El ejemplo educativo que siguen brindando las escuelas rurales

El acto realizado por vecinos, directivos de entidades de bien público y autoridades en conmemoración de los 140 años de creación de la Escuela Primaria Nº 20 de Poblet, se convirtió en un merecido tributo al aporte brindado por ese establecimiento a nuestra región.

Con una historia rica en vivencias –no exenta de situaciones críticas, como ocurrió con la crisis económica en el país de los años 2001 y 2002, cuando sólo le quedó un alumno que llegaba a caballo todos los días- esa escuela, luego de luego de haber recorrido algunas sedes en la entonces recién fundada La Plata, se instaló en 1916 en el paraje rural de Poblet, a 22 kilómetros de nuestra ciudad.

Cabría recordar que tanto su fundación como sus primeras décadas de vida transcurrieron cuando la Argentina contaba con una población que oscilaba en 3,5 millones de habitantes y que, no obstante ello, el empuje de visionarios como Sarmiento, Avellaneda y otros decidió sembrar escuelas aún en las regiones más deshabitadas, para que fueran ellas las simientes del desarrollo argentino que se volvió notable y rápido en aquel escenario casi desértico.

Tamberos y chacareros argentinos, catalanes y vascos fueron los primeros y mayoritarios residentes de Poblet, que cerraron filas en torno a aquel primer establecimiento que diseminó la educación pública en la zona y se convirtió, acaso, en la principal referencia del paraje.

Lo cierto es que su crecimiento –interrumpido dramáticamente por la mencionada crisis- volvió a experimentarse con posterioridad.

En 2005 su alumnado ya era de siete estudiantes y hoy, tras varias reformas edilicias que le permitieron recibir a más alumnos, la escuela ya de dos turnos, en los que además se sirven desayuno y merienda a los estudiantes, cuenta con 450 chicos.

LE PUEDE INTERESAR

¿Obediente o autónomo?

LE PUEDE INTERESAR

El avance contra los celulares en las escuelas de Estados Unidos

Se conoce que sus alumnos son niños y jóvenes que suelen vivir en pequeños parajes y que recorren largas distancias para llegar a las aulas. También que muchas veces los estudiantes pasan todo el día en la escuela rural y, en algunos casos, como lo testimoniaron artículos publicados en este diario, pernoctan en ellas. Los malos caminos y la falta de medios de transporte agravan la situación.

La mayoría de los alumnos son hijos de familias que trabajan en zonas rurales. No tienen computadoras o conectividad. Sus esfuerzos para aprender, asistidos por el empeño de sus familias para que no dejen los estudios, se ven correspondidos por lo que deben desplegar los docentes y auxiliares para mantener en funcionamiento a las escuelas.

Afortunadamente, en los últimos años debe valorarse que muchos grupos de jóvenes estudiantes universitarios, institutos e investigadores del Estado volcaron a favor de las escuelas rurales técnicas de avanzada, como la energía solar que les da electricidad, agua caliente y calefacción, así como nuevos sistemas de comunicación y otros adelantos.

Está claro que los estudiantes del campo merecen recibir la misma educación que los que viven en las zonas urbanas.