Adolescentes en peligro: alarma por la fuerte suba de intentos de suicidio, depresión y autolesiones

“Nadie sabía lo que me pasaba, porque ni siquiera yo lo tenía claro. Tampoco te puedo decir cuándo empezó, ni cómo, porque no fue de un día para el otro. Fue de a poco. Como cuando el cielo se empieza a nublar sin que te des cuenta y de golpe está negro y a punto de llover. Fue así”, dice Mara, que tiene hoy 26 años y el coraje de contar lo que le pasó hace 7, cuando sintió –“literalmente”, refuerza- que “no podía más”. Y pidió ayuda.

Mara no se llama así; quiso resguardar su nombre porque hablar de depresión o de cualquier otra problemática vinculada con la salud mental en Argentina sigue siendo complicado. A pesar de que las estadísticas no abundan y las pocas que circulan son alarmantes.

En 2021 se suicidaron en el país 3.649 personas, es decir, alrededor de 10 por día. De ese total, 2.883 eran hombres y 1.220 tenían menos de 29 años. En 2020, las cifras oficiales arrojaron un total de 3.171 casos, con 1.203 jóvenes entre las víctimas, lo que ubicó al suicidio como la primera causa de muerte por causas no naturales y la segunda causa de muerte entre jóvenes.

Las estadísticas de 2021 las publicó Empesares, la comunidad que creó Jess Browne, una mujer cuyo hijo, Ignacio, se suicidó en 2020 en la Argentina, para orientar a personas en peligro y a sus familiares, con el apoyo de profesionales que donan su tiempo y experiencia. Desde la cuenta de Instagram que suma ya más de 81 mil seguidores, Empesares reclama la urgente intervención estatal para garantizar el acceso a tratamientos psicológicos gratuitos, políticas de prevención y hablar del tema de manera responsable, sin eufemismos.

“Yo tenía -tengo- amigos, había empezado la facultad, la pasaba bien con mi novio, no había grandes problemas en mi familia; pero me fui quedando sin ganas. No disfrutaba de nada, ni le encontraba sentido a lo que hacía. Llegó un punto en que no quería levantarme, ni bañarme, ni hablar con nadie. Era como estar en una fiesta sin ganas y con culpa por tener mala cara”, explica Mara.

Hablando de celebraciones, desde Empesares advierten que en esta época hay que prestarles especial atención a los adolescentes, porque la tendencia a hacer balances puede amplificar los episodios traumáticos o la frustración frente a expectativas que simplemente quedaron en eso. Encima, las redes sociales se vuelven catálogos de “vidas perfectas”, lo que profundiza la “presión” de estar felices o plenos. Las estadísticas oficiales dan cuenta de que los índices de suicidio suben en noviembre, diciembre y enero.

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En los últimos 19 años la psicóloga Sandra Alderete (M.P.52377) sumó mucha experiencia atendiendo a niños y adolescentes que llegan a la consulta por derivación de un médico psiquiatra, la sugerencia de sus padres u otros adultos o las ganas de generar un espacio para hablar de lo que les pasa. Desde ese lugar, Alderete dice no estar convencida de que existan crisis “estacionales”, aunque admite que el verano “debería ser de relax o de descanso, pero muchos se sienten aburridos por la falta de lazos con sus pares o no saben qué hacer con el tiempo libre”.

Agrega la profesional que otros factores que les suman presión a los jóvenes son los “conflictos en la dinámica familiar, los problemas económicos, la cuestión de la imagen y la necesidad de pertenecer a un grupo en el que se compartan intereses, gustos o formas de pensar. Muchos consultan por la dificultad que tienen de relacionarse con sus pares”, apunta, sin pasar por alto que es recurrente en esa etapa “el miedo a crecer ante la falta de proyectos en su futuro inmediato, por eso muchos evitan hacerse responsables, demandan a sus otros asistencia o, por ejemplo, pretenden ganar mucho dinero”.

Julieta González tiene 28 años y desde sus redes habla de salud mental, para contar su propia experiencia y romper los tabúes que le dan firmeza al silencio. Hace 10 años, más o menos por esta época, Julieta atravesaba por un cuadro de depresión profunda, después de salir de una internación de tres meses por un intento de suicidio. En octubre de 2020 volvió a tener ideas de muerte y sobrevino una nueva internación. A la pandemia se le sumó, en diciembre de ese año, el duelo por el suicidio de su mejor amigo.

Más allá del impacto que tiene este momento del año en su propia historia, Julieta cree que “pesan más las fechas especiales o conmemorativas para cada uno”, y, en cualquier caso, rescata la importancia de que se hable de salud mental: “Se va perdiendo el miedo, pero aún falta mucho acceso a información útil, campañas masivas y que lleguen a cada lugar con la importancia que debería”.

En cada posteo de su cuenta de Instagram (@julietag.12), la joven escribe con el corazón abierto y las cicatrices al desnudo: “Sé que hay personas que están luchando con su cabeza todos los días y que si están bien, se sienten una mierda cuando vuelven a caer. A esa gente quiero decirle que yo también me caí, y fulero, que también pensé que la vida no tenía sentido y sin embargo ESTOY ACÁ. Y créanme que la vida es más que un momento, son miles, y hay tiempos jodidos pero como dice mí mamá “ESTO TAMBIÉN PASARÁ” al fin y al cabo siempre que llueve después sale el sol, no?”

Con más de 27 mil seguidores entre Instagram y Tik Tok, Julieta sabe que “por redes sociales hay mucho movimiento, pero hay lugares donde no todos cuentan con un celular, internet o acceso a las redes. Ahí necesitas campañas municipales, locales que sean de boca a boca con la gente”.

