Barreras arquitectónicas: una Ciudad sin acceso para todos
Edición Impresa | 16 de Junio de 2025 | 02:49

La situación a la que un niño de Tolosa debe enfrentar a diario desnudó -una vez más- la escasa accesibilidad arquitectónica para personas con discapacidad en la Ciudad.
Salvador, tolosano de 9 años, utiliza un andador entrenador de marcha a raíz de que padece ‘atexia’, una afección neurológica que genera problemas de coordinación en movimientos musculares; un andar ‘gelatinoso’. Todos los días, camino a la escuela, debe combatir la ausencia de rampas para discapacitados en las 7 intersecciones que lo separan de su hogar, conviertiéndose en víctima habitual de la no inclusión en la Ciudad.
A diario, en EL DIA se pueden ver quejas vecinales cuyos títulos son veredas rotas o con desniveles; huecos en el asfalto; pérdidas de agua y tapas de desagües que no están en su lugar. Pero, a ello, se suman también falta de rampas en los micros y locales gastronómicos; falta de botones en los semáforos para poder cruzar en las esquinas; y una gran barrera comunicacional en la que se destaca la falta de información en braille o sonora para personas ciegas o sordas, respectivamente.
barreras arquitectónicas
Hablar de barreras arquitectónicas es ponerle nombre a los obstáculos físicos que impiden o dificultan el tránsito de una persona discapacitada, tanto en el espacio público como dentro de un edificio.
“Está el concepto ‘cadena de accesibilidad’ que es todo el recorrido que realiza una persona con discapacidad desde que sale de su casa hasta llegar a su destino. En ese trayecto se van atravesando múltiples barreras”, explicó en diálogo con este diario, la arquitecta Milagros Quevedo, Coordinadora de la Comisión de Accesibilidad y Movilidad del Capbauno.
Pero, la ‘ruptura’ de esa cadena, sucede casi de inmediato: “Si una persona en silla de ruedas sale de su casa y ya la vereda no es accesible, ahí mismo comienza el quiebre. En el casco urbano muchas veredas están rotas o en mal estado, lo que ya constituye una barrera”, detalló la arquitecta y agregó: “A esto se suma otros obstáculos, como la ocupación indiscriminada de veredas por parte de bares y comercios, que colocan mesas y sillas sin control ni criterio, generando un zigzag muy difícil de sortear para personas en silla de ruedas, personas ciegas, adultos mayores, quienes usan cochecitos, andadores o muletas”.
La lista de barreras, según la profesional, la integra el transporte público: “Colectivos sin adaptación, paradas mal ubicadas o sin señalización; falta de baldosas podotáctiles para personas ciegas, entre otras”, enumeró.
A su vez, el límite ocurre dentro de los edificios: “En las construcciones nuevas, debería pensarse rampas con pendiente adecuada que garanticen autonomía y no dependencia. A ello, promover las condiciones para la permanencia: baños accesibles, circulaciones libres, anchos de pasillo mínimos de 1,20 m, radios de giro para sillas de ruedas, pisos antideslizantes, ascensores si hay escaleras, mostradores a la altura adecuada”, detalló Milagros Quevedo.
La integrante de la Comisión de Accesibilidad del Colegio de Arquitectos de La Plata, manifestó que la accesibilidad no es sólo para personas con discapacidad sino para todos.
“La realidad es que, la accesibilidad no existe en la periferia. Está totalmente relegada”, concluyó la arquitecta.
un problema más amplio
Débora Barani es presidenta de la Fundación Autismo Infans “Hablamos y hacemos por el autismo” y de la Organización Familias TEA que integra a La Plata, Berisso y Ensenada. Y para ella, a las barreras arquitectónicas, se suman las burocráticas: “Es uno de los principales obstáculos para garantizar una verdadera accesibilidad urbana y cognitiva”, manifestó a EL DIA, y destacó: “Muchas veces, las familias deben recorrer un laberinto institucional para conseguir una rampa, una vereda accesible, un semáforo sonoro o una simple señalización adecuada”.
Es imperioso recordar que en la Ciudad hay 16.890 platenses que poseen el Certificado Único de Discapacidad, documento nacional que acredita la discapacidad y otorga derechos y beneficios.
Lo cierto es que para Débora, las barreras no son sólo físicas o comunicacionales: son también una forma de exclusión social. “Cuando el Estado no garantiza condiciones de equidad, lo que hace es expulsar, invisibilizar y negar derechos”, concluyó.
Al cierre de esta edición, la realidad de Salvador sigue siendo la misma: sin rampas, sin reparo.
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