Festejo tras la preocupación

¡Qué mañana rara la que se vivió en el Bosque! Porque en un horario inusual la gente fue a 60 y 118 con el objetivo y la ilusión de poder ver ganar al equipo y gritar algún gol después de cinco partidos. Pero la soleada mañana no arrancó bien, porque cuando había pasado realmente muy poco, Gonzalo Klussener a los 10 minutos puso el 1-0 y sorprendió a la multitud.

Apenas se escuchaban los gritos de los pocos hinchas del conjunto de Puerto Madryn que habitaban el sector visitante. Mañana fresca, de anteojos oscuros. Algunos con cara de dormidos no sabían si lo que pasaba en la cancha era un sueño o no.

"Movete Gimnasia movete... movete dejá de j...., que esta hinchada está loca hoy no podemos perder", surgía desde la tribuna del Bosque, que minutos antes le había brindado un gran recibimiento al equipo, desplegando la impresionante bandera que cubre absolutamente toda la cabecera.

El Lobo pareció sentir el golpe del rival, parecía como adormecido, quería, pero no podía. Con el correr de los minutos las imprecisiones se acentuaron, la visita erraba situaciones, pero la impaciencia terminó por explotar cuando Klussener a los 35 minutos volvió a derrotar a Monetti y ponía el 2-0.

El equipo sintió ese segundo golpe y reaccionó. La mayoría del público empezó a alentar más y más al ver que el equipo iba una y otra vez. Llegó el descuento de De Blasis y llegó el empate de García, para dejar las cosas empatadas otra vez e irse al descanso entre tímidos aplausos.

"CABRERAZO" Y FESTEJO

En el entretiempo, mientras el café se vendía uno tras otro para mantener el calor y se comía algo para engañar al estómago y llegar al almuerzo, el común denominador era que se podía ganar.

Empezó el segundo tiempo y las sorpresas continuaron. Infantil expulsión de Magallán y la defensa debía rearmarse porque tan solo un minuto antes había salido Piarrou. El panorama no era alentador, pero la gente creía y alentaba.

"Hoy hay que ganar, hoy hay que ganar Basurero, hoy hay que ganar", cantaba toda la cancha, y con mucho amor propio el equipo lo fue a buscar. Y lo encontró en un zapatazo de Cabrera. Sí, "cabrerazo" desde afuera del área y se desataba la locura. El equipo con uno menos lograba darlo vuelta.

Con el pitazo final del árbitro llegó la explosión en el Bosque y miles de puños al aire indicaban que ¡por fin viejo ganamos!. La mañana había arrancado mal, pero el mediodía encontró a la gente retirándose feliz a disfrutar del almuerzo familiar.