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El país |ENTREVISTA A VICTOR BUGGE

El hombre que retrató los 30 de años de democracia

A 30 años de la recuperación de la democracia, el histórico fotógrafo de la Presidencia relata los detalles de algunas de sus más recordadas imágenes, tomadas siempre en momentos difíciles para el país. Aquí, se puede conocer el pensamiento de un hombre que trabaja “para la posteridad”

10 de Diciembre de 2013 | 00:00

Por MARIANO SPEZZAPRIA

Twitter: @mnspezzapria

Esa tarde del 10 de diciembre de 1983 estaba parado a escasos dos metros de Raúl Alfonsín, sobre el balcón del Cabildo. A su lado también estaba Víctor Martínez. Debajo, una multitud festejaba en la Plaza de Mayo. La historia pasaba delante de los ojos de todos los argentinos, pero él la inmortalizó en el momento exacto en que decidió “gatillar” su cámara fotográfica.

Víctor Bugge, el protagonista de esta historia, eligió esa imagen como la más representativa de su trabajo de 35 años en la Presidencia de la Nación. “Aquel día marcó el principio del camino de la democracia. Y en el cuadro apareció la gente, en contraste con lo que había pasado en la dictadura”, reflexionó ante EL DIA el hombre conocido como “el fotógrafo de los presidentes”.

Bugge recordó que luego de ingresar al cuerpo de fotografía de la Casa Rosada, en 1978, tuvo la oportunidad de retratar al dictador Jorge Rafael Videla en la soledad del despacho presidencial.

“La tomé casi sin que se diera cuenta. La guardé y la di a conocer más tarde”, comentó. Pero esa acción lo convenció de que podía moverse con criterio propio entre los pliegues del poder.“Frente a esa foto de Videla está la primera de Alfonsín en el Cabildo el 10 de diciembre del ´83. De la soledad a la aparición de la gente”, analizó Bugge en su despacho de la sede gubernamental, que en rigor es como su segundo hogar. Allí pasó la noche en vela durante el alzamiento militar en la Semana Santa de 1987. Y se quedó a dormir once días en medio de la crisis de 2001.

“Salieron, yo quedé atrás y los dejé que se fueran, me impresionó la postura de los cuerpos de espaldas. Alfonsín ya no estaba erguido y Menem sacaba pecho. Uno se iba y el otro venía”, rememoró Bugge

Ante cada hecho relevante, tiene una imagen que lo respalda. Pero en algunas ocasiones la situación del país era de una tensión tal que lo llevó a hacer cosas insólitas como bajar descalzo por las escaleras de mármol de la Casa Rosada para que no lo escucharan los “carapintadas” que supuestamente iban a tomar el palacio de gobierno, luego de cortar la energía eléctrica.

“En la punta de la escalera me choqué con un colimba, que tenía una ametralladora de pie para defender la explanada que da a la calle Balcarce. Habían cortado la luz. Fue una noche terrible”, aseguró Bugge. Luego acompañó al presidente Alfonsín a Campo de Moyano, donde los militares sublevados “gritaban avanza la civilidad y estaban armados hasta los dientes”, recordó.

Allí sucedió algo inédito en la carrera de Bugge. No se animó a hacer la foto de la reunión cumbre entre Alfonsín y Aldo Rico, que había hecho esperar al jefe de Estado más de media hora. En sus propias palabras: “Ya cuando bajamos del helicóptero el edecán me dice ´tené cuidado que está todo podrido´. Alfonsín y yo éramos los únicos civiles. Y no hice la foto porque me asusté”.

“En el trayecto de Retiro a Campo de Mayo pasás por todas las capas sociales. Y todos manifestaban su apoyo a Alfonsín, con manteles, palos, banderas. Eso se veía desde el helicóptero. Las famosas ´felices pascuas´, que fueron muy cuestionadas, evitaron que se contaran varios miles de muertos”, afirmó Bugge al realizar una defensa de aquella actuación del líder radical.

Otro hecho traumático fue el copamiento del regimiento de La Tablada, en 1989. “Cuando llegamos hubo amenaza de tiroteo al helicóptero”, aseguró. El país, finalmente, se incendió, aunque no por aquella acción insólita del MTP, sino por la hiperinflación, que derivó en una oleada de saqueos. Entonces Alfonsín le ofreció a Carlos Menem anticipar el traspaso del mando seis meses.

Para Bugge ese fue otro instante mágico. “Estaban reunidos en la jefatura de Olivos y se acercó alguien a decirles que les convenía hablar afuera porque podría haber micrófonos. Salieron, yo quedé atrás y los dejé que se fueran, me impresionó la postura de los cuerpos de espaldas. Alfonsín ya no estaba erguido y Menem sacaba pecho. Uno se iba y el otro venía”, rememoró.

En otro pasaje de su conversación con este diario, Bugge también remarcó diferencias entre “la fotografía oficialista y la oficial”. Así, se enroló en la segunda categoría: “Yo hago mi trabajo, lo edito, pienso en lo que necesitan ver los periodistas y los ciudadanos. Pero no consulto cada imagen que voy a emitir. La mirada no oficialista es, en realidad, a favor del presidente de turno”.

En la misma línea, sostuvo que siempre tuvo contacto “casi cotidiano” con los jefes de Estado con los que le tocó trabajar, pero aseguró que “nunca” se hizo amigo de alguno de ellos. “Si pasa eso, dejás de hacer fotos. El día que me pase eso, me voy o me hago político. La amistad te inhibe. Y cuando tenés la cámara tenés que ser lo suficientemente honesto como para mostrar lo que pasa”.

