Sinner: un campeón con mente fría y juego consistente
Edición Impresa | 14 de Julio de 2025 | 06:26

Como cuando “Deep Blue” venció a Gary Kasparov en 1997, el ordenador, el robot, volvió a doblegar al humano. Jannik Sinner derrocó el reinado de Carlos Alcaraz en Wimbledon y el italiano se coronó campeón por primera vez en la Catedral del tenis al imponerse: 4-6, 6-4, 6-4 y 6-4.
El juego Sinner, preciso, consistente, regular, siempre excelso, remontó al Alcaraz confiado en el factor humano, pero que vivió un día en el que no le salió nada. El partido se podía resumir en las palabras del español en el tercer set: “Desde el fondo de cancha está siendo mucho mejor que yo”, expresó; mientras la “computadora” de San Cándido hacía todos los movimientos de ajedrez necesarios para desfigurar al rival.
Y es que, aunque ganó el primer parcial, Alcaraz nunca pudo dominar el encuentro. Era el italiano el que mandaba desde el fondo, como a él le gusta, de lado a lado, con una colocación milimétrica, con precisión de cirujano. Era el partido que se había imaginado en su cabeza, el que había dibujado junto a Darren Cahill para vengar lo ocurrido en Roland Garros.
Para eso hacían falta dos ingredientes. Que Alcaraz no estuviera en modo superhéroe y, sobre todo, que Sinner hubiera superado los tres puntos de partido errados en París. En la previa aseguraba que “si no, no estaría aquí”, y aunque muchos no se lo creían, durante las tres horas y cuatro minutos que duró la final, demostró que sí podía.
Dejó en claro que a los grandes, las experiencias como la de París sirven para mejorar, que no se estancan. Todo lo contrario. Porque lo normal, después de perder un primer set en el que iba 4-2 arriba y en el que el español se llevó cuatro juegos seguidos, era venirse abajo y volver a ver los fantasmas del Bosque de Bolonia de hace cinco semanas.
Pero nada, este Sinner fue otro, más maduro, igual de predecible, pero igual de difícil de contraatacar. Es como Lio Messi, que sabes que te iba a recortar con la zurda, y que aunque lo había hecho mil veces antes, lo volvía a intentar y le volvía a salir bien.
“Haga lo que haga le va a entrar”, le admitía Alcaraz a su equipo, entregado al liderazgo de un tenista que en octavos de final estaba fuera ante Grigor Dimitrov, pero que utilizó esto como nafta para su propio motor.
En el segundo y tercer set, desplegó el mejor tenis de su carrera en césped, con un saque impoluto, ganando más de un 70 por ciento de puntos con primer saque y permitiendo en la segunda manga sólo un punto de “break”. Salvado, claro, como la mayoría de llamadas de emergencia que recibió el italiano, como esas dos bolas de quiebre que llegaron con 4-3 en contra en el tercero, cuando el court central de All England se creyó que otra remontada inverosímil era posible.
Sinner, con nervio en su raqueta, salvó el 15-40 con un segundo saque a la línea y el segundo lo entregó Alcaraz con un mal golpe. Cuando más miedo tuvo Sinner, cuando más hacía falta ponerle presión, el Alcaraz no pudo. No era el día del español, sino que todo estaba a favor de Sinner.
Es el primer italiano en ganar Wimbledon, el primero en derrocar a Alcaraz en una final de Grand Slam y el mejor del momento, en césped, la última superficie que le quedaba por domar. Ya tiene cuatro Grand Slams y ha ganado en Australia, US Open y en la Catedral de tenis. Solo le falta Roland Garros, donde estuvo a punto de coronarse.
Sinner embolsó 3,5 millones de euros después de vencer a Alcaraz y ganar su primer Wimbledon
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