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Revista Domingo |EN LA CIUDAD

La ruta musical

La Plata no duerme. En cada rincón de la Ciudad, una propuesta musical diferente se ofrece a los más de 600 mil habitantes. Un breve recorrido por la noche platense y sus bares.

La ruta musical

La ruta musical

12 de Abril de 2009 | 00:00
En la esquina de 7 y 50 se escucha un grito y el ruido de un auto que acelera. De la ventana del Fiat Uno gris que pasa a toda velocidad, se asoma el cuerpo de un chico de menos de veinte años. El viento del otoño le golpea la cara y de su boca sale un nuevo grito, un llamado a la fiesta.

Es viernes, y el fin de semana comienza en la Ciudad.

El Fiat uno desaparece. Pero alrededor de la plaza son muchas las motos y los autos que estacionan. Los que se animan a salir temprano buscan un lugar donde comenzar la noche.

Los que no, saldrán cerca de las tres, cuando "las previas" terminen. En La Plata, como en casi todo el país, se sale tarde, a la hora del quinto sueño de los que ya no lo hacen.

Son casi las doce de la noche.

SE VIENE LA PRIMERA

"Santiago no tiene verde, no tiene pradera, no tiene nada. Lo único que resguarda, es el alma de su gente. Por eso Santiago querido, hoy te adoramos". Dos hombres vestidos como gauchos caminan entre las mesas hasta llegar a un escenario montado al costado del lugar. No dejan de cantar. Son Mati Moreno y Diego García de Santiago del Estero que se radicaron en La Plata hace unos años para poder promover su música por estos lados.

Moreno, de voz muy aguda, se adueña de la guitarra criolla y hace sus primeros razguidos. García se queda cerca de él y va cambiando su calzado: unas botas marrones con espuelas, llaman la atención. De pronto una chacarera y detrás del telón blanco aparecen dos parejas de bailarines que se apropian de la pista.

Incitan al público, le hacen señas. Estos, más tímidos, comienzan a levantarse de sus mesas y se acercan a la pista. Los bailarines profesionales coordinan la danza y todos se convierten en una masa uniforme. García, con una camisa roja ahora, se baja y comienza a correrlos para los costados con mucha sutileza: es el turno de demostrar su habilidad con la boleadoras.

El público toma asiento hasta que llegue la próxima invitación a la danza. Una danza que en la Ciudad poco se ve, pero que sucede. Y estos artistas, como tantos otros, además de presentarse en algunas peñas de capital federal, lo hacen en la esquina de 10 y 60.

El lugar es la única propuesta en materia folclórica y atrae tanto a jóvenes como grandes. Abrió sus puertas hace cinco años y es un negocio familiar. Su dueño, Luis Salamanca, es de Salta y ansió traer las costumbre de esa región a La Plata y le fue bien.

Abierto todos los días al mediodía y de jueves a domingo por la noche, la Peña ofrece espectáculos de música popular argentina con invitados de todo el país y las mejores empanadas caseras con acento norteño.

A PURO MACHAQUE

Carolina está sentada en la Plazoleta de la Noche de los Lápices en 8 y 61. A su alrededor mucha gente charla, toca la guitarra, bebe cerveza. Mientras se fuma un cigarrillo mira el reloj. Su mejor amiga está tardando más que de costumbre. Enfrente, el bar de la Diagonal comienza a dar señales de que la noche de rock está por comenzar. Se enteró por los carteles que tiñen las paredes de su Facultad que esa noche tocará una banda llamada "107 faunos". Uno de los tantos grupos platenses que una vez por semana cruza la calle 32 para sumergirse en la realidad nocturna porteña. Esta vez, compartirán escenario con Atrás hay truenos de Neuquén, en su cuarta visita a la Ciudad.

Este bar es una de las tantas casas antiguas refaccionadas de la Ciudad. Antes se llamaba de otra manera y sólo pasaban música. Pero el año pasado, sus dueños decidieron cambiar de estilo y se convirtieron en uno de los pocos espacios nocturnos donde se promueven las bandas alternativas emergentes, tanto locales como nacionales. "El mató a un policía motorizado", "Charlie Jackets", "I need to take my medicine", "Dj Finger Vodoo", "Chico Ninguno", "Reno" y "La Patrulla Espacial", forman parte de la noche en la zona de plaza Rocha.

