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Por ROBERT SAMUELSON
El Fondo Monetario Internacional sostuvo recientemente una conferencia que debe interesar a la mayoría de la gente a pesar de su críptico tema -“Reconsideración de la Política Macro II”-. La macroeconomía es el estudio de la economía en su totalidad, en lugar del examen de mercados individuales (“microeconomía”). La cuestión que se debate es en qué medida las políticas “macro” pueden producir prosperidad y protegerla. Antes de la crisis financiera 2008-9, existía una gran confianza en que podían hacerlo. Ahora, con 38 millones de desempleados en Europa y Estados Unidos —y recuperaciones débiles o inexistentes— la macroeconomía está en caos y ha caído en descrédito.
Entre los economistas, no hay consenso en cuanto a las políticas a seguir. ¿Es la “austeridad” contraproducente o la respuesta inevitable para una deuda y un déficit presupuestario altos? ¿Pueden los bancos centrales, como la Reserva Federal o el Banco Central Europeo, producir una recuperación manteniendo las tasas de interés a corto plazo cerca de cero y comprando cantidades masivas de bonos (la llamada “facilitación cuantitativa”)? ¿O promoverán estas políticas especulación financiera, inestabilidad e inflación? La población está confundida, porque los economistas están divididos.
FORTALEZAS
Quizás la reacción negativa anti-economista haya ido demasiado lejos, como sostuvo George Akerlof, economista galardonado con el Premio Nobel. El mundo, dijo, evitó una segunda Gran Depresión. “Nosotros, los economistas, no hemos explicado correctamente que nuestras políticas macro funcionaron”. Entre esas políticas encontramos: el apoyo de la Reserva Federal a los mercados financieros en pánico; los paquetes de “estímulo” económico; el TARP (siglas en inglés de Programa para Alivio de Activos en Problemas); el rescate de la industria automotriz; las “pruebas de estrés” para bancos; la cooperación internacional para aumentar la demanda.
Tiene razón. Aún así, la actuación siguiente es desalentadora. Los modelos económicos que no predijeron la crisis han exagerado también la recuperación. La tendencia es echar la culpa a los errores de acontecimientos que se producen una sola vez -por ejemplo, en 2011, el tsunami japonés, el rescate griego y el divisivo debate del techo de la deuda en el Congreso-. Pero la causa mayor parece radicar en los mismos modelos, que reflejan pautas de gastos y conductas, de familias y empresas, desde la Segunda Guerra Mundial.
“Los acontecimientos [que se generaron en] la crisis financiera estaban fuera de la experiencia de los modelos y de la gente que manejaba los modelos,” dijo Nigel Gault en una entrevista. (Gault, ex jefe economista de la firma consultora IHS, no participó en la conferencia). La severidad de la crisis financiera y de la Gran Recesión cambió la conducta. Los modelos basados en el pasado no funcionan bien en el presente. Muchos modelos supusieron que las tasas de interés más bajas estimularían más crédito. Pero eso no sucedería si las entidades crediticias -en reacción a profundas pérdidas- establecían estándares más estrictos, y si los potenciales prestatarios -que ya tenían grandes préstamos- se mostraban recelosos a asumir más deuda. Que es lo que ocurrió.
INCOGNITA
“Realmente no entendemos lo que está pasando en las economías avanzadas,” expresó en la conferencia Lorenzo Bini Smaghi, ex miembro de la Junta Ejecutiva del BCE. “La política monetaria [políticas que afectan las tasas de interés y las condiciones de crédito] no ha sido tan eficaz como pensamos”. Los deficientes pronósticos económicos confirman esa afirmación. En abril de 2012, el FMI predijo que la zona del euro (los 17 países que usan el euro) se expandiría en un 0,9 por ciento en 2013; el último pronóstico del FMI, emitido la semana pasada, considera que la zona del euro se reducirá un 0,3 por ciento en 2013. Para la economía global, el pronóstico de crecimiento para 2013 cayó de un 4,1 por ciento a un 3,3 por ciento en el mismo período.
Desde fines de 2007, la Reserva Federal ha bombeado más de 2 billones de dólares a la economía de Estados Unidos comprando bonos. El economista Allan Meltzer preguntó: “¿Por qué hay una respuesta tan débil a la enorme cantidad de estímulo, especialmente estímulo monetario?” la respuesta, dijo, es que los obstáculos para un crecimiento económico más rápido no son meramente monetarios. En cambio, yacen mayormente en las decisiones de las empresas sobre inversiones y contrataciones; esas decisiones, sostuvo, se ven desalentadas por las políticas del gobierno de Obama de elevar impuestos y de aumentar el costo de la contratación, mediante el mandato de Obamacare de comprar seguro de salud para los trabajadores.
OTRAS BARRERAS
Se dijo que había otras barreras “estructurales” para la recuperación: la presión sobre los bancos y las familias para reducir la deuda; los rígidos mercados laborales de Europa; la necesidad de restaurar la competitividad global para países con grandes déficits comerciales. Pero esos ajustes y las políticas a ellos ligadas a menudo actúan lentamente y son políticamente controvertidos.
La ironía es amplia. Retroactivamente, la fe excesiva en la política macroeconómica agudizó la crisis financiera. Hábiles virajes en las tasas de interés por los bancos centrales parecieron neutralizar las principales amenazas económicas (desde el colapso de la Bolsa en 1987 al estallido de la “burbuja tecnológica” en 2000). La prosperidad prolongada promovió una falsa sensación de seguridad. La gente —banqueros, familias, reguladores— toleró más riesgo y más deuda, creyendo que estaban protegidos contra una crisis profunda.
Pero ahora el ciclo de excesiva confianza ha dado lugar a un ciclo de excesivamente poca confianza. La confianza en la mágica macroeconómica se ha hecho trizas. Eso hace tambalear el optimismo y promueve un freno para los gastos. Los desacuerdos académicos se multiplican. La semana pasada, se produjo una desavenencia a raíz de un estudio sobre la deuda gubernamental por los economistas Kenneth Rogoff y Carmen Reinhardt. La lección mayor es la siguiente: hemos entrado en una época de menor comprensión y control económicos.
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