Alejandro Schujman (MN 13486), psicólogo especializado en familias y adolescencia, está convencido de que “a los adultos les pesa mucho más que a los adolescentes el tema de ‘diciembre y las fiestas’”, enfrascados como estamos en lo que él llama “positivismo tóxico”. Sí recomienda estar atentos al modo en que los jóvenes “organizan el tiempo libre y distribuyen el ocio”.

“Siendo más chica me había hecho algunos cortes en las piernas, pero llegó un momento en que era lo único que me sacaba del pozo. Lastimarme me hacía olvidar de que estaba triste; por un rato, porque después era peor. Mis viejos me ayudaban como podían, pero más de una vez me reprochaban que estuviera mal, si, según ellos, tenía todo. Entonces me obligaba a salir, a tener las mejores notas en la facultad (estudiaba Profesorado en Letras en la UNLP); a estar contenta. Y todo era peor. Finalmente fui a ver a un psiquiatra y me internaron. Tuve recaídas, pero de a poco estoy saliendo sin caretearla. Ya no me obligo a hacer nada; sobre todo, no me obligo a mostrarme feliz”, dice Mara, quien admite que estas fechas son particularmente duras, como lo fueron los años de las restricciones por el Covid-19.

“La soledad, el aislamiento, el miedo al futuro que muchos adolescentes experimentaron durante estos dos últimos años hicieron mella en su estado de ánimo y, en algunos casos, agravó o desencadenó tendencias suicidas”, expone el defensor adjunto del pueblo de la provincia, Walter Martello, en un informe que elaboró en 2022 con el foco puesto en el “abordaje del suicidio adolescente”.

Y suma: “La familia y el entorno escolar son los que están en mejores condiciones para detectar las señales de alerta que a menudo se emiten de forma más o menos perceptible”, por lo que considera “indispensable profundizar los abordajes y las políticas públicas específicas”. Las estadísticas oficiales dan cuenta de que la depresión, ansiedad e ideas de muerte se duplicaron entre niñas, niños y adolescentes en los últimos dos años.

El secretario de Salud de La Plata, Enrique Rifourcat, reconoce que desde la creación del SAME, en 2017, detectaron un progresivo “incremento en los intentos de autoeliminación y suicidios consumados de adolescentes y adultos jóvenes”, tendencia que se profundizó “en 2021 y 2022. Cuando recién empezamos con el Servicio me llamó mucho la atención ese fenómeno, pero ahora notamos una suba diaria de casos”, asegura ante la consulta de EL DIA. Frente a este panorama, adelanta que en 2023 se proponen trabajar en una propuesta de prevención de suicidios “articulando con áreas específicas de la Provincia para poder llegar mejor y con más impacto”.

Schujman coincide en que con la pandemia y postpandemia “aumentaron las autolesiones, intentos de suicidio y suicidios, incluso en localidades muy pequeñas, en las que se dio como fenómeno”.

¿Una causa posible? “Es una generación de jóvenes sin umbral de tolerancia a la frustración, porque arriba tienen a una generación de padres y madres amorosamente tibios, que les dan un empacho de confort para que no sufran. Y en la pandemia no había maneras de evitarles la frustración. No tuvieron viajes de egresados, no podían ver a sus parejas y estaban 24 por 7 con la familia. La lluvia nos mojó a todos y se encontraron con la frustración de golpe. Por eso hubo también un rebrote de las situaciones de violencia en adolescentes; montones de relatos salvajes de pibes que salieron a comerse el mundo después del confinamiento”, reflexiona el autor de “Es no porque yo lo digo. Padres rehenes de hijos tiranos”.

“ADULTOS EN PILOTO automático”

Es común ligar el término adolescencia con el de “adolecer”, en el sentido de estar incompleto o padecer, pero la palabra deriva del latín adolescens -joven- y adolescere -crecer-. ¿Por qué linkeamos esta etapa de la vida con el sufrimiento?

“Por lo que veo en mis sobrinos, esta época es muy distinta a cuando yo estuve deprimida en mi adolescencia. Creo que la pandemia y la situación actual del país hace que exista mucha incertidumbre en cuanto al futuro. No saben qué hacer, si estudiar o no, si trabajar o no y eso hace que se sientan frustrados porque hay muchas dudas respecto al progreso personal”, asegura Julieta.

Alderete considera que “el tiempo de la pubertad es el del cambio físico, lo que produce cambios en el psiquismo”, y aunque aclara que “en psicoanálisis no hablamos de cuestiones universales, sino de la singularidad de cada sujeto”, muchos “no se sienten bien con este nuevo lugar, aunque no lo sepan. Surgen problemáticas en relación a sus proyectos, la distorsión de la imagen, problemas alimentarios, comportamientos agresivos y autolesiones. Son sujetos que se encuentran aún en estructuración psíquica”.

Para Schujman, aunque los tiempos y conflictos cambien, “la esencia es la misma”. Lo sabe, explica, por su experiencia en charlas y talleres que comparte con 800 chicos que transitan los últimos años de la escuela secundaria, en ciudades y realidades bien distintas: “Cuentan problemas familiares o que se sienten muy solos. Las angustias siguen siendo las mismas y los chicos necesitan adultos que estén dispuestos a escucharlos, no en piloto automático. Los chicos dan señales y piden ayuda, siempre”, cierra.

Desde el Same La Plata detectaron una suba progresiva en los intentos de autoeliminación

“En la pandemia, no hubo manera de evitarles la frustración a los adolescentes”