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Opinión |PUNTOS DE VISTA

Inundaciones: la tuya, la mía, la nuestra

Inundaciones: la tuya, la mía, la nuestra

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Por mario g. madrid (*)

28 de Abril de 2017 | 02:49
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Con equipamiento algo más rústico, que luego la tecnología digital comenzó a superar, aquellos primeros profesionales, ingenieros, agrimensores que comenzaron a dibujar -en el final de la década del 90- el denominado “Plan Federal de Control de Inundaciones” con fondos solventados por el Fondo Hídrico Nacional, lo hacían con plena conciencia que la canalización de los excesos hídricos del noroeste bonaerense aseguraba el alivio de una zona plana, de escaso nivel en su relieve, para llevarlos hacia una cuenca abierta: el dichoso Río Salado que con su nacimiento en Junín daba la tranquilidad que llegaba a escurrir en la Bahía Samborombón.

El beneficio para los productores, caminos, rutas, ciudades y poblaciones dispersas por los distritos del mismo Junín, Lincoln, Alem, General Pinto, Florentino Ameghino y General Villegas era innegable, además de agregar en forma justa y solidaria, antes y ahora, un panel de canales secundarios que aliviarían el exceso -que ya por aquellos años venía demostrándose como creciente y abundante- del espejo de agua “La Picasa” con presencia únicamente, en esa época, en la provincia de Santa Fe.

Antes de volver a mencionar la problemática que trae aparejada el volumen de crecimiento de esa laguna, debemos mencionar que al abrir los sobres de la primera licitación a fines del año 2002 para la construcción de la Cañada Las Horquetas, el mismo ministro de Obras Públicas provincial, Raúl Rivara, advertía que ingresaba agua de manera indiscriminada -entre 10 y 15 metros cúbicos por segundo - desde La Picasa, ya que la denominada “Alternativa Norte” de canalización de esa laguna, por territorio santafesino, tenía un fallo judicial que impedía utilizar la traza prevista para la futura cañada Las Horquetas que se licitaba.

Esta obra, ahora ya finalizada, contemplaba la excavación de seis millones de metros cúbicos de tierra para lograr un canal de 40 metros de ancho, además de la construcción de una treintena de puentes carreteros, cuatro ferroviarios y una telaraña de canales secundarios que llevan al canal “madre” el excedente que, por cuestiones del relieve geográfico, debe escurrir en la misma cuenca abierta por el Río Salado, pasando antes por el complejo lagunero de Junín: Mar Chiquita, Gómez, El Carpincho, en ese orden, la misma que hoy está al borde del colapso.

La naturaleza impone leyes que no figuran en los despachos del gobierno. Cañada Las Horquetas respondió al esquema de aquella planificación original. Ahora, en pleno otoño 2017, aunque cada municipio que atraviesa tiene a sus funcionarios locales entre la dubitación, el insomnio, el pronóstico de turno, la mano de Dios o la ilusión de un llamado alentador desde La Plata, la masa de agua no deja de drenar permanentemente por el canal madre y por todos los secundarios con un enorme caudal que, de lo contrario, hubiese provocado una tragedia sin precedentes.

La naturaleza impone leyes que no figuran en los despachos de gobierno. Cañada las Horquetas respondió a los esquemas planificados. La Picasa, no tuvo la misma suerte

En cambio, La Picasa no tuvo la misma suerte. Contradijo al pronóstico natural y, peor aún, a la voluntad poco activa con ella por parte de los funcionarios públicos. Así como la imagen de un río artificial -que los gobiernos de turno pudieron realizar- nos lleva a ver algo “bendito” para llegar al Río Salado desde el extremo provincial, por el contrario, la laguna natural que se forma recibiendo el aporte hídrico de diversas zonas del sur de Santa Fe y algo de Córdoba, le cabe el mote de “maldita” por el daño descontrolado que causa.

Luego de volver a trasvasar la Ruta Nacional 7, pasando sobre una cinta asfáltica renovada para contenerla, duplicar la superficie de hectáreas inundadas y con la amenaza de avanzar aún más, hace lugar esta vez a la misma duda por parte de los funcionarios bonaerenses que prometen también utilizar el cauce del Río Salado para aliviar la maldición de La Picasa. Sin embargo, esto último puede lograr lo que hasta ahora era impensable. Acordar en la misma mesa, con el gobierno nacional, una toma de decisión que abarque el diseño de un plan de obras, con urgencia, que saque el agua de la región.

La de ellos, la nuestra. Con voluntad política, toda.

 

(*) Periodista (UNLP)

 

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