de caer del árbol. A lo largo de las generaciones siguientes el griego clásico declinó rápidamente; y junto con la lengua, decayeron también los estados griegos”.

Ya no es un romance entre dos seres incompletos y desolados. La narración salta de la luz a la oscuridad y regresa. Hay que buscar en cada párrafo por dónde andan la verdad y la belleza. ¿A nuestro idioma argentino, no le está pasando lo mismo?, puede preguntarse el lector. Cada vez se usan menos palabras. Cada vez se apela más el monosílabo. ¿A quién le importa escribir y hablar bien?

El de Han Kang es un libro de lectura difícil, sofocante por momentos. Pero siempre amanece algo en sus páginas. El crítico de The Observer dijo sobre La clase de griego que “es una novela extraordinaria que en cada lectura devela nuevas profundidades...No describe el dolor, sino que usa el lenguaje y la narración para encarnarlo. Un logro superlativo”.