Dejar que los chicos se aburran puede ser la mejor decisión para la crianza
Edición Impresa | 11 de Mayo de 2025 | 07:09

Por mucho tiempo, el aburrimiento fue visto como un enemigo del desarrollo infantil, un síntoma de desidia parental o un obstáculo que debía ser neutralizado de inmediato con actividades, pantallas o estímulos externos. Sin embargo, cada vez más profesionales de la salud y de la educación advierten que evitar el aburrimiento a toda costa puede ser no sólo inútil, sino incluso perjudicial. En tiempos donde la hiperestimulación es norma y los dispositivos electrónicos parecen estar siempre al alcance de la mano, criar a un niño implica también resistirse a la tentación de entretenerlo todo el tiempo. En esa resistencia, explican psicólogos especializados en atención infantil y juvenil, se abre un camino fértil para cultivar habilidades emocionales y creativas que ninguna aplicación puede ofrecer.
“El aburrimiento es una emoción legítima, como la tristeza o la alegría, y no debería ser demonizado ni eliminado de la experiencia infantil”, sostienen con firmeza los especialistas en salud mental infantil. Según explican, cuando un niño se aburre, activa una serie de procesos internos de autorregulación, imaginación y autonomía que resultan fundamentales para su maduración psíquica. Es en ese terreno fértil donde brotan el juego espontáneo, las narrativas propias, la invención de mundos y reglas, la capacidad de tolerar la frustración y también de gestionar el deseo. “El niño aprende que puede transformar el tiempo vacío en una experiencia propia, que puede decidir qué hacer y cómo hacerlo, que no necesita que todo le sea dado”, insisten.
La sobreestimulación de las pantallas puede generar falta de creatividad / Freepik
Los médicos pediatras coinciden. Aseguran que el juego libre, ese que surge del impulso y no de la planificación adulta, tiene un impacto directo en el bienestar físico y emocional de los chicos. En sus consultas diarias, observan con preocupación una tendencia creciente: niños y niñas con escasa tolerancia al aburrimiento, que demandan constantemente estímulos externos, muchas veces electrónicos, y que se muestran inquietos o irritables si no reciben una respuesta inmediata. “Los chicos tienen derecho a aburrirse, pero también tienen que tener la posibilidad de que ese aburrimiento sea guiado de forma saludable, con un entorno propicio para explorar, jugar o simplemente estar consigo mismos sin ansiedad”, explican los profesionales.
Para los profesores y licenciados en educación física, el tema también es crucial. Aseguran que el cuerpo necesita espacios de descanso creativo, de improvisación y libertad, y que los juegos impuestos o las agendas sobrecargadas de actividades deportivas muchas veces ahogan las verdaderas necesidades de movimiento y expresión que tienen los chicos. “Hay que recuperar el valor del juego espontáneo en el patio, en la plaza, en la vereda. Ahí es donde los chicos se conocen a sí mismos y a los otros. No todo debe estar pautado con horarios y objetivos”, advierten.
Especialistas sostienen que es necesario que los niños y jóvenes transiten la emoción
El punto de inflexión, sin embargo, está en la mirada adulta. En los hogares, muchas madres y padres sienten una presión silenciosa pero constante: la de estar siempre disponibles para organizar, proveer, calmar o entretener. Esa exigencia, alimentada por redes sociales donde la infancia parece una sucesión ininterrumpida de actividades felices y educativas, genera un malestar que suele resolverse con sobreoferta de estímulos. “Hay que salir de la lógica del adulto proveedor constante de experiencias. No es función del padre o la madre llenar cada minuto del hijo con propuestas. Es más sano acompañar desde el borde, estar disponibles sin invadir, facilitar sin dirigir”, explican los psicólogos.
Eso no significa desentenderse, aclaran todos los profesionales consultados. Guiar el proceso implica crear un entorno seguro y estimulante donde los chicos puedan explorar por sí mismos, sin que se les dé todo servido. Puede ser con una caja de cartón, algunos lápices, un puñado de ramas en el parque o simplemente el permiso para aburrirse sin culpa. Lo traumático, en todo caso, aparece cuando el aburrimiento es descalificado o cuando el niño es dejado a la deriva sin recursos emocionales para transitarlo. “No se trata de abandonarlos al tedio, sino de mostrarles que el tedio puede ser semilla”, ilustran los educadores.
También señalan que el aburrimiento es una antesala del deseo. “Cuando un chico se aburre, empieza a preguntarse qué quiere, qué le interesa, qué le divierte. Y esa es una pregunta vital. Si no hay espacio para el aburrimiento, tampoco hay espacio para esa búsqueda”, sostienen los especialistas. De ahí que fomentar la capacidad de estar sin hacer, de estar consigo mismo sin desesperación, sea una herramienta invaluable para toda la vida.
A veces los chicos necesitan conocer, verdaderamente, lo que significa aburrirse para poder crear / Freepik
En última instancia, dejar que los chicos se aburran es también un acto de confianza. Es creer que tienen recursos internos para enfrentar ese momento y que no necesitan que el mundo adulto les solucione todo. Es permitirles que se escuchen, que se inventen, que se equivoquen y vuelvan a empezar. Es, como dice uno de los psicólogos citados, “dejar que la infancia recupere algo de su salvajismo necesario, ese que no encaja en las grillas ni en los planes, pero que forma a las personas más libres y plenas”.
Y quizás, también, sea un acto de resistencia para los adultos. Resistirse al mandato de la eficiencia, del entretenimiento constante, del perfeccionismo parental. Tal vez aburrirse juntos, compartir silencios, improvisar una tarde sin agenda, sea una forma más honesta –y profundamente humana– de estar con los hijos.
1 VALIDAR SUS EMOCIONES: es importante reconocer y aceptar que los niños se sientan aburridos, explicándoles que es una emoción normal y que puede ser una oportunidad para descubrir nuevas actividades.
2 PROPORCIONAR UN ENTORNO ESTIMULANTE: ofrecer materiales como libros, bloques de construcción, materiales de arte o disfraces puede inspirar a los niños a crear sus propios juegos y proyectos.
3 ESTABLECER TIEMPOS SIN PANTALLAS: limitar el uso de dispositivos electrónicos permite que los niños busquen otras formas de entretenimiento y desarrollen su creatividad.
4 FOMENTAR LA AUTONOMÍA: animar a los niños a idear sus propias actividades y juegos les ayuda a desarrollar confianza en sí mismos y habilidades de resolución de problemas.
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