El fallecimiento de Tomás "Wimpy" García, ex decano de la Facultad de Arquitectura de La Plata
| 4 de Julio de 2025 | 17:25

No puedo negarme a expresar mi sentimiento ante el fallecimiento de Wimpy García. Lo hago en primera persona porque es muy mío, muy profundo. Y creo no equivocarme que, en buena parte, muchas personas se sentirán representadas en este texto.
La vida me unió en distintos momentos a Wimpy. Desde el Colegio Nacional, la lucha por la Enseñanza Laica en 1968, el disfrute por las artes (especialmente el teatro y el cine), el ingreso a la Carrera de Arquitectura, la nueva experiencia que ello suponía, el comienzo de la participación en el Movimiento Reformista Universitario en PRA (Partido Reformista de Arquitectura) y desde allí, desde el Centro de Estudiantes, ayudando a la creación de la Facultad de Arquitectura como tal, participando en la elección del primer Decano, y en el Consejo Académico, en el Consejo Superior, en la Federación Universitaria de La Plata, en los Congresos de la Federación Universitaria de La Plata. Quienes nos precedían "bajaban línea" pero nosotros, los nuevos, con Wimpy, a la cabeza, comenzábamos a escribir la continuidad de la historia.
Wimpy a la cabeza porque tenía una formación intelectual y política formidable. También formidable era el léxico y la forma de defender las ideas. Tenaz para hacerlo, perro de presa para conseguir los objetivos. Nos acercaba al pensamiento anarquista y reunía a todo el arco democrático.
La vida me unió a Wimpy también en aquella experiencia estudiantil inolvidable de "La Gotera", el taller de estudio de alumnos de arquitectura. Reunidos los platenses con bahienses, marplatenses, bonaerenses, santafecinos. Allí se materializaba la propuesta ideal de reunión de estudiantes de distintas regiones del país para desarrollar los trabajos propios de la Carrera, darnos a conocer las características propias de nuestros lugares de orígenes, discutir sobre política y corrientes arquitectónicas y también disfrutar de asados y algún encuentro con una nueva noviecita. La vieja casona que nos albergaba "hacía agua" por infinidad de agujeros en sus oxidadas chapas de techo. Una docena de recipientes nos obligaba a tener cuidado en nuestra marcha, a correr muebles a lugar seco y a disfrutar de una música de variado ritmo según la intensidad de la tormenta.
La vida me unió a Wimpy en la década de los setenta del siglo pasado, ya como docentes, en la resistencia a la Intervención de la Dictadura Militar a la Facultad y luego a la Intervención del peronismo.
La vida me unió a Wimpy, más adelante, llevando adelante la gestión del Decanato de la Facultad a partir del retorno de la Democracia a fines de 1983 y continuando luego en la docencia hasta nuestra jubilación.
Buscábamos retomar el camino de una Universidad libre, autónoma, gratuita, universal. Nos ilusionábamos con ayudar a la creación de una sociedad de amplio pensamiento y más equitativa. Soñábamos con una arquitectura que fuera faro de cultura y a la vez accesible a los sectores más desposeídos. Sin él, otro hubiera sido el resultado.
En ese campo de la Arquitectura, Wimpy fue igualmente tenaz y dogmático: participó en Concursos Nacionales de Arquitectura en los que no era necesario ser de apellido ilustre para demostrar las virtudes. Entonces se unió a otros colegas y obtuvieron éxitos resonantes. Siempre agrupando voluntades, siendo locomotora y vagón.
Por cierto que supo tener una familia a su medida, honrada con hijas, hijos y muchos nietos.
Nuestras lágrimas por su fallecimiento son, seguramente, la alegría de sentirnos honrados de haberlo tenido a nuestro lado, de haber aprendido de él, de haber compartido alegrías y tristezas. No nos olvidaremos del personaje de zapatos negros con los cordones desatados y un destartalado Ford de asientos vencidos como representación de su personalidad única, de su rebeldía anarquista.
Exdecano de la Facultad de Arquitectura de la UNLP
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