La excusa perfecta
Edición Impresa | 16 de Febrero de 2025 | 04:52

En 1965, en el estado de Kansas, dos hombres fueron llevados a la horca por el feroz asesinato de una familia en un pueblo rural de Estados Unidos. Así, la muerte -una dilatada muerte- le dio respiración boca a boca a una de las novelas fundantes del periodismo de no ficción o narrativo. Así nació A sangre fría, la obra más importante de Truman Capote.
Fundante, quizás, por su alcance mediático. Pero A sangre fría -aunque nadie discute su carácter de obra maestra- no fue el primer libro de periodismo narrativo. O, por lo menos, no en Argentina: en 1957, luego de una serie de entrevistas a sobrevivientes, familiares y autoridades gubernamentales, Rodolfo Walsh escribió Operación Masacre. El libro evidenció la historia conocida como los “fusilamientos de José León Suárez”, ocurridos en la última dictadura cívico-militar de la autodenominada Revolución Libertadora.
Tanto Rodolfo Walsh como Truman Capote necesitaron de hechos verídicos para tejer la realidad de sus obras. No obstante, a diferencia del periodista argentino, que reconstruyó la historia desde el territorio mismo de la tragedia, el excéntrico autor estadounidense se refugió en una casa sobre un acantilado de la Costa Brava, en Palamós, España, mientras esperaba resoluciones críticas para su libro.
Ese territorio de calma y aislamiento -sesenta años después- se convirtió en una flamante residencia literaria de la Fundación Finisterres. Con el objetivo de mostrar la locura de la excelencia, la periodista Leila Guerriero se alojó allí y dio vida a “La dificultad del fantasma. Truman Capote en la Costa Brava”.
En este libro, escrito inmediatamente después de la publicación de “La llamada” (2024), la periodista argentina intenta desandar el camino que recorrió Capote para escribir su obra maestra. Sin embargo, enfrenta lo irremediable: Capote está muerto y son muy pocos los que lo recuerdan.
Así, la autora de “Los suicidas del fin del mundo” (2005) y “Teoría de la gravedad” (2019), entre otros, enfrenta el desafío -casi imposible- de escribir sobre alguien que ya no está, de describir a una figura divinizada por algunos, cuyos fieles sobrevivientes inventan rezos para mantenerla viva.
Sin embargo, una trama subyace al relato, que apenas supera las cien páginas. En la búsqueda de Capote, Guerriero también se ofrece al lector: un lado más personal aparece, atípico en sus crónicas. Cuenta los diferentes escollos que enfrentó para escribir sobre los suicidios de jóvenes patagónicos y devela lo que sintió al entrevistar, durante dos años, a Silvia Labayru, víctima de la última dictadura cívico-militar.
Aquí, un pequeño fragmento cuando decidió que “Los suicidas del fin del mundo” tenía que ser un libro:
”Escribí a lo largo de un mes, desde las siete de la mañana hasta las diez de la noche, de lunes a lunes. (...) Apartada del mundo, esperaba que apareciera la voz que me permitiera caer de pie al otro lado del espejo. Ahora, años después, corriendo contra la tramontana, pienso que, en el fondo, escribir se trata de desaparecer completamente para aparecer completamente en otra parte”.
Sí. “La dificultad del fantasma” cuenta las peripecias que debe enfrentar un escritor cuando la muerte está de por medio. Ambos periodistas, con sesenta años de distancia, lo entendieron. Sin embargo, el libro también es una excusa, una noble excusa con la que Leila Guerriero juega, una vez más, a ser brillante.
Editorial: Anagrama
Páginas: 144
Precio: $17.900
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