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La Ciudad |Historias platenses · Bioconstrucción en La Plata

Mi casa de barro

Diversas formas de construcción sustentable ganan terreno en distintas regiones del país y también en La Plata. Pros y contras de una elección que es todo un estilo de vida

Mi casa de barro

La casa de Nego, en el barrio Arana, está enteramente construida con materiales naturales

13 de Enero de 2018 | 02:01
Edición impresa

CLARISA FERNÁNDEZ
historiasplatenses@gmail.com

Atrás quedó el cuento de los tres chanchitos y la idea de que la construcción en ladrillo, cal y cemento es más resistente y segura. La construcción sustentable avanza dejando de lado antiguos miedos como el de la vinchuca, los techos de paja que se vuelan y las paredes de madera que no resisten los vientos.

El alemán Gernot Minke, considerado el padre de la construcción sustentable a nivel mundial, instaló hace más de 30 años la idea de volver a la construcción con materiales naturales y de bajo consumo energético.

Durante los últimos años hubo un crecimiento exponencial de construcciones en barro. En La Quebrada de Humahuaca existen planes de vivienda estatales en barro, en Purmamarca, además de las casas de los pobladores, se levantaron tiendas y hoteles para el turismo con esta técnica. En Mendoza, encontramos la Capilla de la Gratitud, en el Valle de Uco. En Córdoba hay eco-barrios como Villa Sol, en Salsipuedes.

En La Plata y alrededores, si bien no hay estadísticas oficiales, en algunos barrios como El Rincón, Parque Sicardi y Arana han proliferado este tipo de construcciones. Es que una casa de barro puede construirse con cinco mil pesos e irá aumentando su valor de acuerdo a los accesorios y comodidades que se elijan.

Pero: ¿Cuáles son sus ventajas y desventajas? ¿Es posible elegir esta opción en la ciudad? Organizaciones, especialistas y vecinos platenses cuentan sus experiencias en un tema que supera una elección estética para transformarse en un modo de vida.

El refugio ideal

Un sol abrasador calienta las calles de City Bell. Manuel (22), Lucio (32) y Ezequiel (34) amasan tierra arcillosa y pasto seco para rellenar las paredes de la Casita del Niño Encuentro.

La Casita los convocó porque son integrantes de Bioconstrucción Cooperativa (Vivienda y Autogestión), que cuenta con ocho integrantes conocedores de la permacultura y la construcción natural.

Mientras las maestras y los chicos de La Casita van y vienen, los tres jóvenes, concentrados, llevan adelante la tarea. La pared está construida con eco-ladrillos: botellas repletas de material reciclable como plásticos o papeles. Las botellas se amarran a una estructura de rejas -que también puede ser de madera o de cualquier otro material que sirva de base-, y rellenas de adobe se transforman en excelentes aislantes térmicas.

“La idea de acercarme a la bioconstrucción nació en un viaje al sur en el 2003, donde estuve en una casa de barro. Entré y lo que me generó fue una sensación de refugio, de estar protegido y contenido por materiales orgánicos y el trabajo artesanal. A partir de ahí volví con la deuda de incursionar en la bioconstrucción”, cuenta Ezequiel.

A principios del 2017 empezó a tomar cuerpo la formación de la Cooperativa. Sus promotores -Ezequiel y Manuel- conjugaron intereses personales y laborales para impulsar tanto la técnica de la bioconstrucción como la posibilidad de autogestionarse y ayudar a personas que necesitan ampliar su casa y no tienen recursos. Trabajan junto a los colegios Estrada y Tercer Milenio de City Bell que los proveen de eco ladrillos.

El doctor y arquitecto Jorge Daniel Czajkowski es profesor titular de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNLP, Investigador del CONICET y Director del Laboratorio de Arquitectura y Hábitat Sustentable. Aclara que cuando se habla de bioconstrucción, construcción bioclimática o sustentable, se hace referencia a la reducción del impacto ambiental de la construcción en todas las etapas del ciclo de vida: desde los bocetos y la ocupación de la construcción, hasta la demolición.

Las ventajas de la bioconstrucción son muchas. “Además de lo ecológico y el ahorro de energía, en la construcción no sólo intervenís vos, sino también tu familia y amigos. Son casas fáciles de construir y económicas de arreglar”, explica Ezequiel, que también está construyendo su casa con barro en El Rincón. “No están los peligros de una construcción tradicional, el barro no se incendia y es antisísmico”, enumera Manuel.

Del mito a la casa de barro

Según Czajkowski, las investigaciones realizadas por especialistas del CONICET concluyen que la construcción tradicional sin regulación ambiental es altamente insustentable, porque tiene un gran consumo de energía e implica altas emisiones de gases de efecto invernadero en todas sus etapas.

A Víctor Hugo Dávila le dicen Nego. Nació en Corrientes hace 41 años, pero hace 22 que vive en La Plata. Nego estudió dos años de ingeniería electrónica y tres de geofísica. Después, se dedicó nueve años a vivir con y del circo. Allá por el 2009 vio un video de Jorge Belanko -referente de la bioconstrucción en Argentina- y le hizo un click: “me fui a la Villa turística Yamay, en Flores, donde hice el primer taller con el mismísimo Belanko, después hice un voluntariado en El Bolsón y en la Ecovilla de la Asociación Gaia, en Navarro”, recuerda el correntino.