"Lo más importante era crear un espacio para que los artistas puedan desarrollar su arte", explicó Diego Cabanas, su dueño, haciendo referencia a las variadas obras de arte que se exponen en el lugar. "Arte plástico, charlas, fotos, teatro y muy pocas veces, algún recital en la calle cuando se conmemora algún acto político".

El lugar, que ya tiene llena su grilla de recitales para todo el año y "cien bandas más esperando", se va posicionando como el mejor heredero de los espacios culturales de los noventa, donde dieron sus primeros pasos las bandas de rock más importantes de la Ciudad. El Tinto, El Bar, Basquiat, aparecen en la memoria de los románticos del rock.

UNA CIUDAD APARTE

La esquina de 17 y 71 tiene un aire intimista y antiguo como las calles de San Telmo. La noche es fresca pero la gente prefiere sentarse también afuera a contemplar el espacio amplio de la intersección de caminos.

Dos bares ocupan cada una de las esquinas. Y de la mano de enfrente, Meridiano V, un centro cultural que antes fue la estación cabecera del Ferrocarril Provincial, cierra esta tríada cultural que congrega a muchos platenses los fines de semana y que ofrece calidad sonora al elegir los mejores músicos de la Ciudad.

Uno de ellos ofrece, de jueves a domingos, diferentes bandas de covers y versiones. Ricardo Arjona, Joaquín Sabina, y clásicos de todos los tiempos, son las propuestas de esta esquina que congrega a mucha gente con ansias de comer y escuchar música funcional.

En la otra esquina está el bar de música académica por excelencia. Decorado como un cabaret de película del lejano oeste, esta confitería aglutina todos los estilos musicales: desde el tango, pasando por el jazz, el blues, las guajiras, el folclore, ska, reggae, trova y música tradicional cubana, hasta música de cruceros, swing, electro rock, peruana, canciones de autor y tributos a Sandro y a Elvis Presley.

Un sonido grave hace temblar suavemente los vidrios de la esquina. Sin embargo la puerta del costado está abierta para que entre fresco. El hombre abraza al gran instrumento y se mueve con él. Se mueven juntos como si fuesen parte de un mismo cuerpo. El "Negro" Gómez, uno de los bajistas más prestigiosos de la Ciudad, no suelta su contrabajo mientras marca el ritmo de Monte Adentro, su banda de Música Tradicional Cubana.

El, como tantos otros, son "músicos de la casa". Siempre eligen tocar ahí. "La mística de 17 y 71 es la mejor. Yo siempre digo que cuando muera quiero que tiren mis cenizas ahí.". Gómez habla de la realidad de esa esquina: al haber varios bares y el ser un punto de reunión de músicos, siempre se ponen a tocar ahí.

Una esquina que siempre está llena. Pasan las bandas, a veces se repiten, pero la gente sigue yendo. Siempre está viva.

LA MOVIDA TROPICAL

En la esquina de 122 y 50, detrás del Bosque, uno de los pocos boliches de la Ciudad abre sus puertas para los que desean bailar cumbia toda la noche. "Damas Gratis", "La Nueva Luna", "Los Charros", "Pibes Chorros", son algunos de los grupos que, con sus ritmos, hacen mover las caderas del público la noche de los sábados.

Mucha gente afuera, eufórica, con ansias de entrar cueste lo que cueste y otra realidad adentro. Venta de remeras y bandanas con las inscripciones de las bandas que tocan en la calle, fanatismo y amor desenfrenado en el interior. Como en una cancha, como en los recitales de rock.

Polleras cortas, música a todo volumen, y gente de todas las edades que pasan cualquier control. Un lugar donde la cumbia sigue existiendo. La cumbia, con sus diversos estilos y ahora que afronta el auge del reggaeton. La cumbia que sigue viva y coleando.

