Una Selección que avergüenza

Vergüenza es robar decía mi vieja cuando yo perdía un partido de fútbol en el barrio y me sentía mal, deprimido, sin ganas de ir a la escuela. El martes por la noche sentí vergüenza, pero yo no le robé a nadie. A los hinchas de fútbol nos sacaron la alegría, “nos robaron” esa sensación de felicidad que sentimos los futboleros, los que vivimos el juego como algo importante de nuestras vidas.

En la sección Deportes había alegría desmesurada cuando terminó el partido en el que Bolivia le había ganado a Chile. Se realzó con el empate de Brasil ante Colombia. Nos veíamos cubriendo el Mundial de Rusia 2018. Alentando, sufriendo, haciendo el mejor trabajo posible. En 90 minutos se nos derrumbó todo. Alegría, nervios, frustración, vergüenza. Así terminó el martes futbolero.

Alegría por lo antes expuesto, los resultados anteriores nos favorecían. Nervios porque la pelotita no entraba cuando en realidad creíamos que ganaríamos por goleada, frustración y vergüenza por lo mostrado por esta Selección. La que después de la ida de Alejandro Sabella nunca pudo encontrar una idea de juego. Estos jugadores se “comieron” a Gerardo Martino y al Patón Bauza. Y como gran salvación y en medio de un caos generalizado en la AFA fueron por Jorge Sampaoli. El que podría arreglar todo. Se lo están “morfando” y esperemos que no termine como el gran perdedor. Porque de no lograr la clasificación quedará como el principal responsable. Muy pocos se acordarán de los procesos anteriores. Esperemos que no se llegue a eso. Matemáticamente tenemos grandes chances de estar con los mejores equipos del Mundo. Pero jugando así quién se anima a decir que le ganaremos a Perú, próximo rival y como locales. No pudimos con Venezuela, el peor equipo de Sudamérica. Tenemos la potestad de al menos poder dudar.

Durante casi dos meses el DT se la pasó en Europa hablando con cada uno de ellos, explicándoles lo que pretendía, lo que él quería. ¿Alguno entendió sus conceptos? Por la pobreza expuesta ante Uruguay y peor aún con Venezuela, nadie entendió nada. Es más, la mayoría retrocedió en su nivel de juego.

Aparecieron Dybala e Icardi como las grandes estrellas, de quienes nos cansamos de hacer columnas con sus grandes actuaciones en Europa. Ninguno de los dos mostró nada, es más, no estuvieron a la altura de un jugador de Selección. ¿Y Messi? Más no se le puede pedir. Hace un pase con una pelota de fútbol y le devuelven una de rugby. Por momentos, aunque su rostro no lo demuestre, se fastidia, varias veces agarró la pelota e intentó hacer la jugada salvadora que nunca le salió. A Messi no le encuentran el socio ideal. No estuvieron Higuaín, uno de los más cuestionados ni tampoco el Kun Agüero; llegaron Dybala e Icardi y todo sigue igual.

Tenemos a grandes figuras desparramadas por el mundo, los que muchos clubes se disputan y pelean por tenerlos con sumas millonarias. Pero llegan al seleccionado y no rinden lo mínimamente esperado.

La Selección no tocó fondo, pero está muy cerca. Para Argentina quedar afuera de un Mundial sería, futbolísticamente hablando, “catastrófico”. Ni hablar para la AFA, casi fundida. Se perdería el enorme prestigio que supo alcanzar durante las últimas décadas. Se irían los que ponen la “platita” para hacer conocer sus empresas y muy pocos se atreverían a pagar fortunas para jugar amistosos contra la celeste y blanca de Messi y diez más.

En poco menos de un mes se cerrarán las Eliminatorias. Tenemos chances de entrar entre los cuatro primeros o jugar el repechaje en caso de quedar quintos. Sampaoli tendrá que trabajar y mucho para salir adelante. Porque a los problemas futbolísticos ahora se le sumará el anímico. Esta Selección estará presionada. El partido contra Perú, todavía no se sabe en qué estadio, marcará un antes y un después para el fútbol argentino. Que la vergüenza se transforme en un “¡qué bien Argentina, qué bien que jugó!”. Que los títulos de los diarios sean: “Más cerca de Rusia 2018”. Que lo del martes ante Venezuela haya sido sólo una pesadilla.