El más fuerte signo del cambio de rumbo

Seguramente influyó el impresionante respaldo que su pontificado recibió en Brasil. Lo cierto es que, apenas concluida esa primera salida al mundo, el Papa Francisco produjo, con la simple “confesión” de que él “no es nadie” para juzgar a los gays, el más fuerte signo, hasta el momento del cambio que se nítidamente se propone imprimirle a la Iglesia.

Tan crítica y tan rígida ha sido la postura de las jerarquías católicas sobre esta cuestión a lo largo de toda su historia, que el gesto de Francisco generó asombro -y en no pocos casos incredulidad- en todo el mundo.

Los analistas señalan que seguramente deberá pasar mucho tiempo antes de que la definición de Francisco -revolucionaria e inédita para un Papa- se traduzca en un cambio en la posición oficial de la Iglesia Católica frente a la homosexualidad, sobre la que ha tenido por siglos y hasta ahora mismo una durísima postura de rechazo, que le ha costado, por lo demás, una fuerte pérdida de terreno en su misión evangelizadora.

Pero subrayan también que Francisco decidió avanzar en ese sentido, fortalecido por la adhesión multitudinaria que cosechó en Río de Janeiro, y en particular de los jóvenes, convencido de que ese respaldo le facilitará avanzar en los cambios que buscará gestar desde la cima de la conducción de la Iglesia.

REFORMAS DE FONDO

Es que ese “salto” en una de las posturas más inflexibles de la Iglesia se inscribe, para los analistas, como un capítulo central de un esquema de reformas que se propone impulsar este Papa, y que está enmarcado por el concepto de una “Iglesia pobre” que ya marcó en los primeros minutos de su pontificado.

Su definición sobre la homosexualidad apareció, además, como el broche de una gira en la que el Papa se concentró en un discurso marcadamente político, en el que reclamó una y otra vez que los jóvenes católicos luchen contra las “injusticias sociales y económicas”, y fustigó duramente la corrupción de quienes ostentan el poder y gobiernan el mundo.

En esa misión, Francisco ha colocado claramente su expectativa de ser acompañado fundamentalmente por los jóvenes, a quienes instó además a luchar contra todas las formas de discriminación y exclusión social, empezando por la que sufren ellos mismos, por el solo hecho de ser jóvenes, y por la que padecen los ancianos.