El sueño del pibe y el ejemplo de una histórica consagración

ENFOQUE
Por EDUARDO TUCCI

Muchas cosas seguramente se cruzaron por la mente de este pibe de 22 años, nacido en Bernal, que sólo hace dos años compite en el TC, cuando el autódromo se rendía a sus pies coronándolo ganador de la carrera y nuevo campeón de la categoría más popular de nuestro automovilismo. Entre ellas el recuerdo de su anterior victoria en noviembre de 2011 que, contrariamente a lo que sucede habitualmente, no tuvo ni podio ni festejo porque a poco de cruzar la meta victorioso en el autódromo de Balcarce, se enteraba de la trágica muerte de su gran amigo Guido Falaschi, dos curvas antes del final. Seguramente también habrá recordado lo bien que lo ha tratado siempre el trazado platense, a punto de sentirse como en su propia casa: en los dos últimos años el Mouras fue escenario de su consagración como campeón del “TC Mouras” y del “TC Pista”, las dos categorías promocionales de la ACTC.

También habrá recorrido mentalmente las veces que se le negaron los triunfos este año pese a haber sido el animador de varias de las pruebas incluidas en el calendario 2012.

Mauro Giallombardo, el nuevo monarca que le entregó a Ford el 38º título en 75 años de TC, tuvo su día soñado: ganó la primera serie con comodidad, se impuso en la finalísima de punta a punta y logró aguantar sin inmutarse la embestida que protagonizó ni más ni menos que Guillermo Ortelli, el séxtuple monarca del TC, que también necesitaba del triunfo para quedarse con la corona. Esa tremenda arremetida del hombre de Chevrolet, que incluyó la superación en festejadas maniobras sobre Silva y Aventín, dos de los más experimentados, resultaría la alternativa más vibrante del fin de semana e hizo más grande aún la conquista del flamante campeón.

En realidad, el título empezó a guiñarle el ojo desde mucho antes de la final al piloto del Ford número 5. El excelente registro logrado en las pruebas clasificatorias del viernes y el sábado le otorgaron la posibilidad de largar adelante con lo que ello significa en un trazado donde los sobrepasos están cargados de riesgo. Además, también significaron un buen margen de tranquilidad la temprana deserción de Matías Rossi -que había llegado a La Plata como puntero del torneo y principal candidato -con su auto destrozado por un choque y la penalización aplicada a Agustín Canapino por adelantarse en la largada de su batería.Había otros nombres importantes entre los aspirantes a la definición de la Copa de Oro pero por diferentes motivos, también quedarían fuera de la porfía. Juan De Benedictis perdió mucho tiempo peleando posiciones lejos de la punta mientras que Gabriel Ponce de León, Norberto Fontana y Christian Ledesma no alcanzaron el protagonismo que hacía falta para discutirle el cetro a Giallombardo.

La multitud que acompañó al TC al Mouras tuvo lo que fue a buscar porque la lucha se prolongó hasta la acelerada final con una pelea de fondo protagonizada ni más ni menos que por Chivo y un Ford, reviviendo el Boca-River del automovilismo en su máxima expresión.

En definitiva la categoría más vieja del automovilismo mundial (dato certificado incluso en el mismísimo Libro Guinness de los récords), tuvo un cierre con todo el color de los fierros y la consagración del segundo campeón más joven de la historia. El pasaporte a la gloria de Mauro Giallombardo no fue fácil porque este año la pelea por el campeonato resultó apretada desde el principio al fin y debió enfrentarse a pesos pesados de la especialidad, aún en la carrera definitoria. Por eso el alocado festejo del podio, por eso las dedicatorias, los agradecimientos, el especial recuerdo a su amigo Guido Falaschi, y una frase que resumió todo: “Soy campeón. Despertame chabón.”.