Rubén y Felisa, 80 años de matrimonio

ENAMORADOS COMO EL PRIMER DÍA. LOS PLATENSES RUBÉN LAGUENS Y FELISA CALABRESE CUMPLIERON OCHO DÉCADAS DE AMOR INCONDICIONAL

Rubén Laguens y Felisa Calabrese rompen todos los récords en la Región y sólo han sido alcanzados en su marca por muy pocas parejas del país y el mundo. Platenses los dos, él con 97 y ella con 96, celebran 80 años de casados, las casi inalcanzables Bodas de Roble. Por lo que ellos afirman, seguros y sin que se cuele en sus gestos la más mínima expresión de duda, han construido un vínculo tan fuerte como la madera que representa el aniversario. Y es que aquel amor, que nació en el barrio, cuando eran todavía unos nenes, se prolongó, a lo largo de las décadas, en dos hijos, seis nietos, quince bisnietos y cuatro tataranietos.

El matrimonio, que armó hogar en distintas ciudades del país a raíz del trabajo de él (es bancario jubilado), vive hoy en un confortable departamento de 50 entre 4 y 5, muy cerca de donde se encontraron por primera vez, en la zona de 3 entre 53 y 54, el barrio de la infancia de ambos.

Se habían conocido cuando Rubén tenía 12 años y Felisa 11, y al cumplir él los 17 y ella los 16 se convirtieron en marido y mujer

Estos platenses dignos de figurar en el libro Guinness se casaron el 4 de agosto de 1934, en un Registro Civil de la calle 48 entre 10 y 11 que ya no existe. Con una cantidad de invitados que se limitó a los más íntimos de la familia, el festejo se redujo a una reunión modesta por la tarde.

Se habían conocido cuando Rubén tenía 12 años y Felisa 11, y al cumplir él los 17 y ella los 16 se convirtieron en marido y mujer. No hubo, como puede pensarse en estos tiempos, ninguna oposición por parte de los padres de la pareja. Los adolescentes así lo quisieron y el deseo fue respetado. “Era algo bastante común en aquella época - explicó Rubén -. Y a nadie le llamó la atención nuestras edades”.

UN “FLECHAZO” FÍSICO

Eran apenas unos niños a punto de terminar la escuela primaria, pero se cruzaron en la calle y a los pocos días se pusieron de novios. A Rubén le gustó de ella que era “rellenita”, según confesó descargando una carcajada que su mujer acompañó con una sonrisa cómplice. Y a Felisa de él le impactó que aunque no dejaba de ser un chico de 12 años ya mostraba un cuerpo atlético, producto de la práctica del boxeo y la paleta pelota. “Ella fue la que se me declaró”, contó el marido sin que su mujer lo desmintiera.

Cuando encaró la vida de casado, Rubén trabajaba en el ministerio de Hacienda. Había estudiado en la Escuela Anexa y en el Colegio Nacional, y con esa formación consiguió un puesto en el organismo que le permitió llevar adelante, sin sobresaltos materiales, los primeros años del matrimonio. Muy jóvenes se casaron y muy jóvenes también fueron padres. En 1935 nació Rubén, y en 1943 Graciela, hoy, los dos, reconocidos médicos patólogos de la Ciudad.

Rubén y Felisa conformaron la clásica pareja que poco a poco fue cumpliendo el sueño del crecimiento familiar y la vida confortable. Ella nunca trabajó fuera de su casa y se dedicó por entero a la atención y los requerimientos de su marido y sus hijos. Rubén, luego de unos años en Hacienda, se incorporó “en lo más bajo del escalafón”, recordó, de los equipos de trabajo del Banco Nación.

Ese empleo mudó a los Laguens muchas veces, pues los traslados propuestos por la entidad bancaria eran aceptados con entusiasmo por la pareja, que veía en cada etapa etapa laboral del esposo la manera de progresar. Además, los dos disfrutaban de la experiencia de vivir en distintas ciudades del país.

“Vivimos en Olavarría, Bariloche, Trelew y hasta en Río Grande, Tierra del Fuego. Así Rubén fue ascendiendo hasta llegar a ser inspector zonal. Hizo una muy buena carrera”, contó con orgullo Felisa, a quien le fascinó esa vida de destinos cambiantes.

UN MODELO QUE ENORGULLESE

Graciela no pudo tener en sus padres mejor modelo de matrimonio, según dijo. “Nunca los vi en una pelea o una discusión y siempre se mostraron muy cariñosos entre ellos”, subrayó la hija.

Para Rubén, la fórmula del “amor eterno” existe y es simple: “hay que vivir la relación con optimismo”, aconsejó. En cambio, Felisa sostuvo que la clave para tantos años de unión se encuentra en la intensidad de la convivencia. “Hay que estar siempre juntos, compartir todo lo que sea posible”, sugiere la compañera de toda la vida de Rubén. Para Rubén, la fórmula del “amor eterno” existe y es simple: “Hay que vivir la relación con optimismo”. Para ella, es clave la intensidad de la convivencia: “Hay que compartir todo”

Pero, en 80 largos años de matrimonio, ¿nunca ni un sí ni un no? fue la pregunta obligada. “Tuvimos nuestras diferencias y nuestras crisis, pero las superamos sin problemas”, admitió Felisa e insistió: “compartimos siempre todo; era muy difícil que alguno de los dos hiciera algo solo; es más, rara vez salía uno sin el otro”.