Nego comenzó a construir su casa en el barrio Arana hace cinco años, pero hace dos que se instaló allí. Junto a dos familias compraron un terreno y empezaron este proyecto, donde lo fundamental era el principio de la bioconstrucción. “El único que conocía sobre el tema era yo y quien era mi pareja, y fuimos enamorando a la gente de la construcción natural”, afirma.

“Las edificaciones sustentables pueden reducir el consumo de agua y energía para funcionar en un 70 a 80% con facilidad. Incluso pueden ser de cero consumo de energía. Los sobrecostos no son significativos, no más del 5%, para llegar a reducciones de un 50% de consumo de energía. Son construcciones confortables en lo acústico, lumínico e higrotérmico”, afirma Czajkowski.

Y así se siente cuando se ingresa a una casa de barro: fresca y agradable. En ciudades como La Plata, con altos índices de humedad, las paredes de barro respiran, aislando tanto el calor como el frío, y absorbiendo la humedad. En la casa de Nego todo es amigable con el ambiente: tiene una estufa “rocket”, que consume 6 veces menos que una salamandra, no necesita leña de desmonte y se puede usar con poda o con los desechos de las madereras. Además, los techos construidos con pasto tienen una vida útil eterna, en comparación con los 40/50 años de los techos de chapa.

“Yo creo que la bioconstrucción se está expandiendo, de hecho trabajo de esto hace dos años y me va bien”, afirma Nego. “Además, es muy común que en este tipo de construcción se trabaje con mingas -jornadas de trabajo comunitario- lo que hace que todos los que estamos interesados en esto nos conozcamos más”, agrega.

Nego enumera los comentarios que siempre surgen cuando comenta que se hizo una casa de barro: primero el tema de las vinchucas, segundo la asociación con la precariedad. Lo cierto es que el famoso insecto, también llamado chinche, chinche negra o la ponzoñosa, se aloja principalmente en las paredes que no tienen revoque o que tienen grietas. En tanto, si una construcción no está bien hecha, una pared de material tiene la misma probabilidad que una de barro de hospedar a la vinchuca.

“Una construcción natural demanda conocimiento en la parte estructural, más que nada. Después, lo que más se necesita es práctica. Mientras haya uno que sepa y guíe ya está. Y es un material amistoso, lo podés usar con la mano sin quemarte, y al no secar tan rápido te permite hacer otras formas más orgánicas, con más curvas, no todo tan cuadrado”, concluye el correntino.

Si pensamos en las desventajas, podemos decir que el principal problema es que el barro se lava con la lluvia. Para eso, los especialistas en este tipo de construcción proveen recetas para construir aleros resistentes y amplios que resguarden las paredes, y materiales que eviten las salpicaduras en el piso.

Un bosque en la ciudad

Las ruinas de lo que fue la industria Fasacal se pierden en el enorme predio ubicado en Hernández, en 25 y 511. Todavía quedan las torres y parte de la estructura en donde se fabricaba cal y materiales de construcción. El saqueo hizo el resto: escombros y malezas por doquier. Entrando por la esquina un cartel colorido llama la atención. En sus inicios despejado, el camino va cubriéndose de vegetación hasta encontrar una puerta y la entrada al “Bosquesito” (con ”s”, tal como fue apodado por la gente del lugar), Vivero Experimental-Espacio Cultural. Cuesta llegar al centro cultural porque uno se topa con cientos de plantines, un invernadero y algunos adornos colgantes. Varios perros y un gato se acercan buscando caricias y de golpe el ruido de la calle desaparece y uno entra en otro mundo: un bosque en medio de la ciudad.

El Bosquecito es una organización de 12 personas, con personería jurídica, que viene trabajando hace cinco años en el terreno. Francisco Carnero (21), bahiense de nacimiento, está desde el inicio del proyecto que se propuso recuperar el potencial de este terreno abandonado y transformarlo en un vivero donde se reproduzcan semillas.

“Las edificaciones sustentables pueden reducir el consumo de agua y energía para funcionar en un 70 a 80% con facilidad” Jorge Daniel Czajkowski, Arquitecto

“Este lugar era sólo escombros y basura, producto del saqueo que había sufrido la fábrica en sus más de 30 años de abandono” Francisco Carnero, forma parte del proyecto “Bosquesito”

“La idea de acercarme a la bioconstrucción nació en un viaje al sur en el 2003, donde estuve en una casa de barro” Ezequiel, integrante de Bioconstrucción Cooperativa

Estigmatizado, temido y utilizado por la gente del barrio, parte de este predio se transformó así en un espacio cultural gratuito para la comunidad, donde se plantan e intercambian semillas de diversas frutas y verduras, se organizan talleres de cerámica, mosaiquismo, defensa personal, huerta, percusión, entre otros.

