Demi Lovato, del fondo de la noche al casamiento

Demi Lovato ha tenido una vida sufrida: estrella juvenil desde muy chiquita, la fama le jugó varias malas pasadas que la llevaron por caminos complicados. Pero encontró el amor, y ayer lo celebró: a tres años de haber conocido al cantautor Jordan ”Jutes” Lutes, contrajo matrimonio.

Los dos se conocieron en 2022, trabajando juntos en las partituras del álbum de la cantante “Holy Fvck”. Estuvieron de novios dos años hasta que en diciembre de 2023 se comprometieron: ahora, finalmente, se casaron en California, en una boda que ellos llamaron “íntima”. Había 135 personas invitadas.

Demi se casó en California, en una boda que ellos llamaron “íntima”. Había 135 personas

Y hubo cuatro looks para Demi: con un vestido se casó, con otro estuvo en la recepción, con el tercero vivió la fiesta y con el cuarto cerró la noche cuando caía el sol.

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La novia caminó hacia el altar con un vestido blanco perla de Vivienne Westwood confeccionado en satén de seda de gran caída y con cuerpo encorsetado. Con ese atuendo, dio el sí ante los 135 amigos y familiares que se acercaron a la finca Bellosguardo, de Santa Bárbara, poniendo así el final feliz para su historia de amor.

OSCURIDAD Y AMOR

Demi, de 32 años, uno menos que su pareja, coronó así una especie de renacimiento, donde dejó de lado las decisiones poco sanas y apostó por otro tipo de vida a la que la había llevado a las drogas.

Un cambio de vida que había comenzado justamente con el disco ”Holy Fvck”, donde conoció a Lutes y donde abandonaba su faceta pop, esa máscara con la que ocultaba su malestar, para apostar por una música más catártica y rockera, y más ligada a sus raíces.

Parte de la factoría de Disney, su descenso en los infiernos fue similar al de otras estrellas de la Casa del Ratón: la fama, los flashes, el dinero, la exposición desde muy joven al mundo de los adultos dejaron su marca en una actriz y cantante. Tiempo después confesaría que su primera vez fue una violación, a los 15 años, de parte de un compañero de Disney. Desarrolló desde muy chica ansiedad social e inseguridades por su cuerpo, que fue diagnosticada con desorden bipolar, y que contó que probó la cocaína con 17 años.

“Mi padre fue un adicto y un alcohólico y supongo que quise saber lo que encontró allí”, contó alguna vez. En 2010, tuvo que dejar la gira que compartía con los Jonas Brothers para internarse en un centro de rehabilitación.

Fue un largo camino de regreso. Retomó el trabajo, pero de a poco. Se destaron sus desórdenes alimenticios. “Creo mi peor momento fue ese. Estaba muy enferma. Llegué a pensar que el jugo de naranja me iba a hacer engordar”, dijo. La aquejaba una feroz depresión. “Me fascinaba la muerte. Me preguntaba cómo sería tener un funeral. Nunca supe por qué tenía pensamientos tan oscuros y me tomó mucho tempo descubrir qué es lo que pasaba”, declaró. En su canción “Sober”, de 2018, confesaba que todavía lidiaba con la adicción: un mes más tarde, tuvo una sobredosis de fentanilo.

Pero Demi empezó a encontrar el camino hacia una vida sana, y cuando comenzaba a expresarlo en su arte, con “Holy Fvck”, encontró el amor. No hay coincidencias: el que está bien, encuentra lo que le hace bien.