NUEVE AÑOS DESPUES
| 4 de Octubre de 1999 | 00:00

BERLIN, Alemania.- Ayer Berlín vivió una nueva fiesta. Se recordó el día de la reunificación alemana, una de las aspiraciones acariciadas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y que comenzó a edificarse a partir de 1949, cuando se inició un histórico puente aéreo que, de alguna forma, permitió que el sector occidental de la vieja capital sobreviviera al bloqueo soviético.
Berlín, dividida por los cuatro países que habían ganado la Segunda Guerra, es decir Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la ex Unión Soviética, había quedado virtualmente aislada del resto de Occidente en los peores momentos de la Guerra Fría. Sin embargo para llevar asistencia se montó un gigantesco puente aéreo que permitió a los habitantes del sector occidental mantener sobrevivir y puso los cimientos políticos, para lo que luego fue la reunificación alemana.
Poco más de 40 años después del fin del histórico puente aéreo que salvó a la capital alemana de caer en manos de los comunistas, comenzó la histórica reforma en octubre de 1989. Miles de personas atravesaron el Muro, que un año más tarde, en noviembre de 1990, quedaba totalmente demolido.
Pero este fenómeno histórico, que tuvo como principal protagonista al ex canciller Helmut Kohl, también se constituyó en uno de los motivos fundamentales de su derrota política.
En setiembre de 1998, muchos de los alemanes de las ex República Federal y de la ex República Democrática, que se habían unido en la celebración, con la caída del Muro de Berlín y la reunificación, le dieron la espalda al hombre que había logrado lo que parecía una verdadera utopía, al inicio de su gobierno.
Sin embargo, aún quedan muchos problemas por superar. De la misma manera que la integración entre los alemanes del este y occidentales aún no ha podido concretarse plenamente, con serios desniveles en cuanto poder adquisitivo, también es cierto que subsiste el malestar político por los cambios que obligadamente obligó la unificación.
La ex Alemania Federal, uno de los colosos de Occidente, antes de la unificación, debió soportar el costo económico de la unidad, un episodio que molestó a gran parte de sus ciudadanos, apenas el entusiasmo de la unidad fue superado. Y lo más grave fue que tampoco esto ilusionó a los habitantes de la ex Alemania del Este, quienes tampoco pudieron beneficiarse por el histórico proceso.
Muchos habitantes de uno y otro lado del muro que separaba a ambos países, se sintieron frustrados por la unidad, que en la práctica significó perder parte de su anterior bienestar económico.
Ayer, el propio canciller alemán Gerhard Schroeder, admitía el fenómeno.
Al recordar el aniversario de la reunificación dijo que aún la unidad de la sociedad alemana está lejos de ser una realidad.
En un acto llevado a cabo en la ciudad de Wiesbaden en recuerdo de la fecha, Schroeder dijo que "si bien es cierto que la frontera entre el Este y el Oeste de Alemania hoy se ha hecho invisible, no se puede decir lo mismo de los límites creados por la diferencia social y económica".
La fiesta oficial de la unidad se celebró este año en Wiesbaden y contó con la asistencia de los principales dirigentes políticos del país, pero también de miles de ciudadanos que participaron en los festejos en las calles de la capital del estado de Hesse.
Schroeder dijo en su discurso que el 3 de octubre "es una fecha de agradecimiento a todos los alemanes" y reconoció a los habitantes de la entonces Alemania Oriental "el valor demostrado al enfrentarse a la dictadura".
El canciller alemán añadió que esa solidaridad demostrada en aquel entonces "es la que nos seguirá haciendo falta en los próximos años".
Schroeder reconoció que la gran tarea aún inconclusa es la reconstrucción económica y estructural en los cinco estados federados que hasta hace nueve años formaban parte de la Alemania comunista.
Pero mientras la unificación aún debe superar estos pasos complicados en el terreno práctico, no es menos cierto que los pasos formales hacia una gran Alemania unificada con capital en Berlín se están dando y a pasos agigantados.
En abril de este año, en uno de los gestos más simbólicos para todos los alemanes, reabrió el viejo Reichstag, la sede del Parlamento alemán en Berlín.
Una imponente estructura barroca que comenzó a construirse en 1884 y se completó 10 años más tarde y que albergó primero a los representantes de la primera Alemania unificada que floreció bajo los kaisers prusianos.
Por eso el traslado de la sede parlamentaria primero y luego del gobierno fue todo un símbolo de la voluntad política de unidad de Alemania que este año avanzó como nunca desde los sucesos históricos de hace 10 años.
Sin embargo, aún las diferencias entre lo que fueran las dos Alemanias son enormes y el desafío de unirlas, que fue el mayor problema de Kohl, también se ha convertido en el mayor desafío para Schroeder.
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