Cuando el monstruo se acuesta en la misma cama
Edición Impresa | 13 de Julio de 2025 | 04:27

“Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia”: así comienza ‘El almohadón de plumas’, uno de los cuentos más estremecedores de Horacio Quiroga. En solo unas pocas páginas, el autor construye un relato donde lo doméstico se vuelve amenaza y la enfermedad, misterio. Publicado en 1917, el texto es una muestra perfecta del talento para mezclar lo cotidiano con lo siniestro.
El relato narra la historia de Alicia, una joven recién casada que comienza a enfermar sin causa aparente. Su esposo, Jordán, la cuida a la distancia, contenido y frío. La casa en la que viven es vasta, silenciosa y helada, como si también tuviera fiebre o escondiera algo. Alicia va apagándose sin explicación médica y lo que parece ser una enfermedad terminal se revela, hacia el final, como una pesadilla: un parásito oculto en su almohada ha succionado su sangre noche tras noche.
El cuento se destaca por su economía expresiva: no hay una palabra de más. Frases breves, descripciones contenidas y un clima opresivo que va cerrándose como una trampa. La lógica del cuento fantástico encuentra aquí una de sus formas más brutales. El “monstruo” no viene de afuera: vive entre las sábanas, al lado del cuerpo dormido. Más allá del espanto, el cuento es una metáfora que habla del desgaste imperceptible, del amor que no abriga, de los vínculos en los que uno puede morir lentamente sin que nadie note la herida.
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