“Cuando llegamos este lugar era sólo escombros y basura, producto del saqueo que había sufrido la fábrica en sus más de 30 años de abandono”, cuenta Francisco. Un año y medio trabajaron él y dos chicos más hasta levantar una primera piecita: usaron tres paredes que habían quedado de material, y la cuarta fue de barro. “Así, con las herramientas que teníamos, empezamos a limpiar, fuimos encontrando que había piso abajo y fuimos recuperando. Todo fue con recicle”, recuerda Carnero. Ya para el cuarto año el centro cultural contaba con un salón amplio para actividades, una biblioteca popular, un taller y una cocina.

Las paredes del Centro Cultural son un híbrido de ruinas de material y de construcción en barro. En su hechura participaron unas 15 personas, que imprimieron diseños de plantas, adornos y dibujos en las paredes, sintonizando con la energía natural del lugar. Si bien el Bosquecito tiene su centro hecho de eco-ladrillos, palets, y una técnica con cañas llamada quincha, existen otras técnicas como el súper adobe -con bolsas de arpillera-, y el COB -más utilizado en ambientes fríos porque conserva mucho la temperatura-. La elección de la estructura depende principalmente de cuales sean los materiales que brinda el propio entorno.

Una utopía posible

Todo muy lindo, dirá usted. Pero: ¿es posible que este tipo de construcción sea una alternativa real a la tradicional? La respuesta es sí, si se logra avanzar tanto en materia legislativa como en una industria de materiales de este tipo. Y el camino está iniciado: distintos municipios en Río Negro, La Pampa, Salta, Chubut y la provincia de Buenos Aires aprobaron ordenanzas que comenzaron a reglamentar el uso de materiales, ciertos requisitos y técnicas para la bioconstrucción.

El Concejo Deliberante de General Pueyrredón lleva la delantera, ya que meses atrás aprobó la ordenanza y declaró a estas técnicas de interés municipal. La norma dice que se autoriza el método de construcción en tierra cruda y las tecnologías de construcción con tierra afines. Esta aprobación sienta un precedente importante, producto de la lucha de organizaciones como Estación Permacultural MdP, Movimiento 15 de Enero y Cooperativa Caminantes.

Otra parte la cumplen las organizaciones sociales, académicas y profesionales, como Tierra Raíz, el Centro de Capacitación, investigación y diseño en arquitectura de tierra (CIDART), Bioconstruyendo Patagonia, Centro de investigación de Permacultura y energías alternativas (CIPEA), la Fundación Pro-Eco San Miguel y el Instituto de Arquitectura sustentable (IAS), del Colegio de Arquitectos de Córdoba, por solo nombrar algunas.

De hecho, en Argentina hay ocho centros especializados en construcción en tierra, la disciplina se enseña en la Universidad Nacional de Córdoba y la UBA dicta el curso un curso de posgrado en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo. En La Plata, un referente es el grupo de investigación del Laboratorio de Arquitectura y Hábitat Sustentable de la Facultad de Arquitectura de la UNLP, del cual Czajkowski es miembro.

Aclaremos un poco más esta cuestión. Czajkowski afirma que la Arquitectura Sustentable tiene tres niveles de desarrollo tecnológico: “alta tecnología”, “media tecnología” y “baja tecnología”. Las de alta y media tecnología son “Certificables” y hay en el país representantes o profesionales con matrícula internacional de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y España. La más conocida es la certificación LEED de Green Building Council de EEUU.

“En la Argentina solamente la Provincia de Buenos Aires tiene la Ley 13059 de 2003 reglamentada en 2010 vigente e incumplida por los sectores público y privado”, sostiene el Doctor. La Ciudad de Buenos Aires tiene la Ley 4458 de 2012 pero no está reglamentada, mientras que Rosario es la única ciudad que modificó su Código de Edificación para sustentabilizar sus edificios con aplicación estricta, es decir, es la única que tiene una Ley para etiquetar todo tipo de edificios con registro en Catastro.

Pensando en la relación dinero/ tiempo, las construcciones en barro pueden reducir hasta un 20 por ciento el costo total de la obra -si se tiene en cuenta el ahorro de energía y los materiales-. La mano de obra suele ser más cara, en tanto el trabajo es enteramente artesanal (incluso la preparación de los materiales). Aun así, construir en barro continúa siendo más barato. La construcción lleva más tiempo, pero como contrapartida, al ser una técnica fácil y amistosa, es más proclive a incluir colaboradores e incluso los propios dueños de las futuras casas se embarcan en la tarea.

Falta mucho camino por recorrer: mientras avanzan las políticas públicas que la regulan y las tecnologías aplicadas a materiales sustentables, las técnicas de antaño tan utilizadas en el Norte se retoman y reciclan, recuperando viviendas en diálogo con la naturaleza y redefiniendo el estilo de vida de quienes las habitan. Al parecer, la bioconstrucción volvió para quedarse.

 

 

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La casa de Nego, en el barrio Arana, está enteramente construida con materiales naturales

A Nego le llevó tres años construir su casa

Ezequiel y Manuel trabajan desde temprano para terminar la pieza de la Casita del Niño Encuentro

Francisco y Lucas, dos integrantes del “Bosquesito”

Ezequiel también se está construyendo su casa en El Rincón

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