Felicidad versus negacionismo

Por Juan Ignacio Marasco (*)

Lulú o Luana es pequeña de edad. Aún así manifiesta o exterioriza cuestiones relativas a su identidad. Su mamá, Gabriela, la observa durante un período importante de tiempo y decide actuar en consecuencia. Lulú se siente niña, su madre también la ve así, pero cuando solicitó un cambio en el Registro Civil de Haedo se lo negaron, aún en plena vigencia de una normativa precisa. No es la primera vez que frente a una Ley de estas características haya habido funcionarios/as que intentaron poner sus convicciones o pareceres personales frente a una norma vigente. La Ley Nº 26.743, más conocida como Ley de Identidad de Género, es muy clara respecto al protocolo a seguir en casos como éste. Parte de este “negacionismo” de algunos sectores puede leerse en algunas notas periodísticas publicadas en los últimos días. Allí se habla del caso de Lulú y de un cambio de sexo. Estimamos que tendremos que explicar sin cesar la diferencia entre el cambio de género y el del sexo. Se trata de adecuar la vivencia del ser humano, de su identidad autopercibida en los datos registrales, en ningún momento se mencionó una operación corporal o algo por el estilo. Ya en la adolescencia, Lulú seguramente podrá decidir sobre su cuerpo en relación a su identidad optando o no por una readecuación genital. Como ciudadanos/as argentinos debemos estar orgullosos/as de Lulú y de su mamá Gabriela, quien optó por hacer frente a la situación. No nos cabe duda que la perspectiva elegida colectivamente, en este caso, es la de la libertad de los cuerpos, es decir la de la felicidad.

(*) Secretario de Cultura de la FALGBT y militante del Partido Social La Plata