Violencia política y desconfianza: cuando los candidatos se convierten en su peor enemigo
Edición Impresa | 28 de Junio de 2025 | 00:01

Por ALBERTO NOFEL
Muchos políticos, no todos, parecen tener el objetivo de desprestigiar la política. Los debates y las polémicas sobre proyectos e ideas para desarrollar el país han sido reemplazados por insultos, escraches, amenazas físicas, actos de violencia y operaciones digitales que buscan aniquilar reputaciones. Vivimos una campaña electoral que, en lugar de aportar claridad a un país agobiado por la crisis, multiplica el enojo social y siembra desconfianza.
Los dirigentes parecen más interesados en destruir al adversario que en exponer programas de gobierno, y la violencia verbal o física se ha convertido en una herramienta recurrente. El resultado es el más peligroso de todos: una ciudadanía que empieza a dudar seriamente de la cordura y la seriedad de quienes gobiernan o aspiran a gobernarla. Algunos dirigentes de diferentes agrupaciones no ha recurrido a esas prácticas que, en definitiva, atentan contra la democracia, pero terminan siendo víctimas de una injusta generalización que predomina en la ciudadanía.
LA VIOLENCIA COMO ESTRATEGIA
El presidente de la Nación, que debiera pacificar los ánimos, hasta por la propia conveniencia del gobierno, ha redoblado su apuesta por el lenguaje beligerante. No se trata solo de su retórica estridente, sino de un discurso sistemático que parece convertir en enemigos hasta a quienes coinciden ideológicamente en muchos aspectos de la política que está llevando a cabo el gobierno, son groseramente atacados ante la mínima expresión de discrepancias. Esa actitud, ha guiado las acusaciones contra periodistas independientes que sufrieron el mismo trato del gobierno anterior o como hasta de economistas que como se ha dicho, aun coincidiendo con el objetivo de terminar con la inflación, por ejemplo, merecieron adjetivos descalificadores y generalizar expresiones despectivas sobre todos los otros políticos. Desde el oficialismo usan las redes sociales como una máquina de agraviar utilizando expresiones como "ratas inmundas" o "basura". Llegando al extremo de que un vocero del oficialismo, mencionado días atrás como posible candidato a diputado, "El Gordo Dan" insulta, amenaza y fomenta los discursos de odio, hasta afirmando ser parte del "brazo armado del gobierno". En ese clima, hasta resulta inexplicable la actitud del jefe de gabinete, generalmente moderado en sus expresiones y actitudes abandonara el recinto del Senado, porque una legisladora de la oposición lo llamó "mentiroso", que si bien es una expresión que sólo se debería usar con pruebas de que alguien falta a la verdad, no es tan insultante como las que usan algunos voceros del oficialismo.
LA CÁMPORA: EL ENEMIGO INTERNO
La agrupación kirchnerista "La Cámpora" después de la condena judicial a Cristina Fernández de Kirchner, que como toda resolución puede ser criticada, se lanzó con furia a utilizar la violencia en varios hechos como el ataque a las instalaciones de un canal de televisión, o, entre otras cosas arrojar estiércol al frente de la casa de un diputado nacional, y en el hecho aparentemente participó un funcionario del estado y se utilizaron dos vehículos, uno de ellos perteneciente a una empresa que figura como proveedora del Estado Provincial y de la Municipalidad de Quilmes. Varios locales del partido gobernante sufrieron actos de vandalismo que se manifestaron en vidrios rotos, pintadas intimidantes y hasta agresiones físicas a militantes. En la Universidad Nacional de La Plata no pueden expresarse jóvenes que coinciden con el pensamiento libertario y se impiden sus deliberaciones o cualquier intento de expresar los ideales que los guían. En esta ciudad capital de la provincia de Buenos Aires, la Unión Cívica Radical cuyo comité platense anunció la intención de constituir una alianza interpartidaria con objetivos localistas, evitando sumar al peronismo o a los libertarios despertó la ira de quienes ensuciaron el frente de varios edificios en los que funcionan comités de ese partido, aparecieron manchados con frases como "radicales traidores" o "vendepatrias".
Estos episodios reflejan una actitud que se difunde en muchos barrios con la lógica de "apretar y amenazar".
UNA SOCIEDAD QUE EMPIEZA A DECIR BASTA
La gravísima consecuencia de toda esta escalada de violencia verbal y física es que, es el hastío de una ciudadanía que empieza a observar a todos los espacios políticos con las sospechas que generan las acusaciones de los unos a los otros y provocan una participación cada vez menor en las urnas. El show de los dirigentes continúa a pesar de que el sistema democrático se debilita a medida en que la ciudadanía deja de participar, cosa que no pareciera importar.
La violencia política ha dejado de ser un fenómeno marginal, convertida en el eje central del espectáculo. Y mientras siga siendo así, los dirigentes más agresivos se convierten a si mismos en sus propios enemigos. Cuanto más gritan, cuanto más insultan, cuanto más fomentan el odio, más crece la desconfianza de la sociedad hacia todos ellos. Desgraciadamente el cansancio y el consecuente repudio a esos políticos, se generaliza a figuras que existen en todos los partidos, que se abstraen de usar la violencia verbal, y tratan de exponer ideas y proyectos, como no lo hacen con gritos y acusaciones no suelen ser invitados a programas de televisión en los que las degradantes discusiones de cuestiones personales y no de ideas, parecen ser un show mas atractivo que los "aburridos politicos" que van a exponer sus ideas sin enredarse en agredir al otro culpándolo de todos los males.
Por eso la democracia está en peligro en la Argentina, porque además de todas las formas constitucionales, para su vigencia real es necesaria la participación de la gran mayoría de los ciudadanos. Y vale la pena repetir, los argentinos miran con espanto el enfrentamiento brutal entre los dirigentes que se desprestigian y desprestigian a columnas fundamentales del sistema: los partidos políticos.
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