Los baldes de alcohol y los tragos de mil colores pasan por todos lados y muchos intentan sambullirse en ellos. De repente una cumbia de "Tambó Tambó" que se apaga y de los parlantes la voz del locutor: 9,8,7,6,5...la gente espera, expectante. 4,3,2,1...y La Nueva Luna se sube al escenario, vestidos de blanco, con el porte de todo músico profesional.

LA ELECTRONICA, PARA POCOS

Una vieja Casona ubicada en 49 entre 12 y 13 sacude los oídos de los que pasan por ahí. Con nombre de expresión gallega, éste es el único bar de música electrónica que tiene la Ciudad y se ha convertido por ello, en un lugar de culto.

De día es un restaurante. De noche, es el lugar elegido por los jóvenes y los "viejos" electrónicos que ya no concurren asiduamente a Capital -lugar donde ésta música ofrece variadas alternativas-.

El bar se parece más a un boliche. Tiene un Dj residente, Luis Zerillo, que ha tocado en festivales nacionales de música electrónica como la Creamfield y varios otros que recién comienzan sus actividades nocturnas.

A partir de las dos de la madrugada el lugar es impenetrable. Un calor húmedo y denso recibe a los danceros y les empaña los ojos. Pero la música repetitiva invita. Y quien ingresa por la única puerta habilitada se encuentra inmediatamente en un contexto cargado de sensualidad.

Las luces bajas. Intermitentes. Flashes que caen sobre los cuerpos y los hacen verse entrecortados, en cámara lenta. El contraste con el exterior es evidente: afuera la gente se encuentra lo más dispersa posible, pero adentro, todos se mueven en el trance de la música.

Grupos de tres o cuatro personas que bailan aisladas, en una especie de ritual en el que el cuerpo se transforma y se hace presente a través del movimiento intenso, del baile y el contacto con los otros.

Para María Petersen, asidua a este boliche, bailar música electrónica es un ritual imperdible: "Es un trance, cerrás los ojos y no pensás, la mente no existe, ni los problemas cotidianos Es un ritual que pasa más por lo corporal que por la palabra. Tu cuerpo se mueve, expresa cosas, te querés comunicar con el otro a través de abrazos, cariños, miradas, te dejás llevar por el movimiento"

En el centro de la pista, un chico de musculosa blanca no para de saltar. Su remera está sudada, pero a él no le importa. En la boca tiene un silbato y, cuando la música comienza a "apurarse", sopla tan fuerte que le deja zumbando el oído a la chica que está al lado. Para él, la fiesta recién comienza.

Son las seis de la mañana. En una hora amanecerá sobre La Plata, pero en la calle 49 aún es de noche. Una ilusión sin ventanas al exterior y con la música a todo volumen, que cobija a más de trescientas personas por fin de semana. Una casona de cemento que habla de otro lugar, de otro tiempo.

AL FONDO DE LA CIUDAD

De noche, el barrio Hipódromo es muy oscuro. Pero en la intersección de las calle 40 y 117, una esquina de paredes bordó está iluminada. Varias personas esperan. Es hora de que el show inicie.

En un barrio donde parece no haber espacio posible para la propuesta musical, hay un Centro Cultural que ya tiene su agenda completa del año. Bandas de todos los estilos y para todos los gustos toman parte de esta noche en la que, con otro bar más pequeño enfrente, le dan vida al barrio alejado.

Afuera nunca hay ruidos. Pero detrás de la puerta de madera, se abre un amplio espacio cultural: recitales, muestras de arte, talleres de baile, de literatura, canto, danza y música, le dan vida a este centro musical bien alejado del centro.

A las siete de la mañana la Ciudad se vuelve más silenciosa; pero no duerme. Si bien muchos bares cierran a horario, siempre hay algún lugar para extender la noche Como los dos "after-hour" que hay en el casco urbano: uno sobre la diagonal 74 y otro sobre calle 1 cerca de la estación de trenes.

Estos y tantos otros bares y boliches le dan color a la Ciudad los fines de semana. Algunos se dedican a las bandas masivas. Otros a las más chicas. Algunos son de reggae, otros metaleros; algunos alternativos y otros académicos. Algunos no se encierran en un estilo. Pero todos promueven la cultura musical platense.


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