Un drama con pocos antecedentes en el país

A caso la tragedia que vive nuestra ciudad, sólo encuentre parangón con la catástrofe ocurrida en abril de 2003 en la ciudad de Santa Fe, cuando a raíz de un desborde del cercano Río Salado la tercera parte de la capital santafesina quedó bajo las aguas. Lo cierto es que debieron ser evacuadas numerosas personas, registrándose allí escenas –gente en los techos de las casas, calles y casas cubiertas por casi dos metros de agua, automóviles arrastrados por torrentes caudalosas, pérdidas materiales de toda índole- similares a las vividas en La Plata.

Es cierto también que nuestra ciudad sufrió en la última década cuatro inundaciones de magnitud, que causaron víctimas y daños. Esos trágicos temporales se registraron en 2002, 2005, 2008 y 2010 y en cada uno de los casos las consecuencias fueron, en muchos casos, dramáticos y devastadores.

En cuanto a la ocurrida en Santa Fe el saldo resultó ciertamente desolador: mientras las cifras oficiales hablaron de 23 muertos, estudios y sondeos realizados por distintas entidades elevaron a 130 el número de muertos.

Otras consecuencias fueron las 28 mil viviendas afectadas, 100 mil evacuados, 5 mil establecimientos, 5.000 establecimientos agropecuarios fuera de servicio y 2.000.000 de hectáreas perjudicadas en el campo, mientras que resultó incalculable el costo estimado para reconstruir la infraestructura de la ciudad, las viviendas y las pérdidas agropecuarias.

EN LA PROVINCIA

En cuanto a los antecedentes bonaerenses, debe decirse que la historia de nuestra Provincia está ligada –en forma dramática y reiterada- al ciclo de inundaciones y sequías, causantes de enormes calamidades. Ya en algunos pretéritos libros del siglo XIX –como en la novela de Julio Verne titulada “Los hijos del Capitán Grant”- se describen inundaciones que convertían a la pampa en un océano que se extendía de horizonte a horizonte, cubriendo pueblos y llanuras.

Pero fue, sin dudas, el de la villa del Lago Epecuén –un poblado ubicado en el sudoeste provincial, en las orillas de la laguna que lleva ese mismo nombre- el caso más traumático en el territorio bonaerense, a pesar de que no se registraron víctimas. Lo cierto es que por sucesivas inundaciones del complejo de lagunas conocido como Las Encadenadas, la villa que era un lugar próspero comenzó a verse invadida por las aguas.

El fenómeno, que comenzó en 1985, derivó en la caída de los terraplenes y al año siguiente Epecuén desapareció para siempre al quedar completamente sumergida con tres metros de agua sobre sus techos. Su población se radicó en la cercana ciudad de Carhué.

EL DRAMA DE TARTAGAL

No hace mucho, en febrero de 2009, un alud de barro, agua y árboles arrancados de cuajo sepultó a numerosos barrios de la ciudad salteña de Tartagal, por lo que unas 10.000 personas debieron ser evacuadas.

Según se explicó el fenómeno se produjo como consecuencia de la crecida del río que corre junto a esa ciudad y la atraviesa . El barro llegó a una altura de superior a la de un metro en sectores céntricos y nunca pudo precisarse la cantidad de víctimas fatales. Aquel episodio cobró enorme resonancia en el país y se produjo una corriente solidaria que algunos consideraron sólo comparable a la que causó el terremoto que devastó a la ciudad de San Juan en 1944.

Por cierto que a lo largo de las últimas décadas se reiteraron inundaciones sumamente graves en el Litoral, en la ciudad de Buenos Aires y en el territorio bonaerense, con cuantiosas pérdidas de vidas y de recursos materiales. En la mayoría de esos casos, las crónicas periodísticas reflejaron la opinión de expertos que coincidieron en señalar a la falta de previsiones y de inversiones en obras hidráulicas como factores desencadenantes o agravantes de estas calamidades.