¿Hubo alguna vez que se dijera “esto no se puede mostrar”?

Alguna vez tuve que frenar, pero eso no pasa sólo en la fotografía, sino también en la vida. A veces conviene frenar - aconsejó.

¿Cuántas cosas que escuchó estos años no se las puede contar a nadie?

No sé si son muchas, pero sé lo que no tengo que contar y que se va a ir conmigo. Yo soy fotógrafo, no tengo la gorra. Aunque los secretos también son qué les va pasando a los presidentes, tal vez no tanto la información. Conozco bien cómo llegan y sé cómo se pueden ir, física o emocionalmente. Y lo que uno escucha a veces es accidental, por eso se irá conmigo.

¿Alguna vez se sintió criticado por sus colegas debido a su acceso privilegiado?

A mi personalmente no me lo manifestaron, pero lo mejor que te puede pasar es que hablen (se ríe). Igualmente yo el privilegio nunca lo usé en contra de nadie, sino a favor de la fotografía.

El privilegio te exige a estar más atento y generar la foto. Hay que estar, de 15 a 20 horas por día. Aunque no me quejo porque soy un enamorado de este laburo.

¿Le hizo reproches algún presidente?

Una vez (Fernando) De la Rúa, pero no cuando saqué la foto sino a los 6 meses, porque la revista Noticias publicó una tapa diciendo “Política bonsai”, con una imagen que yo le había hecho en el despacho con un bonsai que le regaló un japonés. Y yo le respondí: “Mire presidente, el tiempo le va dando nuevas posibilidades a la fotografía”.

De la época de Menem, Bugge recordó la oportunidad en que los Rolling Stones visitaron el país y el entonces presidente los recibió vistiendo un traje amarillo. “Mick Jagger parecía un chico de colegio a su lado”, dijo antes de lanzar una carcajada. Y volvió a describir al ex presidente: “Acá se envejece y creo que el poder deteriora, pero Menem se salvó porque aparecieron las avispas”.

Ni bien llegó a la Casa Rosada, De la Rúa lo mandó a llamar. Bugge pensó que lo iba a despedir porque había pasado 10 años junto a Menem. Pero muy al contrario, le comentó unas fotos que le había hecho a Alfonsín. Estaba “impresionado” por el desgaste que se notaba en el rostro y el cuerpo del ex presidente. Algo muy parecido le terminó pasando a él menos de dos después.

A De la Rúa, Bugge le hizo una foto de fuerte contenido político. Fue tomada en un acto por el aniversario del 9 de Julio, en el que el entonces jefe de Estado se había olvidado los atributos de mando. Entonces el fotógrafo oficial apuntó su cámara desde abajo del palco y provocó un efecto en el que los ojos de Fernando de la Rúa parecen vendados por una cinta celeste y blanca.

¿Se sintió arrastrado por la vorágine política de 2001?

Cuando vi que un presidente se iba en helicóptero por la terraza de la Casa de Gobierno, me di cuenta de que no era para reírse lo que estaba pasando, como muchos se rieron. Pero el microclima te arrastra. ¿Sabés las veces que soñé con presidentes yo? Al otro día de la salida en helicóptero volvió a la Rosada para firmar fotos suyas. ¡Asombroso!

Aquel triste episodio le abrió las puertas al interinato de Eduardo Duhalde y luego a la presidencia de Néstor Kirchner. “El me puso de nuevo en la cancha, porque con De la Rúa era medio monótono. Y el chabón era bravo, desde que arrancó con el bastoncito que casi le vuela la cabeza a Duhalde. El camarazo en la frente, tirarse de los escenarios, descolgar el cuadro de Videla”, enumero.

“Kirchner fue un tipo que destruyó al protocolo. A mi me hizo hacer fotos, de él recuerdo el cuerpo a cuerpo con la gente”, sostuvo Bugge. Luego llegó la presidencia de Cristina Kirchner, la primera mujer que se sentó en el sillón de Rivadavia. Y literalmente, la primera vez que lo hizo fue a pedido de Buggé. “No era menor la imagen. Ella sabe que estoy fotografiando para la posteridad”.

Hay una imagen del velatorio de Kirchner en la Casa Rosada que es muy recordada...

Ese velatorio había que hacerlo en una imagen. Y la imagen era la del matrimonio. Los colegas estaban afuera con la gente. El responsable de lo que se hiciera adentro era yo. Parte de mi trabajo es mostrar lo que no pueden los demás. (La foto muestra a Cristina parada sola al lado del cajón con los restos de Néstor, tomada desde arriba, en un balcón interno de la Casa Rosada).

¿Se siente un testigo de la historia o algo más que eso?

Yo fotografié la historia. Lo que pasó en estos 35 años, lo tengo bien fotografiado.

A Bugge se le humedecen los ojos cuando recuerda a su padre, el hombre que le “colgó la cámara”. También rescató a Higinio González, quien tomó la imagen de los comandantes militares gritando un gol de la Selección argentina en el mundial de fútbol de 1978. Y admitió que siempre siguió con atención el trabajo de Arturo Mari, quien por 54 años fue el fotógrafo del Vaticano.

Sueña Bugge con pasarle la posta a su hijo de 20 años, aunque advirtió que sigue teniendo “la fuerza de cuando entré, el mismo concepto profesional al hacer las fotos, las mismas ganas” que sintió al ingresar a la editorial Atlántida en los comienzos de su carrera. A tal punto que se autodefinió como “una cámara caminando”. El suyo es un caso único en el mundo.

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