Torneo Argentino B
| 13 de Diciembre de 1999 | 00:00

Sin esforzarse demasiado y en el marco de un partido de muy bajo nivel técnico, el "Decano" hizo lo que debía hacer (ganar) y ahora tendrá que esperar que su víctima de la tarde de ayer (Independiente de Dolores) consiga al menos un empate el próximo domingo en Dolores ante Banfield de Mar del Plata, para así poder avanzar a una nueva fase de este torneo Argentino B.
El conjunto de Carlos Sparvieri arrancó el partido con la firme premisa de conseguir los tres puntos. Y la verdad es que el conjunto de Dolores no le dificultó las cosas ni mucho menos. Prácticamente sin dormir, puesto que el sábado por la noche habían participado de un fiesta, y sin incentivos en cuanto a su futuro en el Torneo Argentino, Independiente fue una pálida imagen de lo que debe mostrar un equipo dentro del campo de juego.
Sivetti abrió el camino de la victoria sobre los diez minutos de la primera etapa, cuando ingresó al área por el callejón central dejando rivales en el camino y ante la salida del arquero, tocó suave contra el palo.
La visita sólo atinaba a despejar el peligro cuando el balón se aproximaba a su área, pero muy rara vez atravesaba el círculo central con alguna intención ofensiva.
Por ello no sorprendió que sobre los 39 minutos, y tras haber desperdiciado varias situaciones propicias, el "Pitufo" Demarco pusiera al "Decano" dos goles arriba cuando sacó un impresionante zapatazo que se clavó en el ángulo superior derecho del arquero Aguirre, quien en su intento por desviar el balón se sacó el hombro derecho, pero ante la ausencia de un reemplazante en el banco, debió seguir jugando, a pesar de las numerosas muestras de dolor que dejaba ver cada vez que tenía que rechazar un balón.
Para el segundo tiempo, y sobre todo teniendo en cuenta las ventajas que deba la visita, se esperaba que Everton liquidara el pleito rápidamente y se pudiera encaminar a una goleada histórica, pero nada de ello ocurrió.
Y el culpable fue el mismo "Decano", que se mimetizó con su rival y produjeron un partido para el olvido.
En los segundos cuarenta y cinco minutos lo que primó fue el juego friccionado y los pases sin destino. Fue un concierto de errores por parte de los 22 integrantes, a los que se sumó el árbitro Alberto Domenech, quien dirigió siempre desde muy lejos y acertó muy poco con los fallos.
El gol de Chiodini, sobre la media hora de juego, intentó sacar el partido del letargo, pero sólo le dio un poco de aire, puesto que Everton bajó la cortina e Independiente ya hace rato que se había quedado sin ideas.
Martín Moleiro se lleva el balón ante la presencia de Sergio Capdeville
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