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Séptimo Día |ESCENARIO INTERNACIONAL

La ruta de la pobreza en Portugal

Durante tres años de recesión en Portugal, el ajuste y el desempleo han golpeado con fuerza, obligando a un creciente número de personas a pedir ayuda para no pasar hambre. Cada vez más gente sin techo duerme en las estaciones de tren. El drama de los “nuevos pobres”

11 de Mayo de 2014 | 00:00
La ruta de  la pobreza  en Portugal

Clic para ampliarLa estación ferroviaria Oriente de Lisboa, diseñada por el arquitecto español Santiago Calatrava para la Exposición Universal de 1998 y símbolo del progreso de Portugal en los años noventa, es hoy uno de los principales refugios de las personas que viven en la calle en la capital. Un centenar de ellas duerme cada día en uno de los pasillos subterráneos del moderno complejo.

Entre pasajeros y valijas, los sin techo empiezan a aparecer para reservarse un sitio por la tarde y esperan sentados o de pie. Sólo pueden recostarse a partir de las diez de la noche y hasta las seis de la madrugada, les avisan los guardias de seguridad.

Cuando los últimos viajeros parten, toman las heladas camas de azulejos blancos distribuyéndose en dos hileras en los 100 metros de longitud de la sala. A las dos de la madrugada, llega una de las cuatro camionetas de la institución de asistencia social Comunidade Vida e Paz de Lisboa que recorren la ciudad. Es la última parada de una ayuda que centenares de personas esperan todas la noches.

Nuno Fraga, voluntario de Comunidade Vida e Paz, explica que el objetivo de la organización que representa no es repartir comida sino ayudar a la gente a buscar estrategias para cambiar su vida. “Tenemos que crear una relación de confianza y para eso se requiere tiempo”, señala. “Los que piden comida son menos cuando acaban de cobrar el Rendimiento Social de Inserción (RSI, un plan social)”, comenta Nuno.

Esta ayuda se destina a las personas que ganan menos de 178 euros por mes. Los recortes del gobierno portugués para reducir el gasto público también han alcanzado a este sector de la población. Nuevas reglas trabaron el acceso a este plan social y 148.000 familias lo recibieron el año pasado, un 30% menos que en 2010, según datos de la Seguridad Social de Portugal.

LOS NUEVOS POBRES

El desempleo, que ronda el 15% en el país y duplica la media del índice entre 2000 y 2010 (6,3%), es una de las principales causas del incremento de personas que viven en la calle en Lisboa, según un reciente estudio de la Santa Casa Misericordia. De los 852 sin techo contabilizados oficialmente en la capital en diciembre de 2013, cerca de la mitad están en esa situación desde hace al menos tres años. En ese trienio, Portugal ha atravesado el peor calvario económico desde que en 1974 entró en democracia.

Acribillado por las tasas de interés de la deuda soberana, el gobierno portugués pidió en 2011 un préstamo de 78.000 millones de euros a la Unión Europea (UE) y el FMI. El 17 de mayo termina oficialmente el programa que ha obligado a aplicar una batería de recortes en salarios de funcionarios y pensiones para controlar el déficit público.

Además del desempleo, los trabajadores se han visto afectados por varias subas de impuestos, aplicadas al IVA y a los salarios. Según Eurostat (oficina europea de estadísticas), Portugal registró el mayor aumento fiscal entre 2010 y 2011 entre los países de la Comunidad Europea, al pasar de 31,5% a 33,2%, por delante de Rumania y Francia.

Nuno, voluntario desde 2007, recorre dos noches por mes la ciudad de Lisboa en la camioneta de reparto. No se anima a decir que aumentó el número de personas sin hogar en los últimos tres años. “Lo que sí tenemos es más gente que viene a pedirnos comida. Antes aparecían diez en una parada, ahora hay veinte o treinta”, indica.

Isabel Alves, de 52 años, se acerca a uno de esos puntos a medianoche desde hace un año. Recibe unos 200 euros por una pensión de invalidez debido a problemas en la espalda. “Cuando era joven, trabajaba en el mercado transportando cajas de aceitunas”, relata. Tiene un hijo de 14 años y una institución social le paga el alquiler de una casa. “Si nos ahorramos algo con esta comida, hacemos mejor las cuentas”, afirma.

PERDER EL HOGAR A LOS 80 AÑOS

Para los jubilados portugueses, la escasez era algo habitual antes de la crisis. Un 85% de los jubilados del sector privado recibía menos de 500 euros en 2011, según datos de la Seguridad Social, un porcentaje similar al del año pasado. Sin embargo, los ajustes exigidos por el programa de rescate han pasado igualmente factura a esta población, como la supresión del complemento de 100 euros a las jubilaciones más bajas, que permitía que llegaran hasta los 400 euros.

Con un 20% de los 10,5 millones de personas del país en edad de jubilarse, Portugal ostenta uno de los cinco índices de envejecimiento de la población más altos de la Unión Europea. El haber mínimo se sitúa en los 259 euros y la crisis los ha golpeado en varios frentes. Una nueva ley comprometida en el memorando del rescate subió los alquileres de más de 250.000 contratos firmados antes de los años ‘90 y que, en muchos casos, se mantenían entre los 50 y 100 euros.

A Olivia de Jesús, de 84 años, la legislación la obligó a dejar su casa. “Un día vino la policía. Yo no me trato con esos”, se queja. Luego llegó la abogada y su sobrina. “Firmé. ¿Qué iba a hacer?”, resume para explicar cómo la expulsaron de su vivienda habitual.

La mayor parte de su jubilación de 300 euros sirve ahora para pagar un porcentaje de otra vivienda y, del resto, se hace cargo la institución social Santa Casa Misericordia. Su nuevo hogar es para ella un “gallinero”, protesta. “No hay nada, me faltan cosas. Una sartén. O un espacio para guardar la ropa interior”.

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