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Colmó la cancha, alentó toda la tarde y despidió al equipo con una ovaciónPor WALTER EPÍSCOPO
Los últimos días el hincha no entraba en su cuerpo. La ansiedad era muchísima y necesitaba exteriorizar de alguna manera. Sin lugar a dudas, el sábado 17 de junio quedará grabado para siempre por las sensaciones que se vivieron. Es que más tensión no pudo haber, con una definición no apta para cardíacos. Fueron dos horas realmente dramáticas donde los resultados de los cinco partidos iban variando y poniendo un toque más de incertidumbre.
Y la gente otra vez estuvo presente. Firme. Optimista. Demostrando realmente lo que es el sentimiento por los colores. Y el Bosque desde temprano fue una gran fiesta. Generaciones de hinchas marcharon juntas rumbo al Estadio, sabiendo que se vendría un partido histórico.
Ayer fue imposible para el hincha del Lobo no estar nervioso. Ese cosquilleo en la panza no se fue casi nunca. Por eso no aguantó mucho en su casa y temprano salió para la cancha porque necesitaba estar con los miles y miles que estaban igual, para sentirse un poco más aliviado y contenido. Perderse en el querido Bosque, juntarse con los amigos, y pedirle una mano desde "arriba" a la Vieja o al Viejo que ya no está, y más en la víspera del "Día del Padre".
Los puestos para comer un chori estaban llenos, aunque costaba digerir, los nervios todo lo podían. El reloj parecía no avanzar y de a poco la gente fue peregrinando bajo un cielo gris por la Avenida Pereyra Iraola. Banderas, camisetas, autos embanderados, bombos y fuegos de artificio. Sí, realmente el Bosque fue una fiesta, más allá de ese empate que mucha gente aún hoy, no pueden creer.
VIGILIA Y PASION
No es fácil para el hincha convivir con este sufrimiento que desde hace 3 años lo acompaña. Pero siempre saca fuerzas de algún lado. Por eso el viernes por la noche se armó un banderazo y la gente ganó las calles del centro en una especie de vigilia. El sábado por fin llegó y desde temprano el azul y blanco comenzó a ganar la ciudad.
Las 12:30 era la hora señalada para juntarse en la esquina de 7 y 50 y allí la gente comenzó la caravana por Avenida 51 y en el medio una larguísima bandera que sirvió para juntar a la gente rumbo al Bosque. Las bombas de estruendo sonaban y el "Dale Lobo, Dale Lobo" también.
Hombres y mujeres, grandes y chicos juntos rumbo a la esperanza de mantener la categoría. Algunos pudieron llegar con tiempo, otros llegaron apurando el paso y estacionando el auto en cualquier lugar. La cosa era llegar y treparse a la tribuna.
La gran ovación al Mellizo; el gol de Graf que marcó el primero; el penal ejecutado con mezcla de clase y violencia del capitán; el triunfo parcial era realidad; y las noticias que llegaban desde Avellaneda decían que el Globo se desinflaba minuto a minuto y el milagro era posible. Esas eran las imágenes de 45 minutos de locura futbolera.
ALEGRIA Y DESAZON
El segundo tiempo empezaba de la peor manera, ya que un pelotazo dejó afuera de la cancha a Guillermo. Una baja importantísima por lo que contagiaba y un cambio que el técnico debió hacer y no estaba en los planes. La gente leyó bien el partido y por eso cantó más fuerte que nunca, esa baja podía ser un golpe duro para los jugadores. En el banco de suplentes todo era histeria; el Indio Ortiz caminaba casi por adentro de la cancha dando indicaciones.
Los minutos fueron corriendo y el objetivo parecía estar más cerca. Córdoba erró un gol increíble, Encina luego también tuvo otra que podría haber liquidado el juego. Mientras tanto atrás sacaban todo, Rinaudo jugaba en un nivel impresionante y se convertía en la gran figura del equipo. Boca iba y terminaba con cuatro delanteros netos en el área.
El tiempo de descuento llegó y con el, esos últimos segundo fatales. Muchos no querían ver; otros caminaban por los pasillos; y la vieja regla del fútbol que indica, que los goles que se erran en el arco de enfrente se terminan sufriendo en el propio, se cumplió una vez más.
No hubo tiempo para la recuperación, tras el agónico empate, enseguida llegó el final. El golpe fue duro porque el objetivo estuvo muy cerca, pero los jugadores fueron despedidos con una ovación como premio a su esfuerzo. Todavía queda un poco más y el equipo sigue vivo. El desempate está a la vuelta de la esquina y no hay tiempo para caerse, y por otra parte, habrá un poco más de Guillermo para disfrutar.
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