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La mayoría de los grandes creadores de dispositivos tecnológicos eligen enviar a sus hijos a colegios que rechazan el uso de tecnología en pos del papel, los lápices, la tiza y el pizarrón. En la misma línea, cada vez más adultos buscan herramientas que los ayuden a “desenchufarse”
En la última década, la tecnología ha ido revolucionando -con nuevos códigos y modos de hacer- distintas esferas de la vida. La educación no permaneció exenta de estas transformaciones: en muchos colegios se pasó de la prohibición del uso de dispositivos tecnológicos durante las horas de clase a la incorporación de los mismos para la enseñanza.
Se instaló la creencia de que un plan de aprendizaje enfocado en la tecnología prepararía mejor a los alumnos para desenvolverse, luego, en un mundo cada vez más digital. Sin embargo, a contramano de esta corriente, en Silicon Valley, sede del desarrollo tecnológico, donde los creativos de Apple, Google y Facebook diseñan los dispositivos tecnológicos y las aplicaciones, los colegios sin computadoras, tablets ni WiFi se convirtieron en los más populares.
En Silicon Valley, sede del desarrollo tecnológico, los colegios sin computadoras, tablets ni WiFi se convirtieron en los más populares.
La Waldorf School de Península, en California, figura entre los colegios preferidos por los creadores de la tecnología para mandar a sus hijos. La pedagogía apuesta a la experimentación en el mundo real, una vuelta al papel, al lápiz, al pizarrón y a las tizas de colores. El énfasis está puesto en fomentar la creatividad, la curiosidad y habilidades artísticas innatas en los más chicos. Entre los principales objetivos figura el de ahuyentar el aislamiento generado por la tecnología.
“Nuestros centros enseñan a los alumnos las nuevas formas de pensar que muchos empresarios demandan... Los estudiantes criados con tecnología acusan a menudo poca disposición para pensar de forma distinta y resolver problemas. Habilidades como tomar decisiones, la creatividad o la concentración son mucho más importantes que saber manejar un iPad o rellenar una hoja de Excel, sin contar con que la tecnología que utilizamos ahora, resultará primitiva y obsoleta en el mundo del mañana”, señaló Beverly Amico, líder de la asociación de escuelas Waldorf de Norteamérica.
En estas escuelas los niños aprenden de manera tradicional, y recién después de los 13 años tienen informática. Se aprende a sumar y a restar saltando la cuerda o jugando.
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“La computadora no es más que una herramienta. El que sólo tiene un martillo piensa que todos los problemas son clavos”, dijo Pierre Laurent, uno de los padres que eligió enviar a sus hijos a un colegio de pedagogía Waldorf, y siguió: “Para aprender a escribir, es importante poder efectuar grandes gestos. Las matemáticas pasan por la visualización del espacio. La pantalla perturba el aprendizaje. Disminuye las experiencias físicas y emocionales”.
En este sentido, Laurent cuestiona la tendencia actual a equipar con tecnología las aulas desde una edad cada vez más temprana.
Consultado sobre si no le preocupa que sus hijos se encuentren en desventaja frente a otros por el retraso en el uso de la PC, Laurent respondió: “No sabemos cómo será el mundo dentro de 15 años, las herramientas habrán tenido tiempo de cambiar muchas veces. Por haber trabajado 12 años en Microsoft, sé hasta qué punto los softwares son preparados para ser del más fácil acceso posible”.
De todos modos, la mayoría de los alumnos de la Waldorf cuentan con computadora y acceso a internet en sus casas, por lo que sólo estarían limitados en tiempo y espacio para el uso de la tecnología.
Pero además de los que eligen mandar a sus hijos a colegios con pedagogías alternativas que restringen el uso de las tecnologías, están también aquellos que optan por vivir desconectados, al menos por un rato.
“La mayor parte del tiempo no tengo Internet. Una o dos veces por día, a veces tres, me conecto para enviar y recibir mis correos. Releo todo antes de enviar”, confiesa Richard Stallman, uno de los referentes del software libre.
En el mismo sentido, cada vez aparecen más propuestas que incentivan a “desconectarse por un rato”. Un ejemplo son los bares y restoranes que ofrecen descuentos a quienes aceptan apagar el celular mientras se encuentran en el lugar.
Incluso existe un programa, Freedom, que bloquea el acceso a Internet durante ocho horas seguidas. La única manera de conectarse “antes de tiempo” es reiniciando la computadora.
El creador de Freedom, Fred Stutzman, que es investigador de la Carnegie Mellon University, también diseñó Antisocial, un software que permite el acceso a Internet pero no a páginas como Facebook o Twitter.
“Las computadoras se han convertido en máquinas de distracción. Hay que equiparse hoy de funcionalidades que las devuelvan a su rol de máquina de escribir...Es una forma de comprar tiempo”, dijo Stutzman.
Según el informe sobre el tema que publicó el periódico Le Monde, cada vez más personas buscarán métodos que los ayude a desconectarse. Aunque no será un fenómeno de masas, sino una tendencia para los sectores más acomodados.
“Algunos tienen el poder para desconectarse y otros, el deber de permanecer conectados”, dijo el sociólogo Francis Jauréguiberry, en referencia a que cada vez más empresas u organismos obligan o “sugieren” a sus empleados a permanecer conectados.
La investigadora Sherry Turkle, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), autora del libro Alone Together (Solos juntos), dice que mirar mails o SMS frente a otros puede ser tan contagioso como un bostezo: “La gente pasa 90% de su tiempo de trabajo con los mails, y en su casa envían SMS estando a la mesa”.
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Otro enfoque para la educación: volver a los dibujos y los lápices de colores
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